Hace
dos semanas os hablé del encargo que se me había pedido desde la Facultad de
Educación para una sesión de dos horas contando a las alumnas del Máster de
Educación, varones no llegaban a 10 de los 100 asistentes. La sesión se celebró
el jueves pasado, 30 de noviembre. Os comenté que mi compañera Mercedes me
pidió asistir. Yo acepté y me pareció un honor. Su discreción fue total, como
siempre. Espero que su presencia le resultara tan útil como me resultó a mí.
Significó una garantía de que tantos años de colaboración entre nosotros,
todavía seguían vivos. En el cafelillo, previo al acto, se me acercó una
profesora y nos dimos un abrazo afectuoso porque en mis últimos años de
trabajo, antes de 2010, yo había sido maestro de sus dos mellizas. María y
Victoria, y nuestra relación muy estrecha. Me contó que ambas habían terminado
Magisterio y andaban preparando oposiciones. Quiso también asistir un rato
hasta que empezara su clase y lo celebré muy honrado. La última sorpresa previa
fue la aparición sorpresiva de mi hijo mayor, Nino, con mi nieta, África.
Cuando inicié mi explicación me sentía muy seguro con esos refuerzos no
previstos.
Los
organizadores me habían preguntado si necesitaba algún medio técnico y les dije
que no. Me parecía que en este tiempo supertecnológico podía estar bien que
viviéramos una sesión en la que alguien, yo en este caso, les contara algunos
aspectos de mi experiencia profesional como se cuenta una película, una
historia, un testimonio en definitiva. Los libros que ellos usan, seguro que
podrían ser más técnicos y más rigurosos, pero yo quería aportarles una
secuencia directa de muchos años de trabajo, cosa que seguramente no les iban a
aportar los libros. Una secuencia diferenciada en definitiva, con un valor
diferente al de una clase normal. A lo largo del tiempo de que disponía hice
referencia a la evolución cerebral y a
la integración del proceso simbólico que tenían que integrar, desde una visión
casi mágica a los tres años, hasta un sentido de realidad casi completo hacia
los ocho años.
Me
pareció oportuno explicar la composición física de un aula: perchas, lavabos,
mesas por equipos… así como un esquema de un día con las distintas secuencias
que se viven. Quiero pensar que pude ofrecerles una distribución alternativa de
escuela, coherente con la fundamentación teórica con la que había iniciado la
sesión. No estaba preocupado por el contenido de mi explicación, apenas un
boceto, en el poco tiempo con el que podía contar. Pretendía, sobre todo, que
resultara un discurso grato y atractivo que les hiciera pasar un buen rato
hablando de educación. El aplauso final a mi intervención me despertó el pudor,
pero comprendí que de alguna manera estaban ofreciendo una respuesta colectiva
y corta, y lo tomé con humildad, aunque me resultó extraño y ajeno a mí manera
de ser. Sí me gustó, mientras salían del aula, que notaba que se acercaban a
donde estaba y, con sonrisas que interpreté francas, me daban las gracias,
aunque no me explico por qué. Interpreté que el resultado había sido gozoso y
me alegré.
En el contenido de un máster de educación me parece que resulta apropiado ofrecer como complemento de los contenidos globales, para lo que no faltan manuales de donde obtenerlos, y enriquecer el conjunto con una serie de experiencias significativas, que signifiquen para las personas que se están formando, una serie de ejemplos de realidad complementarios. Seguro que, por más que se intente, no va a ser suficiente para quienes tendrán que formarse su propia experiencia por sí mismos, pero seguro que esos aportes sí pueden ser indicadores que les acerquen a la realidad de cada día, esa que se van a encontrar cuando se enfrenten a su experiencia laboral. Hacía ya algunos años que las conferencias estaban aparcadas en mi mente, que ahora está plena de libros y de un gozo nuevo. Estaba inquieto por esa lejanía, pero en cuanto conecté con algunos ojos de la sala y con mis sorpresas presenciales, me sentí seguro y sí puedo decir que terminé gozoso. Ojalá quienes me oyeron puedan decir lo mismo, que es lo que deseo.
Lo imagino y también te aplaudo desde aquí.
ResponderEliminarMuchas felicidades 😊🫂
Y yo te lo agradezco y te mando un beso.
EliminarAntonio estuve muy interesado en saber el resultado de tu regreso a la docencia, que alegría felicidades 👏
ResponderEliminarCreí que estaba perdiendo la costumbre, pero no. Un abrazo
EliminarEnhorabuena 👏🏻👏🏻
ResponderEliminarQué bonita tu experiencia y qué interesante. Nos das permiso para publicarla en nuestro blog del mcep de Granada?
ResponderEliminarPor supuesto
EliminarQué grata noticia, mi querido Antonio, esa vuelta tuya, a un espacio donde tus palabras, seguro que fueron, los vehículos de las ideas.
ResponderEliminarNo sé, si fue cierto o yo lo he imaginado que, en una de nuestras conversaciones me dijiste, que tú creías en "la fuerza demoledora de las palabras ".
Comparto esa idea y, sé que tú también lo harás, si a eso le añadimos que esas palabras tienen que ser verdaderas, profundas, sugerentes, motivadoras, útiles...
Seguro, que lo conseguiste sobradamente, en ese lugar de formación de los y las futuras docentes.
Enhorabuena amigo.
Paco Olvera. 😊 😘
Me alegro por las chicas y por tí. Un abrazo. Alfonso
ResponderEliminarGracias, Alfonso. Eché de menos más chicos, es verdad. Un abrazo.
EliminarPues me conmueve lo que dices pero me sentí muy a gusto, es verdad. Gracias
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