Poco a
poco vamos tomando la calle con los sentidos y con el cuerpo en general. Sobre
todo los niños. Nos vamos enterando de que las cosas no sé si van a volver a
ser como antes, pero si eso llega, va a tardar lo suyo. Por lo pronto la presencia
de las mascarillas parece que se va a generalizar y nosotros no estábamos
acostumbrados a esa prenda. Es más, apenas la fabricábamos. Ha supuesto un gran
problema hacerse de pronto con millones de mascarillas, justo en el momento en
que todo el mundo las quiere y la producción está concentrada en China. Los
aeropuertos chinos se han convertido en un mercadillo gigante en el que las
reglas del sacrosanto mercado se han disuelto como un azucarillo y se ha sabido
que lotes de equipos contratados y pagados por determinados países han cambiado
de manos antes de subir al avión comprometido, sencillamente porque se ha
presentado un agente de un país más poderoso y ha pagado el doble por el lote y
don dinero, una vez más, ha impuesto su poder por encima de cualquier otra
norma que el propio mercado nos hacía pasar por buena. La ley del más poderoso
se ha impuesto una vez más en momentos tan críticos en una guerra sin cuartel.
Aparte
de tragar semejantes injusticias, de sobra conocidas a lo largo de la Historia,
hemos tenido que volver la mirada hacia nosotros mismos, tragarnos las
frustraciones correspondientes, aprovechar lo que se pueda del común campo de
batalla y ponernos de la noche a la mañana a fabricar mascarillas, equipos de
protección, respiradores para los más enfermos y soportar el temporal como
mejor se está pudiendo. En nuestro caso la primera ola de contagio ha sido
doblegada y muerde el polvo hasta el nivel del principio, cuando hace un par de
meses no conocíamos a este COVIT 19
de los demonios que ha venido a ponernos la vida patas arriba. Nos reíamos de
los orientales que exhibían como prenda habitual la mascarilla como si fueran
marcianos. Pues aquí la tenemos, ya veremos hasta cuándo.
No
vamos a renegar a estas alturas de la calle tan raquítica que tenemos aunque,
francamente no tiene mucho que ver con la que conocíamos, porque el mero hecho
de respirar, mirar, oler…, ya es todo un logro que pequeños y mayores estamos
volviendo a tomar. El gobierno ha dividido la vuelta a la nueva normalidad en cuatro fases para que nos vayamos dando cuenta
de algo hemos conseguido porque volvemos al mundo que conocíamos, pero que
vamos a hacerlo muy despacio para que nos vayamos enterando de que la vida no
va a ser la misma que nos dejamos cuando se nos ordenó aquello del quédate en casa. La semana de los
paseos por franjas de edad ha ido razonablemente bien salvo algunas zonas
especialmente aglomeradas a las que les ha sido especialmente difícil crear un
espacio imprescindible entre todos los que querían salir. A partir de ahora
viene lo bueno porque van e empezar a abrir los bares, las tiendas de menos de
400 metros cuadrados…, un paso más en que la vida se imponga y nosotros dentro
de ella.
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