Mientras
mi hija menor, Elvira, crecía comprobé en primera persona una de las locuras
del verano: esa en la que se constata que todo el bullicio de la ciudad se
traslada al litoral, allí donde los haya, los meses de julio y agosto. Este fin
de semana, por tanto, se convierte en el de más circulación del año. Ya nos
hemos comido mentalmente todo aquello que el covit 19, ¿te acuerdas?, nos trajo a malparir desde el 15 de 2019
hasta hoy. Seguir sigue entre nosotros lo que aun llamamos pandemia pero entre
las vacunas salvadoras, allí donde se han podido inocular y las distintas
variantes de ómicron, hemos
decretado que recuperamos la normalidad y eso implica que julio y agosto
recupera el reinado de la playa. Como el
descanso legal no supera el mes, este fin de semana en el que julio termina y
empieza agosto, nos faltan pies, manos, coches, carreteras y espacios
disponibles en general para salir y para entrar. Con el sobrepeso de material
humano que no cabe en las playas hemos inventado lo del turismo cultural y el
de interior para ver si así cabemos todos fuera de los domicilios habituales,
que es de lo que se trata.
Aquí
nos quedamos cuando el bicho nos invadió para cambiarnos la vida y ahora que
intentamos recuperar el punto donde estábamos, nos encontramos con el mismo
contubernio que entonces: la fórmula de dos meses de verano y diez de
normalidad nos vuelve demasiado locos. Ya entonces andábamos intentando
encontrar ampliaciones veraniegas con junio, septiembre y octubre con una
importante ocupación de ocio que permitiera repartir los contratos veraniegos
en unos fijos discontinuos tirando de abuelos, vacaciones escolares y aledaños,
porque la fórmula de dos meses de verano pelados se queda demasiado corta y no
permite resolver la distribución temporal con una cierta dignidad por más que
nos terminemos convirtiendo en un país de camareros, que estamos ya a punto de
conseguir al paso que vamos. Si alguien quiere una prueba del nueve de lo que
digo no tiene más que pasarse por cualquier playa un 25 de agosto y un 5 de
septiembre y lo comprobará.
¿Recordáis
lo de la guerra de Ucrania, que había sido invadida por Rusia y que iba a
suponer cambios geoestratégicos en el mundo entero? Pues superamos ya los cinco
meses de bombardeos, miles de muertos de uno y otro bando que nadie cuenta
porque, para qué, si no impresiona. El último litigio ha sido dar salida a los
millones de toneladas de grano que estaban y siguen estando almacenadas en el
puerto de Odesa, al sur de Ucrania, cuando su destino tenía que haber sido
África para evitar una hambruna de consecuencias imprevisibles. Como el
conflicto no cede, por ahora, Turquía, miembro de la Unión Europea y aliado de
Rusia, ha tomado las riendas y se ha convertido en mediadora para que el grano
de Ucrania salga de Odesa y llegue allí donde lo esperan como agua de mayo. Con
algunos bombardeos de por medio, parece que los barcos cargados están
consiguiendo salir. No sé si hablar de esperanza ante tan escasos resultados.
Demasiada sangre en el camino me parece a mí.
Habrá que decir que se avanza por decir algo pero el camino se torna pegajoso y abarrotado de despojos, lo que da pie a que tirios y troyanos dispongan de argumentos suficientes para leer que mejoramos o que nada merece la pena según la intención de salida que unos u otros tuvieran al empezar el discurso. Y, si bien se mira, seguramente que las evoluciones de este mundo no son muy distintas en ningún caso. Hemos sufrido un dramático año de incendios, por ejemplo, que no tendría por qué habernos extrañado si atendemos a las debilísimas precauciones con que recibimos a los extremos calores de la temporada, que ha sido suficiente como para que nos hayamos tirado las culpas a la cabeza, según los gobiernos responsables, antes que sentarse unos y otros, analizar la situación que se nos había venido encima y poner en funcionamiento cambios que pudieran prevenir los dramas que luego no sabemos más que lamentar. Aprender no es nada fácil pero se hace casi imposible si el afectado no quiere.
Muchísimas gracias.
ResponderEliminarMuy bueno, como siempre,.
Felicidades con mi cariño.
Besos
Muchas felicidades por tu blog. No lo conocía hasta ahora. Fue mi madre quien me comentó que escribías por aquí. Ahora ya sé dónde tengo un pequeño refugio para escapar un ratito de la rutina. Un fuerte abrazo desde tierras germanas.
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