En el
año 1984, creo, me habían pedido que diera un curso en el antiguo ICE,
Instituto de Ciencias de la Educación, en el Edificio Almirante, muy cerca de
donde hoy vivo. Rosario, la madre de mi hija Elvira y maestra de Educación
Infantil, contó una vez, que asistió a un curso en el que un señor con barbas andaba explicando que los pequeños lo
que tenían que hacer era jugar porque la mejor manera de aprender era jugando,
que no debíamos de preocuparnos tanto por enseñar a los pequeños sino que lo
mejor que podíamos hacer en clase era
disponer espacios y tiempos en los que ellos se relacionaran entre sí y
compartieran intereses, tanto en el interior de las aulas como en los patios.
Sin darle mucha importancia dije en voz alta: -¡Sería Yo!. -Sí, claro. ¡Tú ibas
a ser!, respondió ella. Y la cosa no llegó a más. Si acaso, aclarar que nos
habíamos casado y la secuencia en cuestión se desarrollaba en la casa que
compartíamos. Años después, ya estaba en el mundo nuestra hija Elvira que nació
en el 2000, estaba Rosario recopilando certificados de todos sus cursos para
facilitar un traslado que deseaba pero que, al final, por circunstancias que no
vienen al caso, no se produjo.
Lo que
sí se produjo es que apareció en el salón con un impreso, de los varios que
había encontrado y me lo mostró para que viera la firma, y era la mía.
Recordamos que desde el viejo 1984 ya andaba yo dando cursos, siempre
esgrimiendo la bandera del juego como el mejor medio de aprendizaje y ha
seguido siendo mi santo y seña hasta hoy, cuando hace bastantes años que
terminé mi docencia y sólo esgrimo ese medio educativo a través de este humilde
blog, por si alguien interesado en el trabajo con los menores de 6 años lo lee y se interesa
con esta fórmula tan simple pero tan profunda, que se encuentra al alcance de
casi todos los pequeños y, por supuesto, de la inmensa mayoría de quienen se
responsabilizan de su educación. No se trata de un método al uso sino de
proponer una fórmula de vida que signifique que los menores se hagan protagonistas
de su propio comportamiento y, a través de las relaciones entre ellos, vayan
interiorizando el mundo que les rodea y obteniendo los aprendizajes que necesitan
de las secuencias de vida cotidiana compartidas.
En los
primeros años de docencia con estas edades, reconozco la tosquedad de la
fórmula y la inexperiencia para encontrar matices que enriquecieran el
desenvolvimiento natural de las energías que unos y otras sacaban de su
interior, sencillamente porque todos están cargados de potencialidades que a lo
largo de cada jornada y de las miles de situaciones que cada un encierra, se
hace incesante el desarrollo de las capacidades que la evolución natural lleva
consigo y buscan salida a través de la relación, mientras diseñan su propio
mundo y el que logran compartir con sus compañeros más cercanos. Como punto de
partida, este impulso de permitirles que se expresen es suficiente para hacer que
cada persona se vaya expresando como si de una fuente se tratara y por medio de
esa expresión a la que le empuja su propia energía vital y de la interacción de
unas energías con otras, van construyendo redes mucho más elaboradas, reflejos
sin duda de las propias complejidades de la vida.
Lo que sí puedo decir es que con ese primer impulso docente que partiera de sus propias necesidades, sumado al trabajo cooperativo permanente con los compañeros y compañeras que compartían estas fórmulas de trabajo, hemos llegado a estructurar los distintos espacios, tanto interiores como exteriores, así como la distribución de los tiempos de que hemos ido disponiendo, de forma que las jornadas de trabajo hayan estado protagonizadas por los propios niños en casi todos los momentos del día. Las enormes capacidades energéticas que cada individuo almacena y pugna por ofrecer a los demás, son la mejor guía para los que estamos encargados de su cuidado y nuestra labor, encauzarlos de la mejor manera posible. Como sé que Rosario me leerá, siempre lo hace, se me ocurre proponerle que confíe siempre en la vida, que encierra sorpresas suficientes para colmar nuestras necesidades. Jugar es vivir.
Del todo de acuerdo. Cuánto hemos aprendido de las criaturas y de nuestros compañeros docentes acompañando, observando o incidiendo en el avance natural de los pequeños.
ResponderEliminarSí que es verdad, querida amiga. Esto del aprendizaje horizontal nos ha beneficiado en gran medida.
EliminarAsí es!
ResponderEliminarBravo, amigo. Colega.
Felicidades de nuevo...
Buen domingo y un fuerte abrazo 🤗😚
Se hace lo que ser puede, querida. Otro abrazo para tí.
EliminarEse desenvolvimiento natural de las criaturas es lo que nos ha atrapado en la escuela, Antonio. ¡Qué bien lo cuentas! Y otro tanto con compañeras y compañeros de trabajo. ¡¿Qué seríamos si no!?
ResponderEliminarYa me he enterado de tus hazañas por Santander y te felicito. La horizontalidad en la formación nos ha diferenciado. Un abrazo, amigo.
EliminarMenos mal que nos quedan los Antonios.... Bravo compa por tu creación constante.
ResponderEliminarToda una filosofía pedagógica que compartimos y también de vida.
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