No se me escapa que, salvo el asunto educativo de la primera infancia, hemos hecho como un alto en el camino por la pandemia y en ello estamos. Lo que sucede es que el mundo gira y gira. Esto con que nos acabamos de levantar se llama agosto, día quince por más señas y este que os escribe no deja de vivir en Granada, en pleno sur de España. Vivo acostumbrado a los terremotos. Hace tres días me acosté después de uno de 4´6 grados que, para los que no estéis muy duchos, quiere decir que significa un buen susto al que uno nunca logra acostumbrarse. Pero antes de reponerme, aparece ayer en Haití uno de 7´2 y medio país ha rodado por el suelo antes de haberse repuesto del último parecido hace once años, y te cierra la boca. Vengo de andar una hora para percibir la brisa matutina porque a las doce de la noche que me acosté, mi móvil marcaba 32 grados y toda la noche he tenido que usar un ventilador para poder pegar ojo, después de haber alcanzado los 45 grados a las endiabladas cinco de la tarde, tan lorquianas, por tercer día consecutivo.
De ahí
el título tan alusivo. No quiere decir que olvidamos la pandemia que nos trae
ya por la quinta ola, quién lo diría, y bajando desde los 800 infectados que
hemos alcanzado esta vez hasta los 460 de hoy. Con la particularidad de que
parece que estamos en una fiesta porque las altas cifras de infectados no se
corresponden en gravedad con las de olas anteriores, sobre todo entre los mayores,
con las vacunas al completo. Afortunadamente estamos alcanzando el 70% de
vacunados, a los que el gobierno se había comprometido. Es verdad que las
variaciones en las que ha mutado el virus hasta el momento han permitido que
las infecciones se hayan producido en edades más tempranas, lo que ha traído
consigo que las vacunaciones se extiendan a los
mayores de 12 años, con la ventaja de mayor levedad y descenso radical de los
fallecimientos. Como todo hay que decirlo, también hemos de anotar las
infecciones persistentes, desconocidas casi hasta el momento, que hacen que
exista un porcentaje de infectados, hasta leves, cuyos síntomas se dilatan en
el tiempo meses y meses sin que sepamos hasta el momento un tratamiento eficaz.
Las
noticias sobresalientes siguen siendo los llamados botellones descontrolados,
que no son la mayoría, ni con mucho, si bien es verdad que los forman unos
cientos o miles que se saltan las normas establecidas sobre horarios de cierre
del ocio nocturno y prolongan los horarios y las borracheras a gusto y
capricho, convirtiéndose en carne de foto para la prensa, dejando una imagen
bastante sesgada de la realidad, porque la inmensa mayoría de la población se
dedica discretamente a cumplir la normativa establecida. Es verdad que quienes
se saltan las normas son un número suficiente como para hacer que las
infecciones se desmadren y no bajen a niveles seguros para la mayoría. Con
460/100000 que tenemos a día de hoy, tal vez con la excusa de la levedad por la
juventud de los infectados o por ser vacunados algunos de ellos, nos
comportamos como si estuviéramos fuera de peligro y no lo estamos.
La
situación, por tanto, no termina de bajar hasta niveles de seguridad colectiva
hasta el momento, lo que produce que en vez de mantener el esfuerzo por
doblegar por completo esta maldita quinta ola y lograr que sea la última, cosa
que no parece fuera de nuestro alcance, puede que lo más probable sea que nos
relajemos en el cuidado y tengamos que asumir una sexta ola que seguro que
nadie quiere pero que no somos capaces de esforzarnos para bajar las
infecciones hasta cotas de menos de 100, que podemos considerar de alta
seguridad. Terminaré esta vez con una cierta dosis de optimismo y confiaré en
que el sentido común se imponga y empecemos a salir de esta plaga con
verdaderas garantías.
Buenos días y feliz domingo.
ResponderEliminarDe nuevo, tengo el placer de recrearme leyendo otro gran artículo-crónica tuyo
Tal cual.
Ni más ni menos que lo que describes.
Enhorabuena y muchas gracias de nuevo por hacerme partícipe.
Besos
Continúa cuidándote mucho.