Lo
hemos tenido en casa esta semana. Desde hace unos treinta años ya se viene
avisando que este planeta está en peligro, que nos habíamos tomado tan a pecho
que somos los amos del mundo que podía llegar el momento en que la capacidad
del planeta se viera desbordada por la acción del ser humano y nos viéramos
abocados al desastre puro y duro. Que todavía estábamos a tiempo pero que
teníamos que ir tomando medidas contra la contaminación desbocada. Se está
pasando el tiempo y me temo que los cambios de vida imprescindibles para el
sostenimiento de la vida se van alargando entre las tímidas medidas por una
parte y la arrogancia de unos pocos poderosos que se empeñan en que aquí no
pasa nada y que los científicos y los pusilánimes no hacen más que dramatizar
una situación que no llega a tanto. Lo cierto es que el tiempo pasa y nos vamos
acercando irresponsablemente al punto de no retorno a base de argumentos
engañosos y sin tocar nuestro cómodo nivel de vida que nos permite no entender que el mundo nunca fue
nuestro y que solo somos una parte del conjunto y tenemos deberes ineludibles
que nos empiezan a agobiar.
Cuando
hace unos años vivimos el tsunami del sudeste asiático, que en un rato dejó un
reguero de miles de muertos, comprobamos el poder de las fuerzas de la tierra y
la pequeñez y fragilidad del ser humano. Las señales no han parado y todas nos
hablan de que nos estamos pasando y mucho, suponiendo que estamos en la cumbre
del poder cuando nunca fue cierto y cada vez lo es menos, de modo que si no nos
planteamos un cambio de vida radical, más pronto que tarde nos vamos a ver
abocados a entender la realidad a base de experiencias cada día más dramáticas
y más fuera de nuestro alcance. Madrid ha sido el último encuentro mundial para
reflexionar sobre los cambios que cada día son más urgentes porque las
posibilidades de supervivencia se acortan por momentos en la medida en que
escuchamos con sordina las señales que cada día nos llegan con más nitidez. La
primera es que los países más contaminantes, EEUU a la cabeza, se empeñan en
negar el dramatismo de la situación y no hay modo pacífico de que entiendan que
tienen una serie de obligaciones para con el conjunto proporcional al poder que
ejercen de manera irresponsable.
Originalmente
el asunto es muy simple. A cada persona nos debe corresponder la misma medida
de poder por el hecho de haber nacido. Pero esto es algo que nunca ha sido
verdad y que los imperios que en el mundo han sido: Egipto, Roma, España, EEUU,
o los que puedan venir en el futuro, han creído que ellos eran más que nadie y
que su fuerza era la verdad, sencillamente porque lo decían ellos. Así hemos
llegado hasta aquí, con el mismo nivel de sordera del que a lo largo de los
siglos hemos hecho gala. Es una forma de vivir basada en la ley del más fuerte
y es la misma que rige todavía hoy. Parece que nuestro destino inexorable es el
abismo y que no hay forma de eludirlo desde el momento es que el que lleva la
voz cantante no es capaz de darse cuenta de que su poder no debe ejercerlo en
su beneficio sino en el del conjunto, lo cual sería completamente nuevo en la
historia porque no tenemos ejemplos en contrario. Los tenemos y muchos por
parte de los sufridores pero en ningún caso por parte de los hegemónicos.
No sé
si suena a pesimista mi discurso. Lo que pretende ser es lúcido y que nos sirva
para entender que el poder, tanto político como personal como del tipo que sea,
no puede destinarse a gozar de privilegios sino a cargarnos de responsabilidad
y a aportar salidas dignas para el conjunto de seres que nos rodean. Esto ha
debido ser así desde el principio de los tiempos pero la realidad es tozuda y
nos dice reiteradamente que no ha sido así y que los más fuertes han puesto las
leyes que les han convenido en cada momento y que lo siguen haciendo hoy. En
Madrid se han acordado medidas sensatas de control del derroche y de buenas
intenciones para el futuro de la vida. El problema es quién le hace entender a
los poderosos depredadores que se encuentran en la cima del poder que ellos
deben ser los que marquen el camino y servir de espejo donde el conjunto nos
miremos.
Un placer pasar por aquí y comprobar que sigues compartiendo palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusta tu apreciación porque responde a la verdad. Esa es exactamente mi pretensión y me encantaría compartirlas con personas como tú. Un beso
EliminarMe alegro que después del descanso forzado vuelvas a la "rutina" semanal.
ResponderEliminarYa ves, querido amigo, que la necesidad de expresarme es superior a las contingencias de la vida. Te agradezco tus palabras y te manido un abrazo
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