A lo
largo de esta semana mi amigo Ignacio me ha preguntado a través de un mensaje
si me pasa algo porque el domingo pasado se quedó sin mi texto correspondiente,
sencillamente porque yo estaba hospitalizado. Es la primera vez en mi vida que
esto me pasa pero se me ha puesto por delante una apendicitis, me ha doblado de
dolor y he recabado en urgencias sin más remedio. Si hubiera sido joven y sano
hubiera sido cuestión de media hora de quirófano y un par de días de
recuperación pero a estas alturas de mi vida, ni lo uno ni lo otro. He pasado
siete días en una cama pública, maravillosamente cuidado con todo lujo de
profesionales a cual más competente, como todos los enfermos internados, para
limpiar mi cuerpo de la infección que él mismo ha producido para defenderse de
la agresión de la apéndice inflamada, por medio de una punción en el punto del
dolor para extraer el líquido indeseable allí creado y una fuerte dosis de
antibióticos. Todo ello sin probar bocado ni líquido los cuatro primeros días
por si había que operar de urgencia, cosa que no ha sido imprescindible, por
ahora.
El
resumen del episodio es que he salido del hospital el miércoles pasado y he
decidido que esperaba hasta este domingo para aparecer ante vosotros, dar las
explicaciones correspondientes, tranquilizar a quienes se hayan preocupado
demasiado, aunque ya puede verse que nadie es eterno y que un día u otro,
aparecen incidencias contra las que uno no puede hacer gran cosa más que seguir
las indicaciones médicas y confiar en que la solución, si es que la hay,
aparezca lo antes posible y uno pueda volver a su normalidad. He
comentado varias veces el chiste del abuelo que se muere y llega al cielo. Lo
recibe San Pedro y empieza a celebrar la de cosas buenas que se va a encontrar
en cuanto cruce la puerta y el abuelo calla y escucha con atención. Cuando San
Pedro termina su relato el abuelo le responde… - Si todo eso está muy bien…,
pero… como en la casa de uno… Pues eso.
He
pensado en las secciones de niños hospitalizados y en la imposible manera de
pasar el rato a la espera de que las dolencias remitan y la desesperación de
las largas horas de espera se resuelva de cualquier manera. Para los pequeños
es un drama incomprensible pero para los familiares que les acompañan no lo es
menos porque, aparte de estar con ellos, que no es moco de pavo, poco pueden
hacer para influir en sus procesos clínicos, muchas veces sin solución. Como
dato, a los pocos días de tomar yo posesión de la habitación 922 de Hospital
Virgen de las Nieves, antiguo Ruiz de Alda, héroe franquista de nuestra guerra civil,
apareció Pablo en la de enfrente con sus noventa años a cuestas y con no sé qué
dolencia en su cuerpo y con su Alzheimer en el espíritu. Lo que sí sé es lo claro
que se le escuchaban las voces a grito pelado llamando a su madre en cuanto
alguien osaba tocarlo. Corroboré una vez más lo que se oculta en los lugares
más profundos de nuestro cerebro y cómo cuando queremos conocer nuestros
recuerdos esenciales, tenemos que retroceder a nuestra infancia porque allí
están sin duda.
Nunca
me he visto tan bien atendido y con tantos medios materiales a mi servicio, es
cierto. Lo he dicho mientras estaba encamado y lo repito ahora que el episodio
forma parte de mis recuerdos aunque mi capacidad gustativa no se ha recuperado
todavía, no sé si por efecto de la medicación o por alguna razón que
desconozco. Lo creo de verdad y lo valoro en lo que vale, que creo que es
mucho. Eso no obsta para que el muñequito, de los muchos que mis hijas me han
creado para definirme, que mejor define mi estado de ánimo a la salida hasta mi
casa sea este que os dejo aquí como muestra del estado de ánimo con el que
retomo la vida, a sabiendas de que somos frágiles y no sabemos qué nos depara
el mañana. En el lecho del dolor he cumplido mis setenta y tres años y, por
tanto, más temprano que tarde tendré que verme de nuevo ante la próxima botana
que me tenga reservada la vida y espero asumirla con entereza y humildad como
parte del proceso natural, pero me alegro mucho de estar de nuevo con vosotros.
Yo también me alegro de que sigas aquí para contarlo.
ResponderEliminar¡Qué bueno el dibujo que te ha hecho tu hija! Dices que hay más: ponlos, anda; que los veamos.
Un abrazo
Gracias, Manuel. Te mando otros al correo o al wassap porque aquí no sé ponerlos. Un abrazo
ResponderEliminarGrata sorpresa saber que ya estás dado de alta y que, en definitiva. no chats pasado a mayores una apendicitis, resuelta sin intervención.
ResponderEliminarMe sumo a ti por sea alabar públicamente las bondades del Salud Español, ..
Los que por fortuna o mala suerte somos clientes asiduos de Centros hospitalarios, porque nuestra salud lo demanda BBV sabemos muy bien que todo lo que se realice y felicité de la Sanidad Pública es poco
Repito: bienvenido al mundillo de los sanos
Un abrazo