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domingo, 31 de mayo de 2020

SEGUNDA



         Poco a poco vamos pudiendo gozar las mieles de la vida, esas que en tiempos normales ni siquiera las hemos mirado: sol, aire, árboles, un banco de la calle, la calle misma…, cotas de bienestar público tan sencillas que las dábamos por supuestas y que esta maldita pandemia nos las ha robado de la noche a la mañana. Ahora las vamos recuperando paso a paso como si los profundos valores de la vida tuvieran un precio demasiado alto y hubiera que ir recuperando con precaución porque nuestros más profundos amigos, que se habían convertido en fieras y en muerte por el COVIT 19. Como si tuviéramos que darnos cuenta de nuevo de que una calle es una calle, de que un saludo es un saludo y de que el que pasa a tu lado vuelve a ser una persona aunque, por si acaso, lo miramos tras una mascarilla porque el virus nos ha enseñado los dientes y se ha llevado a 30000 de nosotros y nos ha colapsado las UCIs, ha enseñado sus uñas de virus y con lo pequeño que es, que no es posible verlo con nuestros propios ojos, nos ha doblado la rodilla convirtiéndose en un dios de pánico y de impotencia para los arrogantes de nosotros, que nos creíamos dueños del mundo y hemos rodado a sus pies.

         A partir del lunes 1 de junio entramos en la segunda fase de la desescalada en la que nos vamos acercando un paso más a aquella vida que gozábamos hasta mitad de marzo, que perdimos por una decisión gubernamental para protegernos del virus y que ahora vamos tomando de nuevo con pies de plomo porque, aunque no lo vemos, sabemos que está ahí, agazapado en cualquier esquina, a la espera de su momento como hemos podido comprobar en varios núcleos de contagio que ha habido que aislar rápidamente cuando algunos individuos o grupos familiares han pensado por un momento que todo había pasado ya y de manera irresponsable se han saltado las normas como si no fuera con ellos poniéndose en peligro ellos mismos y a todos los que estaban a su lado. Ha habido alguna población como Ceuta por ejemplo, que ha estado a punto de volver a fases anteriores porque han estado a punto de descontrolarse cuando en los inicios de la infección su afección había sido bastante leve.

         La fase dos no difiere sustancialmente de la uno en la calidad sino en la cantidad. Se empiezan a abrir las tiendas y los bares, tanto en las terrazas como en los interiores. Los acontecimientos sociales: bodas, entierros y otras celebraciones aumentan el número de personas que pueden albergar…, como si fuéramos ampliando nuestra capacidad de relación de puntillas, muy conscientes de que detrás de cualquier esquina puede andar al acecho el maldito virus que en un santiamén se instala en nuestros conductos respiratorios y nos manda a la UCI por un mes o más. Y gracias si después nos devuelve al mundo, porque también nos puede mandar directamente al otro barrio. Una vez que hemos pasado la angustia del prolongado encierro no vale la pena arriesgarse a la ligera poniéndonos en peligro nosotros mismos y a los vecinos que nos rodean. El drama que nos espera ya es suficientemente profundo como para que encima se pueda ver agravado por comportamientos irresponsables.

         Esto de las fases, que terminan con la tres, no es más que una metodología como otra cualquiera para retornar a la vida con un poco de orden que pueda evitar el desmadre de que cada uno haga de su capa un sayo. Lo que pasa es que todo lo que se va abriendo también vamos comprobando que ya no es como antes. El gobierno le ha dado en llamar NUEVA NORMALIDAD, por decirle algo. Se han instalo con nosotros las mascarillas y los dos metros de distancia de seguridad y la insistencia en el frecuente lavado de manos, comportamientos muy sencillos, es verdad y que están al alcance de cualquiera pero que significan que ya nada es lo mismo. Estamos aprendiendo, por ejemplo a saludar chocando los zapatos o los codos…, las caricias…, dónde ha ido a parar las caricias… Ni siquiera las sonrisas las podemos esgrimir abiertamente. Las tenemos que esconder como si fueran algo peligroso o de lo que tuviéramos que avergonzarnos… Lo dicho…, mucho ojo al bicho.


2 comentarios:

  1. Hay q salir de esto despacico y bien, con mucho cuidado y con mucho respeto hacia los otros.
    Saludos, feliz domingo.

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  2. creo que nada sera como antes, eso espero sino no hemos aprendido nada, aqui en Tulsa, se abrira todo mañana pero no hay que relajar las medidas de prevencion, lo peor que podemos hacer es confiarnos!.

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