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domingo, 22 de diciembre de 2019

ADELAIDA



         Voy ya un poco tarde pero es que no me puedo resistir a contar. En definitiva para eso monté este blog. Es verdad que los asuntos van referidos sobre todo a la educación de los más pequeños. Bueno, hoy es la historia de una familia que a lo largo de 21 años nos ha venido prestando a sus cinco hijos porque han creído en nuestra en nuestra forma de crianza. Mi relación ha sido, sobre todo con Adelaida, la madre y ella es la protagonista. No habrá más nombres. No hacen falta tampoco. Yo necesito contar la secuencia porque os juro que estoy impactado, si bien a mi edad es verdad que nada te extraña ya en gran medida. Lo que no quiere decir que esté uno de vuelta de todo. En mi caso, ni mucho menos. Sobre todo porque ahora que me siento más libre me dedico a escarbar en mi interior para encontrar los aspectos más profundos. Los selecciono lo mejor que puedo y, como en este caso, los saco a la luz por si sirven de muestra para que alguien, como yo, pueda entender la futilidad de la vida un poco mejor. No sé si es posible crecer en sabiduría pero intentarlo no me parece un vano empeño. Y en eso estoy, mientras el cuerpo aguante.

         La historia es como sigue: Llego el día 20 por la mañana al Colegio Público Sierra Nevada a recoger, junto con otras tres entidades sociales del barrio del Zaidín, unas ayudas que nos han preparado en unas preciosas cajitas rojas y que nosotros agradecemos intensamente, no tanto por el valor económico, que también, sino por lo que significa de implicación de la infancia en los problemas reales del barrio y por su interés de colaborar en lo posible con los más necesitados. Como yo siempre llego temprano, me siento a esperar donde me dicen hasta que llegue el momento de la entrega. Me encuentro a una alumna que tuve con su gemela y que ambas están haciendo prácticas en el centro. Me da mucha alegría, aunque sé que implica que en mi vida hace ya mucho tiempo de casi todo.

         Se me acerca un señor, el compañero de Adelaida, con el que tuve también mucha amistad y por las mismas razones que con ella. Recuerdo que en su tiempo nos reíamos porque ambos trabajaban en el departamento de psicología social de la Universidad de Granada y proponíamos poner en la escuela una sucursal con ellos y sus cinco hijos. Empezó Adelaida a parir hijos y ellos empeñados en que querían una hija hasta que llegaron a cinco. Nos reíamos mucho porque al paso que iban les faltaba cada día menos para crear un club de fútbol. Aquí me quedé y desaparecí de sus vidas después de haber vivido 21 años en contacto con la familia porque aunque los mayores iban saliendo, siempre había un pequeño que ocupaba nueva plaza con todos los honores de hermano casi interminable. Todos los hermanos en las escuelas públicas tienen más puntuación por el argumento de reagrupamiento familiar. Con toda la confianza refrescada lo saludo y le pregunto por la familia por si ha aumentado y por los mayores, que seguro que vuelan solos ya.

         Con toda la claridad de la lengua castellana me dice que Adelaida murió el verano pasado por efecto de un cáncer de útero que se la llevó en unos pocos meses. Me quedo de piedra. Le digo que me ha dado el día y automáticamente me da vergüenza y le doy mi pésame porque estoy seguro de que ellos se quedarían mucho más de piedra que yo. Me sigue contando que a partir del suceso la familia se ha tenido que adaptar y que los mayores están dando la talla, asumiendo tareas que están a su alcance y recomponiendo por completo las responsabilidades porque la vida sigue y hay que salir adelante con la nueva situación que se ha creado, una vez que Adelaida ha desaparecido. Nos despedimos con toda la cordialidad del mundo y aquí me tenéis, colgado de la noticia, comentándosela a cualquiera que me encuentro a ver si a base de repetirla termino asumiéndola y, ahora, a vosotros. Será el tiempo que pasó sin que nos relacionáramos, o no sé lo que será, pero Adelaida la tengo en el cuerpo, sobre todo su sonrisa.


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