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domingo, 11 de junio de 2023

CAMPAÑA

 

         Cuando apareció este 2023 de nuestras entretelas, ya teníamos asumidas un par de cosas que han significado el santo y seña de estos últimos cuatro años. Recién salidos de los recuentos de 2019 nos topamos de bruces con el asunto de la legitimidad, del que parece que nos hemos olvidado. Entramos en la novedad del gobierno de coalición que, apenas iniciado y no se daba dos euros por su duración, casi día a día. Con ese agónico alargamiento hemos alcanzado el presente 2023 desde cuyo principio hemos alcanzado la primera mitad cumpliendo las previsiones de que España iniciaba el cambio de color, cubriendo el país con el azul de la derecha y pendientes de la segunda mitad que nos debía llevar a completar las previsiones de un año entero de agotadora campaña electoral para alcanzar diciembre y cerrar el cambio previsto con la toma del poder de la derecha y que las aguas volvieran de nuevo a su cauce. Pero pasaron dos imprevistos que cambiaron el paso y modificaron los resultados. Con los datos, favorables al PP, nos disponíamos a una larga agonía del “váyase, señor Sánchez, de una vez”, ya conocido, que no duró ni 24 horas, con la inmediata convocatoria del 23 de Julio, que era la potestad del presidente y ejerció su derecho.



         Mientras tanto, los días van pasando, vamos asumiendo los resultados, bastante amargos para la izquierda, pero mucho menos de lo que se cantaba a bombo y platillo la primera noche. Con los recuentos, calientes todavía, era verdad que la derecha había ganado y esa victoria nadie la podía discutir. Pero los números son los números y las diferencias entre los bloques no superaban los tres puntos porcentuales, a pesar de que los territorios manifiesten unos cambios de color más pronunciados por la levedad de las diferencias. A esto le añadimos que una serie de restos de grupos de la izquierda se habían quedado sin representación y en tiempo record ha logrado concentrarse en Sumar. Con lo que esos votos inutilizados por falta de porcentaje pueden hacerse valer juntos en las generales, con lo que las distancias entre se acortan. Hay partido.



         En unos días, lo que parecía una victoria indiscutible de la derecha, se convierte en un juego de fuerzas, bastante más igualadas de lo que pronosticaban los primeros resultados. La derecha sigue siendo favorita, pero las diferencias se han estrechado y veremos lo que ofrece la campaña, una vez que el tiempo de desgaste se acorta y todos han de estrechar las estrategias porque lo que podía ser medio año de desgaste para la coalición en el gobierno, se convierte en un tiempo mucho más corto durante el que todas las fuerzas han de modificar sus zancadas porque el tiempo de espera se consume en unos días y las urnas vuelven a producir resultados, que pueden consolidar las tendencias que aparecieron en las recién terminadas o dar paso a estrategias nuevas que modifiquen los resultados previstos. Los dos bloques que se presentan como contendientes se convierten en posibilidades más estrechas de unos o de otros, vistos los cambios de última hora con que se presentan ante los ciudadanos.



         El escrito podría terminarse aquí si no fuera porque siempre hay fantasmas que pueden aparecer de la oscuridad y embarrar unos resultados que, sólo diciendo que no son todo lo limpios que debieran y permitir que la sombra del pucherazo pueda dejar aparecer el veneno de su sucia lengua. Lo que debía terminar con el final del recuento de los votos y la proclamación de resultados, se convierta en una historia sin fin en la que nadie gane y todos perdamos irremediablemente. Lo hemos visto en países bien cercanos y con  manifestaciones tumultuosas que han intentado modificar, a base de gritos y algaradas un día de dignidad y de que se escuche la voz de la ciudadanía voto a voto y con todas las de la ley. La noche de nuestros resultados se escucharon algunas voces que fueron apagadas con recuentos adversos para la coalición  gobernante. No quiero ni pensar en esa dirección, sea lo que sea lo que digan las urnas. Los recuentos deben terminar dictando la sentencia final y, tras ellos, sólo el silencio y la aceptación de unos y de otros. Que así sea.


      

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