Estamos
en pleno COVIT 19 y parece que no
hay nada en el mundo que no lleve sus señas. Aquello que en marzo de 2020 se
nos metió de la noche a la mañana se ha instalado entre nosotros y, ya con la
quinta ola en el cuerpo, parece que lo vamos asumiendo como un miembro más de
los componentes que nos configuran. Ahora estamos a la baja, por debajo de los
200 de media que, junto al nivel de vacunación, que en España supera ya el 70%,
sencillamente nos hemos acostumbrado a no aprender y, en vez de plantearnos
como llevarlo hasta el 0 o lo más cerca
posible del 0, andamos anunciando la sexta ola, su extensión y su intensidad,
cuándo comenzará y hasta cuándo la tendremos encima. Como si hubiéramos bajado
los brazos definitivamente y hubiéramos renunciado a luchar contra el bicho que
nos acosa desde hace ya año y medio. Parece que nos conformamos con defendernos
de su nivel de infección con cualquiera de las vacunas en vigor, asumir que
somos capaces de seguir las normas hasta donde lo somos y que el tiempo nos
vaya amainando la plaga cuando estime oportuno.
Desde
el principio se dijo, y se sigue diciendo, que lo mejor era la defensa todos a
una, pero la realidad no nos ha mostrado hasta el momento más que pruebas en
contrario. Andamos empecinados en el enfrentamiento permanente que seguro que
no beneficia para nada la mejor solución para salir de este embrollo, pero no
se percibe ni un solo paso en contrario. También es cierto que el mundo sigue
girando como si nada estuviera pasando. Acabamos de salir de una DANA o gota fría que por pocas se lleva
a medio país por delante. Pueblos y pueblos completamente cubiertos por lluvias
y granizos torrenciales que en pocas horas han sembrado la ruina y el terror a
su paso, esta vez, menos mal, sin desgracias personales en España. En Nueva
York, por ejemplo, las lluvias torrenciales de sus huracanes se han llevado la
vida de varias decenas de personas, ahogadas en sus propias casas,
sencillamente porque vivían en sótanos.
El
nuevo curso está a punto de comenzar esta misma semana y ahora que conocemos la
potencia infecciosa de esta variante delta que nos tiene bajo sus dominios nos
olvidamos de aquel mítico 70% al que aspirábamos al principio de la vacunación
y vamos en busca del 90%, que será prácticamente toda la población mayor de 12
años, salvo que mientras tanto aparezca una nueva variante que hasta el momento
no conocemos pero que puede estar por ahí detrás de la puerta acechando. Lo que
no tiene pinta de cambiar es nuestra capacidad de discrepar, ampliamente
demostrada hasta el momento, como si nuestro interés se centrara en elegir una
vía de convivencia contraria a la mejor. Dime lo que sea, que me opongo, parece
que va a seguir siendo nuestro santo y seña de comportamiento. Se parece mucho
al camino elegido para resolver nuestra pandemia. Si conocemos por dónde hay
que andar para que la curva mejore, pues ya sabemos que nuestra dirección ha de
ser la contraria.
Con la primera infancia muchas veces he vivido situaciones parecidas. Entre colegas, más de una vez y más de dos, hemos comentado entre nosotros que los pequeños se educaban a pesar de los adultos. Seguramente no es verdad esta referencia educativa, como las medidas contra la pandemia pero la realidad de cada día nos ofrece pruebas en contrario para todos los gustos. También puede ser que la guerra contra nuestras miserias y la conveniencia sean como un par de carriles que deben encontrarse para optimizar los esfuerzos, pero la realidad los mantiene en paralelo, sin posibilidades de conectar sus esfuerzos por más cerca que se desplacen, sencillamente porque cada uno empuja en dirección contraria al otro. Parece, mientras tanto, que el verano nos manda los últimos coletazos, supongo que para consuelo, pero también como aviso de que los cambios otoñales andan cerca y cualquier día asoman los bigotes a medida que los días van soltando lentamente minutos de luz. Sencillamente es el ciclo de la vida, que se cumple una vez más a pesar de nosotros.
Qué buenooooo, Antonio!
ResponderEliminarBuenísimo y bellísimo!
Todo un articulazo de lujo.
Una calidad literaria preciosa, que según avanza, más va adquiriendo el matiz y la belleza de una prosa poética hermosa.
Gracias.
Felicidades.
Besos desde la distancia física.