Hemos
entrado en una vorágine en la que materializamos cualquier aspiración, antes
incluso de que haya tomado forma en nuestro pensamiento. En los años de mi
presencia en la radio pública, 1986 – 1991, el viejo y cordial director que,
por entonces, agotaba sus últimos años de trabajo en Granada, acercándose a su
destino final de su Málaga la Bella, era un cúmulo de sabiduría y su
comportamiento, casi una permanente ausencia de prisa, lo que significaba una
desesperante impaciencia de los “trepas”, presentes siempre en cualquier
empresa con perspectivas de ascenso y un placer para todos los que, desde el primer día nos
sabíamos “interinos” que, cualquier día podíamos salir con la misma facilidad
con la que habíamos entrado. Formábamos el pequeño equipo de los llamados
“colaboradores”, sin aspiración alguna de formar parte de la “plantilla”, en ningún momento. Algunas confidencialidades
podían endulzar el cúmulo de chascarrillos que el viejo director acumulaba de
su larga experiencia profesional. De
entonces guardo una máxima que repetía con frecuencia: Si no quieres que en la emisora se difunda una noticia, no la pienses.
El paso del tiempo me
ha convertido en viejo a mí también y, de vez en cuando recurro a mi tesoro
acumulado por los años, a sabiendas de que muchos de los saberes que saco a la
luz, unas veces tienen alguna gracia y muchas más son sólo las reiteraciones
propias de la edad. Esta de la impertinencia por encontrar un destino apropiado
a cualquier detalle de dudosa procedencia, podría encontrar mejor destino si
permaneciera en el olvido. La urgencia nos ha promocionado en impaciencias casi
ilimitadas, por lo que la templanza se aleja de nuestro razonador criterio como
si nuestro equilibrio se convirtiera en un valor más difícil de sustentar,
sobre todo en momentos en los que su presencia nos haría a todos un poco más
guapos. Cuando hace unos días dejábamos el primer proceso electoral de este
año, antes de terminar el recuento, los resultados parecían tener un destino
prefijado para los siguientes comicios, que llegarán a finales de julio.
Ahora
hemos afinado los resultados y nos damos cuenta de que, si bien nuestras
previsiones iniciales no son falsas, sí que indican una cierta impaciencia. El
paso de los días nos obliga a afinar el tiro y precisar el destino del reparto
final del poder que emanó de los votos. Es verdad que los colores simbólicos de
los partidos han modificado el tablero
de España, haciendo que el azul del PP impregne mayoritariamente el territorio
patrio, aunque para ello haya tenido que ofrecer más espacio del que hubiera
deseado al socio de su derecha, en unos casos con reparto más evidente y, en
algún otro, como en el caso de Extremadura, con los sudores de la muerte en la
cara de su candidata que, la pobre no sabe dónde meterse cada vez que se le
recuerdan sus propias palabras, todavía con los primeros resultados entre los
labios. Mi destino nunca ha sido su partido, con todo respeto. Pero reconozco
que su situación le puede pasar a cualquiera pero, ciertamente, no me gustaría
pasar por el trance que está pasando. Su propia cara era un poema cuando ella y
sus socios salían a la palestra para dar cuenta de la firma que acababan de
rubricar y que cambiaban por completo el sentido de lo que decían la primera
noche, una vez que se conocieron los resultados iniciales.
Entre pequeños
deslices de este calibre, en donde cualquier partido deja ver algunas más de
las vergüenzas que desearía y otras novedades por el estilo, como la unidad de
los pequeños de izquierda que, una vez conseguida, puede que rentabilicen mejor
los restos que no han podido aprovechar al no alcanzar determinados mínimos
indispensables, da como resultado que los previsibles resultados no están tan
claros como parecían al principio. Las palabras de mi viejo amigo malagueño
que, ya entonces, aconsejaban no vender la piel del oso antes de cazarlo, hacen
que la tensión por los resultados mantenga su destino abierto hasta el último
momento, como debe ser.
Muy bueno, amigo. Anécdotas y reflexiones sabias.
ResponderEliminarFelicidades y gracias.
Besos