Parece
que los mismos acontecimientos pasaran por nuestra puerta, una y otra vez, como
si la vida no fuera sino un cúmulo de repeticiones, Una cierta cadena que nos
marca el camino, que nos indica por dónde y nos va llenando el camino de
señales. De modo que cada cierto tiempo, imposible predecir cuanto, ni si los
espacios son idénticos entre un indicador y otro, ni si los que nos orientan
son un número concreto, una forma, que se repite en lugares determinados y
conocidos. Pero nada es posible. No hay manera, por más que nos dejen
sensaciones, que nos recuerden sonidos, formas o colores que nos llevan y nos
traen por pistas que nos suenan, como si
estuviéramos pasando por sensaciones o lugares que nos suenan a otros que un
día identificamos y nos permitieron pensar que conocemos y nos hicieron
relacionar algo pasado con lo que nos acaba de rozar, siquiera levemente. Como
si la vida misma no fuera sino un cúmulo de repeticiones que nos engañan con un
conocimiento imposible, sin otro dato que nos oriente que la vida sigue, que
hoy es cierto y que se hace camino al andar.
Ayer, sin
venir a cuento, nos enteramos que las fuerzas rusas, el ejército regular por
una parte y ese engendro sin forma definida ni clara orientación llamado Wagner
en honor de un coronel desgajado que se encarga de las acciones más sucias y
descontroladas de una guerra que nos tiene desconcertados sobre el sinsentido
de cualquier guerra mezclado a las particularidades de la de Ucrania, que un día
nos cuenta que ambos bandos colaboran bajo el mando del señor Putin y ayer
protagonizan una avanzada de hasta 1000 kilómetros poniéndose a 300 kilómetros
del mismo Moscú y afirmando que el presidente se ha escondido y está fuera de
su alcance. Estos de Wagner de pronto detuvieron su avance, se dieron la vuelta
y pactaron con el gobierno ruso la inmunidad por su tropelía a cambio de volver
a sus posiciones iniciales en territorio ucraniano con lo que, si poco sabíamos
con la desinformación propia de cualquier guerra, los ojos se nos quedaron a
cuadros contemplando a los rusos regulares enfrentados a los rusos de Wagner,
como si la pugna fuera simplemente un baile de muerte y destrucción entre ellos
solos.
Aquí,
entre nosotros, mientras tanto, lo que hace unas semanas era un decepcionante
espectáculo entre la izquierda, mientras las elecciones se acercan de manera
implacable, la cámara ha virado en redondo y ahora lo protagoniza, la derecha,
recabando un poco de coherencia que poder presentar al público de la sala, como
consecuencia de los resultados de las elecciones pasadas. Los resultados les
dieron la victoria, pero ahora esos votos hay que transformarlos en gobiernos,
en parlamentos, en concejales y en alcaldías. Los colores insignia de cada
partido entran y salen a placer. En tal gobierno terminan uniéndose porque han
sacado un número de votos y a unos cientos de kilómetros el pacto se antoja
imposible porque los colores son los mismos pero las cantidades bailan de otro
modo y hay que encontrar, en tiempo record, argumentos convincentes que
justifiquen que, con los mismos datos en la mano, o parecidos, que aquí podemos
alcanzar acuerdos indiscutibles y en la acera de enfrente los acuerdos se hacen
imposibles y ambos procesos han de ser creíbles para unos ciudadanos, que miran
a uno y otro lado con cara de bobos, sin terminar de creerse el espectáculo que
pasa ante sus ojos.
Los datos con los que jugamos se parecen mucho pero los niveles de desconcierto con los que nos quedamos como consecuencia, nos dicen que no es que la vida se nos esté repitiendo sino que la línea del tiempo no para de dar vueltas haciendo como si se estuviera repitiendo por espacios y tiempos conocidos mientras las huellas que nos va dejando por el camino no son otra cosa que espirales que dan vueltas sin fin como si coincidieran en sus trazados cuando jamás se tocan por más cerca que pasen y por más circunferencias que tracen en señales tan cercanas pero nunca coincidentes.
Sinceramente, amigo. No sé tú, pero estoy tan hiperdecepcionada y asqueada de todo esto que s pesar de mi nota le dominio del castellano, me es imposible encontrar las palabras que reflejan mi sentimiento y sensación ante todo lo que estamos viviendo. Tanto en nuestra España socio política mo en el resto de Europa y y Guerras... Me supera.
ResponderEliminarComo siempre, otro buen artículo.
ResponderEliminarFelicidades, Antonio.
Te quiero* y admiro. Lo sabes.
También te extraño mucho.
Feliz domingo.
Besos desde Gran Canaria a Granada.
Discrepo por completo de tu decepción. Cada día es una sorpresa y me parece un privilegio estar vivo.
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