Burla
burlando ya llevamos con este bichito, covit
19 como objeto fundamental de nuestras vidas, más de dos meses. Y pasa un
día…, y otro…, y otro y poco a poco nos vamos dando cuenta de hasta qué punto
vamos cambiando de manera de vivir. Cuando se nos planteó el confinamiento,
allá por mediados de marzo, la cosa se
asumió como si se tratara de un juego. Nos sorprendió de tal manera que
asumimos una medida tan drástica y tan insólita sin pestañear. Como figura
jurídica para justificar tal decisión se utilizó el estado de alarma,
figura contemplada en nuestra constitución, que permitía algunas medidas de
restricción de derechos fundamentales que asumimos en su momento sin apenas
contestación, en parte por la novedad y en parte por la virulencia del contagio
en los primeros días. A medida que han ido pasando las semanas el gobierno ha
ido comprobando que cada vez se le hace más difícil sacar adelante la
ampliación del estado de alarma porque la impaciencia se va apoderando del
cuerpo social y mucho más de la oposición parlamentaria.
Con
bastante descaro y sin demasiado análisis nos hemos venido pavoneando estos
años de que nuestra sanidad era una de las mejores del mundo y en justicia
debíamos valorarla como una joya nacional. Como no teníamos a nadie que nos
contradijera nos lo hemos creído sin más. Pero ha llegado esta dura realidad y
nos ha mostrado nuestras vergüenzas de manera palmaria. Ni disponíamos de forma
alguna de producción de equipos de seguridad para hacer frente a las
necesidades perentorias, por lo que hemos tenido que hacer cola ante la gran
madre China para que nos provea de ellos, cosa imposible porque todos los
países pedían lo mismo y al mismo tiempo por lo que la guerra por el
aprovisionamiento ha sido obscena y despiadada, ni nuestras capacidades humanas
eran tan idóneas como pensábamos porque las habíamos ido reduciendo por
cuestiones presupuestarias hasta llegar a cerrar plantas hospitalarias completas,
en un alarde de arrogancia insultante.
En
estos momentos, cuando ya las fases van pasando con agotadora lentitud pero de
manera implacable, aquellos que en un principio acusaban al gobierno de que había
retrasado intencionadamente el confinamiento para permitir la manifestación del
8 de marzo, ahora se saltan las medidas de precaución que dictan los expertos y
piden libertad a gritos y ocupan las calles porque parece que antes y ahora,
ellos son los que tienen que decidir lo que hace falta hacer en cada momento.
Un bochornoso espectáculo que tiene una parte de impaciencia comprensible
porque estamos todos cansados de tanto encierro a estas alturas, pero otra de
indecencia porque los que están promoviendo caceroladas antigubernamentales lo
que están es aprovechando ese cansancio de todos para embarrarnos la vida,
precisamente ahora que ya empezamos a ver la salida y poniéndonos en riesgo de
que todo el drama que ha supuesto la paralización del país en estos últimos dos
meses se pueda venir abajo si dejamos de cumplir las precauciones pertinentes
para terminar la desescalada, arriesgándonos a un peligroso repunte.
Las
previsiones apuntan a que el gobierno necesita para cerrar el ciclo todo el mes
de junio. Este último tramo es el más esperanzador porque la curva de
contaminación se está venciendo, los casos de muerte se acercan al cero y la
gente empieza a tomar las calles de nuevo, con algunas medidas de higiene y de
distanciamiento que no conocíamos hasta ahora. Pero claro, se mete en medio la
política de cortos vuelos, esa que no ve más allá de las narices del día a día.
Resulta que, parecer, si el gobierno termina con éxito este ciclo de terror
insólito podemos tener gobierno para rato y eso es demasiado al parecer para
una derecha que está en la oposición, dividida y con fuertes dificultades para
alcanzar el poder en un futuro próximo. Solución: embarrar el discurso político
a base de argumentos falaces, exageraciones verbales y peticiones de libertad
como si estuviéramos en una cárcel y como si esta pandemia la hubiera traído el
gobierno en su bolsillo y la hubiera soltado en medio de las calles para su propio
beneficio. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
In Italia siamo già nella fase due ma la strada per la ripresa economica è dura.Speriamo bene.
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