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domingo, 29 de diciembre de 2019

REQUISITOS



         El planeta es cada día más pequeño. Los que vivimos en esta parte del mundo en la que vivir es una decisión y cada vida es como un mundo vamos tirando del carro de una serie de valores: los nombramos, los ordenamos y los establecemos como patrones. Luego vivimos más o menos con ese patrón de comportamiento que hemos diseñado y podemos incluso interiorizar que lo que hemos establecido significa que la realidad queda marcada por esas señales. Pero la experiencia nos dice que eso no es sino una ilusión que apenas comprende una parte del mundo que no llega ni a la mitad.  Después viene el tío Paco con la rebaja y nos pone delante de los ojos un carrito metálico recogiendo chatarra que nos ocupa el espacio de las magníficas aceras que nos hemos dado. ¿Quién es capaz de explicar dónde y cómo vive esa gente que empuja el carrito, que nos ocupa el espacio y que se cruza con nosotros cada día y nos deja el característico olor de llevar sabe dios cuántos días sin ducharse? Y son ciudadanos de la Unión Europea. Ni siquiera los podemos acusar de inmigrantes y están aquí de pleno derecho.

         No digamos los que de vez en cuando nos llegan en alguna patera. El otro día pude ver por la tele una compuesta a base de mujeres con bebés o embarazadas. Nuestro mundo de traje y corbata no es el único que existe. Justo al lado se encuentra el gran océano del hambre que nos mira con deseo y que en cuanto puede se cuela entre nosotros porque hasta nuestras migajas les parecen deseables. Y nos asustamos de ver a tantos y empezamos a decir que hay que poner muros y que cada uno en su casa o que no hay pan para todos y que primero estamos nosotros y otras lindezas por el estilo. Yo mismo recuerdo que hasta dentro de mi país pude vivir la emigración algunos veranos en los que necesitaba conseguir fondos para seguir mis estudios y más de un compañero se atrevió a decirme que iba a robarles el pan de sus hijos. Y me sentí herido para siempre porque hay cosas en la vida que no se olvidan.

         Un bebé aquí es una decisión, por eso están tan caros y nacen tan pocos. Significa una revolución sin precedentes y se mueven como verdaderos monumentos a la vida, rodeados de servicios, si bien las necesidades siguen siendo muy superiores, y con un nivel de garantía muy alto, ¡ya era hora¡. Pero este mundo es mucho más. Un bebé también es una violación sistemática como botín de guerra, a sabiendas de que tanto el hijo como su madre van a quedar marcados de por vida porque la religión en la que viven así lo estipula. Y no es uno ni dos ni mil sino números de vergüenza que ni siquiera queremos nombrar, como si ignorándolos ya no hubieran existido. O son producto de un trato entre familias a través de matrimonios concertados en los que madres con nueve o diez años empiezan a ejercer de esposas a la espera de que la naturaleza las ponga a punto para traer toneladas de hijos que cubren con un manto de ignominia el terreno en el que viven. Algunas pueden llevar las marcas del ácido en la cara porque por un momento se atrevieron a ser libres cuando no estaba permitido por su cultura.

         Todo este tipo de situaciones tan dispares conviven amalgamadas dentro del mismo planeta como si este mundo que es uno por más que queramos levantar muros, nos muestra realidades tan dispares que casi no nos reconocemos como miembros de esta misma vida. Yo vivo esperando ansiosamente que se produzca una repatriación de algún inmigrante de los miles que pueblan la Costa del Sol que apenas dista 200 kilómetros de donde vivo. No, no nos engañemos. No sobran los negros ni los latinos ni los musulmanes. Los que sobran son los pobres, como siempre. Hoy les encontramos una excusa para intentar que no nos rocen si es posible pero en todos los tiempos y en todas las culturas los pobres han sido un estorbo. Ni se les estudia ni salen en los cuadros que adornan los museos. Algún día, espero, abriremos los ojos y nos daremos cuenta de que los que vivimos debemos poder usar de las posibilidades que garantizan la vida y la hacen más digna, tanto si vives en Doha como si acabas de cruzar el Estrecho en una patera en brazos de tu madre.


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