Con todo el dolor que doy de mí contemplo las imágenes de Afganistán. Pienso qué estarán pensando esos miles de personas, atrapadas en su laberinto, del mundo, de nuestro mundo que los mira y sigue viviendo como si no pasara nada. Nosotros con las mascarillas, con las incidencias y con las curvas ascendentes o descendentes de contagios. Le doy una nueva vuelta al pensamiento y contemplo sin pudor alguno la cantidad de países con modos de vida tan similares al Afganistán que hoy nos escandaliza, en los que la mujer, por ejemplo, se quita la injusticia a manotazos, en una lucha de milenios, que no cesa, por alcanzar cotas de igualdad con relación al hombre. No sé dónde esconderme de mí mismo. Porque todo este marasmo de realidad no quita que parece que la quinta ola de la pandemia está bajando, que no estamos lejos de conseguir el dominio de las infecciones pero que la angustia crece cada día y son ya muchos meses de medidas, que se cuentan como provisionales, pero que se van convirtiendo en un estilo alternativo de vida que nos aleja de nuestra estructura conocida. Y nos revolvemos buscando una seguridad que no sé si tuvimos en algún momento.
Siguen
muriendo personas mayores, y otras no tanto, como consecuencia del virus, si
bien en cantidades que no tienen nada que ver con las de hace un año. Podríamos
haber conseguido la cota de vacunación del 70% a la que aspirábamos. Estamos
muy cerca y la alcanzaremos cualquier día de éstos pero vivimos atados al ritmo
que nos marcan las farmacéuticas con las dosis que nos facilitan. También
sabemos ya que el 70% dichoso no era al final más que una cantidad aproximada,
que por efecto de la maldita variante delta y su mayor capacidad de infección,
necesita que un mayor porcentaje de la población esté vacunado para conseguir
la protección de rebaño a la que aspirábamos desde el principio. Parece que el
nivel real de vacunados necesita llegar al 85% y todavía nos falta, si bien son
los mayores de 12 años los que, sobre todo, se encuentran pendientes de recibir las dosis
correspondientes.
No
quiero dejar de mencionar dos casos de los últimos días que, no por pocos, han
dejado de ser dramáticos. Un par de mujeres embarazadas acaban de morir de
neumonía bilateral fulminante al momento del parto y sus hijos respectivos,
hasta el momento están fuera de peligro. Entre las cosas que ignorábamos una de
ellas era si sería conveniente que las embarazadas se vacunaran y ellas, y
seguramente muchas más, no lo estaban. Desde ahora se constata que la vacuna no
perjudica al feto en formación pero esas dos personas que acaban de nacer no van a conocer a sus madres porque este dato
no lo teníamos tan claro hasta el momento. Son sólo dos que hayamos conocido y
todas las embarazadas se están vacunando. También está habiendo un mayor número
de infectados, que antes no se producían por efecto de la mayor carga infecciosa
de la variante delta. No sabemos si para lo que falta conoceremos nuevas
variantes o no porque hablamos de nosotros como si fuéramos los únicos, cuando
el mundo es inmenso y la mayoría todavía está empezando a conocer las vacunas.
Creo que es verdad que, aquí por lo menos, estamos mejor que hace un año y con mejores expectativas de vida y de acabar con esta pandemia pero, somos tan pocos…, Asia, África, América Latina…, son tan grandes y tan pobres al mismo tiempo que todas estas mejoras a las que voy aludiendo pueden diluirse como un azucarillo si no tomamos conciencia de que este mundo es uno y todos estamos en él. Un último dolor, para que no se diga. Con toda esta falta de vacunas para millones y millones de personas todavía, nos estamos cuestionando una tercera dosis de refuerzo para los que ya tenemos dos en nuestro cuerpo, en un momento en que la OMS no ha dictaminado todavía la conveniencia y utilidad de la tal tercera dosis. Ah…, y ya sabemos que será bastante más cara que las anteriores. No, no es casualidad. Lo han adivinado exactamente lo mismo que yo.
Mi querido Antonio, comparto tu hondo pesar con la situación en Afganistan, y no sólo ahí, y me invade una profunda sensación de impotencia y de fragilidad. Que fácil es que la tortilla gire en muy poco tiempo si así interesa a los poderes que nos rigen y que se pierdan tantos derechos arduamente conquistados.
ResponderEliminarY de las vacunas, ¿para cuando la liberalización de las patentes? Tanto para agilizar su producción como para hacerlas extensivas a toda la Humanidad, también a quienes parecen que no existen. A mi parecer, la salud pública global es la única vía para acabar con la Pandemia pero, claro, esto choca de lleno con los intereses de la Industria Farmacéutica que sigue haciendo su agosto a pesar de que si no se pone freno a la pandemia globalmente, el futuro será incierto, no sólo allí sino también aquí.
De nuevo, fantástico artículo, mi querido Antonio.
ResponderEliminarSobre Afganistán y otros países similares,... Sin palabras.
Terrorífico.
En cuanto al SARS2, mentalízate: será ENDÉMICA, como la Gripe. A vacuna por año.
Es la consecuencia de nuestra insolidaridad con los países del tercer mundo. O nos salvamos todos, o no sé salvan nadie.
Así de simple.
Besos y felicidades .
Disculpa las erratas...
ResponderEliminarEl teclado va a su aire.
Más besos 😘
Feliz domingo 😊