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domingo, 30 de julio de 2023

RESACA


         Hasta el domingo pasado, que fue el momento de votar, habíamos vivido un importante empacho de balandronadas de todos los partidos, de encuestas augurando victorias y derrotas, hasta el punto que algunos, se dice, ya tenían configurados hasta los nombres de los ministros, que se daban por ciertos, con lo cual, llegó a dar la impresión de que las elecciones casi sobraban, salvo en el caso  de que coincidieran con lo que proclamaban los encuestadores y opinadores de turno. Y resulta que tuvieron que llegar las ocho de la tarde, hora de cierre de los colegios electorales para darnos cuenta de que esa y no otra era la hora de la verdad en la que íbamos a comprobar, sin lugar a dudas, lo que la ciudadanía había decidido con sus votos. No se tardó mucho en comenzar a sorprendernos porque los resultados que iban apareciendo en las pantallas a la velocidad del rayo no coincidían con las verdades que nos habían hecho creer las previsiones, antes de tocar un voto siquiera. No pretendo hacer sangre con los apriorismos que muchos tenían como verdades, al margen de los resultados que se veían en las urnas, pero que nadie conocía en el primer momento y prefiero dejarlo así.



         Después de cuatro horas de recuentro, velocidad fulminante a todas luces, nos topamos con la palmaria realidad que arrojaban los resultados finales en la que se dice quién gana, quien pierde y resulta que no coincide exactamente con lo que se andaba diciendo hasta el momento mismo de comenzar a contar los votos. Hoy ya tenemos la totalidad de los resultados, antes de ayer se contaron los últimos, correspondientes a los españoles que viven en el extranjero y que tienen su derecho a votar como cualquiera. Ahora sabemos lo que han dicho las urnas en su totalidad, sin que conozcamos incidencia significativa que pueda alterar el recuento. Como muchos ya tenían sus previsiones y la realidad de los datos no se los confirma, el recurso es el de intentar ofrecer una realidad a la medida, lo cual sería para reir, si no fuera para llorar.



         En el sistema español, los ciudadanos eligen a los representantes previstos por cada circunscripción, en función de la proporción espacial de España y de su población. Una vez que están elegidos todos los representantes, serán ellos los que tendrán que reunirse en las Cortes y forjar las mayorías capaces de sustentar el gobierno que disponga del apoyo necesario. Desde 1978, la Constitución española establece que el proceso sea éste y así es como hay que cumplirlo. Por supuesto, en cualquier momento la Constitución se puede cambiar para que diga otras cosas, pero está previsto también cual es el procedimiento para poderla cambiar. Desde luego no es por el gusto de nadie en particular sino cumpliendo unas reglas previstas de antemano. Y en ello estamos. Hay muchos que se muestran reticentes a cualquier cambio como si lo que fue acordado en un momento no pudiera ser distinto con el paso del tiempo o por la voluntad de las mayorías adecuadas. No tiene por qué haber ningún miedo al cambio cuando los procedimientos para hacerlo están perfectamente previstos y son los que son.



         Lo que no parece razonable es que, cuando a cualquier grupo le interese intente difundir una realidad a su medida para que el cambio se produzca en su beneficio, ignorando lo acordado por todos desde el principio. Otro bulo frecuente que se esgrime para la formación de mayorías es el de intentar que todos los votos de los representantes no valgan lo mismo y unos se consideren mejores que otros. En ningún sitio está previsto tal diferenciación y todos los representantes lo son ‘porque están avalados por los votos ciudadanos, piensen lo que piensen y vivan donde vivan. No sé si la resaca final de los resultados, a muchos nos haya nublado la vista y no nos permite ver la realidad como es y como todos la conocemos. Quizá la propia desazón de que las cosas no hayan salido como yo creía o como algunos me habían hecho creer me pueda llevar a montar una realidad a mi conveniencia…, por si cuela.       



1 comentario:

  1. Así es.
    Aunque sabes que ya me lo temía.
    La situación no pinta buena en ningún sentido o partido...
    A ver qué nos depara...
    Y aunque no deseo otras elecciones ni en pesadilla, casi estoy por creer que sería lo más sensato, teniendo en cuenta el panorama. No me gusta nada lo que presiento.
    En fin...
    Esto no tranquiliza.
    Gracias de nuevo.
    Besotes.

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