Nadie
está diciendo que se haya ido, ni mucho menos. Todavía podemos disponer hasta
de un mes antes de concluir con el Veranillo de San Miguel allá, por el final
de septiembre, cuando decididamente digamos adiós al tórrido calor veraniego
hasta que veamos de nuevo declinar la próxima primavera y toda la ropa nos
sobre de nuevo. Lo que sí parece cierto es que este domingo de agosto, que el
último, lleva ya varios días con el consuelo de la asfixia y ajenos por
completo al suplicio de los 40º con los que hemos tenido que lidiar muchos de
los días de la primera quincena. Incluso, ya de madrugada, apetece echarnos una
ligera sábana por encima porque, como dice el refrán, AGOSTO,
FRÍO EN ROSTRO. Va picando el cuerpo con el fresco de la madrugada aunque
todavía no hayamos llegado a cumplimentar el dicho del próximo mes, que ya está
en puertas, SEPTIEMBRE, EL QUE NO TENGA
ROPA, QUE TIEMBLE.
Una
breve semblanza al tiempo que pasa y a nosotros mismos que lo rozamos y nos
consumimos con ese roce, en este caso caluroso. Comenzamos el verano con la
quinta ola del virus que nos ocupa, derivada de aquel desmadre de los viajes de
estudios, una vez que ya nos decía el cuerpo que íbamos a poder con el bicho.
La realidad nos puso una vez más en nuestro sitio y nos hizo ver que no aprendíamos
mucho de olas anteriores, por más que unas y otras se parecían como gotas de
agua. De nuevo andamos cada día con la desescalada y de nuevo a la espera de
que esta sea ya de verdad la última. Las particularidades de ésta son que las
infecciones llegan cada vez más a los jóvenes y que las muertes, con ser
demasiadas cada una de ellas, han bajado de manera significativa en esta
variable llamada delta, que es la que nos envuelve en la actualidad. La
vacunación avanza y estamos alcanzando el ansiado 70% de la población, si bien
las nuevas aspiraciones están ahora en conseguir el 80% o incluso el 85% por el
mayor grado de infección de la delta.
Asoma
los bigotes por ahí el nuevo curso escolar que nos va a forzar a que los
mayores de 12 años ya estén vacunados y esperemos que en su totalidad para
cuando empiece, éste completamente presencial, lo mismo que terminó el anterior
y en base a los buenos resultados. Si los resultados de la vacunación masiva
sugirieran otros cambios, sería cuestión de tomar las medidas pertinentes sobre
las particularidades que todavía se van a mantener: mascarillas a los mayores
de 6 años, refuerzos en la higiene, ventilación frecuente de los espacios
cerrados y mantener los grupos burbuja con la menor relación posible entre
ellos. Con estas medidas se terminó el curso anterior y, aunque nada es
perfecto y no dominamos todas las claves, el resultado en general, se puede
decir que fue bastante seguro y satisfactorio aunque no exento de dificultades.
No
quiero que la conclusión nos acerque demasiado a la euforia, aunque no falten algunos
motivos. En estos días sobre todo se conmemoran las fiestas patronales, que
agravan los desmanes y descontroles
nocturnos de los botellones que se originan una vez que, siguiendo las normas gubernamentales,
los establecimientos de ocio tienen que echar el cierre. Se ha extendido la
cultura del goce entre la juventud y los que no son tan jóvenes. Parece que no
somos capaces de divertirnos si no es con una borrachera en el cuerpo. Como los
establecimientos cierran, aparecen como hongos las bolsas de plástico repletas
de alcohol a las calles, simplemente y allí se concluye el desmadre hasta altas
horas de la madrugara, una vez que la justicia ha decidido suprimir el toque de
queda, allí donde todavía perduraba. Queda pendiente resolver un pequeño
detalle: qué se hace con el descanso del vecindario, que debería regir por
salud mental a partir de las 12 de la noche. Cada día es más difícil controlar
los desmanes nocturnos, en parte por la tardanza en resolver la pandemia y por
la angustia de ver cómo se alejan en el tiempo aquellos sueños de vino y rosas
a los que cuesta tan poco trabajo echar de menos desesperadamente.
Curso escolar...
ResponderEliminarIrá bien.
Botellines, sempiterna estupidez desmadrada y también endémica.
Tiempos de vino y rosas...
Hummmm
Suena bien.
Entonces, nosotros, jóvenes, teníamos trabajo, ingresos propios, y otra cultura de educación social, de trabajo y familiar que se desvanecen cada vez más.
Llegarán tiempos mejores, los veamos o no.
Besos.
Feliz domingo, Antonio querido.