Una
vez más tocamos algún tipo de cielo en la pandemia. Entendemos por tal un grado
de infección inferior a 50, y, por raro que parezca después de cinco recaídas
ya a las espaldas, de nuevo comenzamos a tirarnos los trastos a la cabeza, unos
trastos políticos que poco tienen que ver con los parámetros sanitarios en los
que nos desenvolvemos. Cuando rozamos el 90% de vacunaciones con pauta completa
y podríamos gozar de semejante cota puesto que se trata de un mérito
compartido, parece que nos escuece y nos movemos de nuevo a zonas de
confrontación que es donde, al parecer, nos sentimos irrevocablemente
impelidos. Esta vez a propósito de las mascarillas de los escolares, que la
Comunidad de Madrid decide unilateralmente eliminar de la obligatoriedad desde
mañana mismo, al margen de lo que se acuerda en la Comisión de seguimiento.
Esgrime, además, a bombo y platillo, que es la que verdaderamente está marcando
el camino por el que hay que seguir y que el resto la terminarán siguiendo y
ella esperará sentada a que las demás sigan sus pasos.
Uno se
pregunta qué tipo de veneno llevamos en el cuerpo para no soportar ni la paz ni
el acuerdo ni la grisura del deber cumplido por parte de todos y sentirnos
obligados a discrepar y a romper los consensos, no sé si por el puro gusto de
romperlos o por alguna razón parecida porque los que asumen los acuerdos
adoptados son todos los demás, incluidos los de su propio partido. Uno recuerda
el chascarrillo del desfile militar en el que una madre estaba contemplando cómo
su hijo, que era el corneta y, por tanto desfilaba en cabeza, llevaba el paso
cambiado. La señora, en un alarde de
arrogancia, comentaba a todo el que quisiera oírla: -¡Qué maravilla de hijo
tengo!. Fijaros que todos llevan el paso cambiado y el único que sabe cómo hay
que hacerlo es mi hijo. La historia no lo dice pero estoy seguro que la señora,
después de semejante balandronada, se debió quedar tan pancha. Una cosa como la
señora Ayuso. Y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Con el
nivel de vacunación por las nubes, para ellos lo quisieran los países de medio
mundo, no sería muy dificultoso disfrutarlo y esforzarnos conjuntamente por
superar los peldaños que nos quedan pendientes, que algunos quedan puesto que el
virus sigue presente y todavía puede darnos algún disgusto que otro. Pues no.
Parece que es más tentador seguir arguyendo que los problemas llegan por el
Aeropuerto de Barajas, por ejemplo, aunque los datos demuestren, una y otra vez,
que ese no es el principal foco de entrada. No sé si la medida, que entra en
vigor mañana mismo, espero y deseo que no nos traiga males mayores puesto que
parece que a estas alturas no se esperan males mayores, pero sí vale para
devaluar el trabajo de la Comisión de
control en la que todas las comunidades y el gobierno central discuten y
acuerdan cada semana, el camino a seguir. Parece como si esta señora necesitara
gobernar por encima de los demás o al margen de los demás.
No
quiero olvidarme del volcán que, una vez superado el mes desde el inicio de la
erupción, sigue soltando lava, y con ella destrucción y ruina para la zona, por
más que los técnicos se empeñen en demostrarnos lo que, previsiblemente, la
zona puede ser dentro de unos años. Seguro que es verdad lo que dicen puesto
que los datos así lo demuestran pero eso no quita ni un átomo de dramatismo a
la situación actual. Se está sugiriendo, incluso, el nombre de Tajogaite para este volcán, teniendo en cuenta el legado
aborigen y el lugar en el que se inició este proceso eruptivo. El
nombre es hermoso como tantos otros aborígenes o como es maravilloso el
espectáculo de la lava corriendo monte abajo cualquier noche. Lo que pasa es
que tanta maravilla, actual o futura, no puede ensombrecer la dura realidad de
cada día. La factura de los destrozos del volcán, por más Tajonaite que se llame, no para de crecer y tendremos que pagarla
entre todos y los palmeros afectados la están sufriendo hoy de manera
implacable.
Buenas tardes amigo querido.
ResponderEliminarOtro excelente artículo que dirime perfectamente esos temas con precisión cirujana.
Mi perspectiva es la misma
Y así andamos todos, como pollos sin cabeza.
Y lo que nos espera, teniendo en cuenta el panorama político, social y ambiental.
Paciencia y una caña.
Hemos sobrevivido a situaciones peores.
Qué no decaiga la esperanza para que algún día prevalezca el sentido común y de servicio por el bien de todos.
Tampoco olvidemos las terribles Danas e inundaciones, entre otras tantas cosas.
Te felicito y agradezco de nuevo tanto, y tan bueno.
Eres un crack.
Besos desde Gran Canaria a Granada