Hemos
tenido una entrada de otoño en la que las noticias eran de sequía. Cada día nos
mostraban pantanos con menos de un veinte por ciento de agua. En este momento
la media España del norte se encuentra con más de cien carreteras secundarias cortadas
y con un metro de nieve. Y seguimos, porque hoy se espera lluvia a base de
bien. En Granada las noches ya bajan de los cero grados y puede que mañana esté
Sierra Nevada hasta arriba de nieve. Los programas meteorológicos se han
convertido en estrellas porque en vez de contarnos lo que pasa nos lo venden.
Hasta del tiempo hemos hecho un espectáculo. Me consta que bastante gente es
capaz de ignorar las noticias pero se plantan delante del televisor y no se
pierden ni un detalle de lo que cada cadena es capaz de mostrarnos sobre el
tiempo. Pienso en aquellos mapas hechos a mano y las tizas de Mariano Medina. Me da ternura cuando los comparo con los que
se muestran hoy con evoluciones en directo de los vientos, de las isobaras o de
las previsiones bastante precisas a tres días vista.
Cada
vez se ven por la calle más abrazaderas en donde los pequeños de menos de dos
años van colgados de sus familiares calentándose con los calores corporales de
sus mayores. Me parece una magnífica idea y no creo que exista un sistema de
abrigo más natural y equilibrado que el cuerpo y los latidos de la persona que
me cuida. Recuerdo que nos trajeron una bolsa para transportar a mi hijo el
mayor que hoy tiene cuarenta y siete años y cómo íbamos por la calle haciendo
gentes como si estuviéramos ofreciéndole al niño algo del otro mundo. Lo que
conocemos como modernidad no ha llegado para anular aberraciones en las que
hemos caído pero sí permite que convivan al mismo tiempo distintas culturas
sobre. En los setenta se nos quiso hacer creer que el aceite de girasol era mejor
que el de oliva, sencillamente porque los Estados Unidos no sabían qué hacer
con su superproducción. A los niños había que operarlos de anginas a la primera
de cambio porque quitar las anginas, al parecer, era mejor que mejorar los
cuidados. Estuvo en profunda crisis la lactancia natural supongo que para
aprovechar mejor el tiempo de sus madres, que por entonces empezaban a
incorporarse al mercado de trabajo.
Lo que
quiero destacar es la de vaivenes que somos capaces de dar poniendo de moda
determinadas costumbres y adornándolas debidamente de argumentos sesgados, sencillamente
porque en cada momento somos capaces de defender lo que interese, tanto si el
fundamento en el que nos basamos es sólido no. La cultura de la libertad que
ahora disfrutamos, al menos en el país que vivo, permite que no se imponga un
solo discurso y que seamos capaces de ser diversos en nuestros fundamentos y en
nuestras prácticas. De vez en cuando se ven por las calles carritos de bebés
perfectamente rosas o azules dependiendo de los inquilinos que llevan dentro y
se simultanean con las abrazaderas. Yo tengo claro cuál es mi opción como he
explicado unos renglones atrás, pero me quiero felicitar porque en el cuidado
de los pequeños como en cualquier otro aspecto de la vida podamos cruzar
verdades de índole diversa sin que ninguno se tenga que sentir con la verdad ni
tampoco marginado por el hecho de ser distinto.
He
puesto el ejemplo de la información meteorológica porque me parece paradigmático
de a dónde se puede llegar a base de exagerar un tema, sencillamente por el
hecho de que la gente pueda estar más interesada en él. Tenemos que aprender
que la diversidad, tanto en conocimientos como en cualquier otro orden de la
vida es una riqueza sin paliativos y que tenemos que aprender a vivir en la
diversidad, sencillamente porque en la vida somos diversos y el hecho de serlo
y de que aprendamos a vivir como diversos es una de nuestras mayores riquezas.
Nunca faltan corrientes integristas de la índole que sea, que buscan
uniformarnos porque el enemigo para ellos tiene que existir y es el otro, el
que no es como yo. Hoy el mundo es suficientemente pequeño como para que
necesitemos aprender que todos tenemos cabida en nuestra admirable diversidad y
sin necesidad de que nadie se crea más que nadie.
Pues sí, Antonio; ahora mismo tenemos en Duende un fuerte debate sobre si las madres que amamantan a sus niños (a pesar de que ya comen de todo) lo pueden hacer o no dentro del aula, ante otros niños que acaban de despedir o están esperando a sus madres. Y el problema no se da sólo en las aulas de uno y dos años, sino también en las de 3-6.
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