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domingo, 1 de diciembre de 2019

SALUD



         A lo largo de esta semana mi amigo Ignacio me ha preguntado a través de un mensaje si me pasa algo porque el domingo pasado se quedó sin mi texto correspondiente, sencillamente porque yo estaba hospitalizado. Es la primera vez en mi vida que esto me pasa pero se me ha puesto por delante una apendicitis, me ha doblado de dolor y he recabado en urgencias sin más remedio. Si hubiera sido joven y sano hubiera sido cuestión de media hora de quirófano y un par de días de recuperación pero a estas alturas de mi vida, ni lo uno ni lo otro. He pasado siete días en una cama pública, maravillosamente cuidado con todo lujo de profesionales a cual más competente, como todos los enfermos internados, para limpiar mi cuerpo de la infección que él mismo ha producido para defenderse de la agresión de la apéndice inflamada, por medio de una punción en el punto del dolor para extraer el líquido indeseable allí creado y una fuerte dosis de antibióticos. Todo ello sin probar bocado ni líquido los cuatro primeros días por si había que operar de urgencia, cosa que no ha sido imprescindible, por ahora.

         El resumen del episodio es que he salido del hospital el miércoles pasado y he decidido que esperaba hasta este domingo para aparecer ante vosotros, dar las explicaciones correspondientes, tranquilizar a quienes se hayan preocupado demasiado, aunque ya puede verse que nadie es eterno y que un día u otro, aparecen incidencias contra las que uno no puede hacer gran cosa más que seguir las indicaciones médicas y confiar en que la solución, si es que la hay, aparezca lo antes posible y uno pueda volver a su normalidad. He comentado varias veces el chiste del abuelo que se muere y llega al cielo. Lo recibe San Pedro y empieza a celebrar la de cosas buenas que se va a encontrar en cuanto cruce la puerta y el abuelo calla y escucha con atención. Cuando San Pedro termina su relato el abuelo le responde… - Si todo eso está muy bien…, pero… como en la casa de uno… Pues eso.

         He pensado en las secciones de niños hospitalizados y en la imposible manera de pasar el rato a la espera de que las dolencias remitan y la desesperación de las largas horas de espera se resuelva de cualquier manera. Para los pequeños es un drama incomprensible pero para los familiares que les acompañan no lo es menos porque, aparte de estar con ellos, que no es moco de pavo, poco pueden hacer para influir en sus procesos clínicos, muchas veces sin solución. Como dato, a los pocos días de tomar yo posesión de la habitación 922 de Hospital Virgen de las Nieves, antiguo Ruiz de Alda, héroe franquista de nuestra guerra civil, apareció Pablo en la de enfrente con sus noventa años a cuestas y con no sé qué dolencia en su cuerpo y con su Alzheimer en el espíritu. Lo que sí sé es lo claro que se le escuchaban las voces a grito pelado llamando a su madre en cuanto alguien osaba tocarlo. Corroboré una vez más lo que se oculta en los lugares más profundos de nuestro cerebro y cómo cuando queremos conocer nuestros recuerdos esenciales, tenemos que retroceder a nuestra infancia porque allí están sin duda.

         Nunca me he visto tan bien atendido y con tantos medios materiales a mi servicio, es cierto. Lo he dicho mientras estaba encamado y lo repito ahora que el episodio forma parte de mis recuerdos aunque mi capacidad gustativa no se ha recuperado todavía, no sé si por efecto de la medicación o por alguna razón que desconozco. Lo creo de verdad y lo valoro en lo que vale, que creo que es mucho. Eso no obsta para que el muñequito, de los muchos que mis hijas me han creado para definirme, que mejor define mi estado de ánimo a la salida hasta mi casa sea este que os dejo aquí como muestra del estado de ánimo con el que retomo la vida, a sabiendas de que somos frágiles y no sabemos qué nos depara el mañana. En el lecho del dolor he cumplido mis setenta y tres años y, por tanto, más temprano que tarde tendré que verme de nuevo ante la próxima botana que me tenga reservada la vida y espero asumirla con entereza y humildad como parte del proceso natural, pero me alegro mucho de estar de nuevo con vosotros.


3 comentarios:

  1. Yo también me alegro de que sigas aquí para contarlo.

    ¡Qué bueno el dibujo que te ha hecho tu hija! Dices que hay más: ponlos, anda; que los veamos.

    Un abrazo

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  2. Gracias, Manuel. Te mando otros al correo o al wassap porque aquí no sé ponerlos. Un abrazo

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  3. Grata sorpresa saber que ya estás dado de alta y que, en definitiva. no chats pasado a mayores una apendicitis, resuelta sin intervención.
    Me sumo a ti por sea alabar públicamente las bondades del Salud Español, ..
    Los que por fortuna o mala suerte somos clientes asiduos de Centros hospitalarios, porque nuestra salud lo demanda BBV sabemos muy bien que todo lo que se realice y felicité de la Sanidad Pública es poco
    Repito: bienvenido al mundillo de los sanos

    Un abrazo

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