Después
da andar el último mes haciendo gentes con las cotas de infección más bajas del
mundo. Después de andar sacralizando a las vacunas, que nos estaban salvando de
caer en los piélagos de la dependencia a la ómicron, que andaba por el mundo entero como Pedro por su casa,
este es el tiempo en que agachamos nuestras orejas y nos damos cuenta de que
somos hijos de la pandemia como los demás, que rozamos ya los 1000 contagios y
subiendo y que participamos de los criterios de los técnicos, que avisan que, a
la vuelta de la esquina, los infectados no se van a poder contar porque el
poder transmisor de ómicron es tan
fuerte que casi todos vamos a terminar infectados. Y…, de todo lo que decíamos
qué queda. Pues parece que queda y bastante porque teniendo más del doble de
infectados que el año pasado por esta época, los casos graves y las defunciones
rondan sólo el 20%, en parte por la protección de las vacunas, sobre todo la
tercera dosis de refuerzo, y en parte también porque el gran poder infeccioso
de ómicron lleva incluida una menor
gravedad
Los
ciudadanos de a pie, como es mi caso, lo más que podemos hacer es llevar
nuestras vacunas en regla, protegernos con las mascarillas de las
aglomeraciones de gente, andar por espacios lo mejor aireados posibles y
confiar en San Pitopato para que todas estas medidas surtan el efecto deseado
en el caso de que nos infectemos. Yo quisiera ser como mi hermano Paco, que en
un momento dio positivo, se aisló en la casa durante el tiempo prescrito, no
tuvo ningún síntoma y en la última PCR dio negativo y se incorporó a su Centro
Ocupacional como si tal cosa. Aun así preferiría no infectarme, para qué voy a
decir otra cosa, pero la experiencia de mi hermano no ha supuesto para la
familia más incomodidad que la del aislamiento, lo que tampoco es un grave
inconveniente. Lo que nos dicen los que saben es que después de varios meses de
la pauta completa, la protección desciende hasta el 40%. Y que la tercera dosis
de refuerzo eleva la protección de nuevo por encima del 80%.
Ómicron, por tanto, que amenazaba
cuando se detectó en Sudáfrica, hace más o menos un mes, no destaca tanto por
su gravedad, siempre y cuando las personas infectadas tengan sus vacunas en
regla, sino por su capacidad infecciosa. Los que no creen en las vacunas siguen
manifestándose por todo el mundo, reivindicando su derecho a la libertad de
vacunarse o de no hacerlo. Otra cosa es cuando se infectan porque sus efectos
son de mayor gravedad y entonces sí que buscan el amparo de los centros de
salud y de sus profesionales. Muchos de ellos hasta realizan manifestaciones
contra sus propias opiniones antivacunas, que los llevan a tener que internarse
y ser tratados con los medios previstos por la sanidad pública como cualquier
otro ciudadano. El señor Trump, de infausto recuerdo, el otro día fue abucheado
en público cuando reconoció haber recibido la tercera dosis de la vacuna, tanto
como había largado menospreciando las vacunas durante su mandato al frente de
los EEUU.
Hay
técnicos que afirman que esta podía ser la última ola de este ómicron de los mil demonios. Ojalá,
pero será el tiempo el que confirme esta tesis o la contradiga. No quisiera
terminar este texto sin decir que los vulcanólogos han dado por extinguido el
volcán de La Palma, después de haber cumplido los diez días preceptivos sin
nuevas erupciones. Ahora queda la ingente labor de ponerse a reconstruir tanta
ruina como han producido los casi 90 días de erupciones de lava, de cenizas y
de gases como no se habían conocido desde hacía siglos. Los palmeros han
recibido mucha solidaridad de sus vecinos y de toda España pero la dimensión de
la ruina ocasionada por este volcán que ha vuelto a dormir, espero que
definitivamente, necesitará, además de la buena voluntad de la gente, la intervención
decidida del gobierno, no para ponerlo todo como estaba, cosa imposible, sino
para que los perjudicados encuentren una manera digna de reiniciar la vida, que
ha quedado enterrada bajo millones de toneladas de lava.
Qué bueno y bonito, mi querido Antonio!
ResponderEliminarFelicidades y gracias de nuevo.
Me gustan mucho tus artículos y crónicas.
Eres genial.
Feliz Navidad para tí y para toda tu linda familia.
Ánimo.
No hay mal que cien años dure ...
Besos!
Este endemoniado virus de alarga desesperadamente. Un beso
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