El
asunto me resulta abominable. Desgraciadamente es muy frecuente y todos somos
un poco responsables, unos más que otros naturalmente, pero el resultado me
viene indignando desde que empezó a enseñar la patita, allá por 1983. Virginia,
la responsable del Centro Ocupacional de discapacitados intelectuales que
presido desde que me jubilé de mi trabajo con los menores de 6 años, me pide
consejo porque en la clase de su hijo
Martín de tres o cuatro años hay un compañero un poco autista que con
frecuencia no controla sus esfínteres. La maestra espera con impaciencia que la
administración mande una persona de refuerzo para que se encargue de la
limpieza y no termina de llegar. Cada vez que sucede llama a la madre para que
lo limpie y la madre ha tenido que dejar su trabajo porque se ha repetido en
varias ocasiones. Mientras llega la madre el niño es apartado del grupo. En vez
de responderle buenamente monto en cólera porque este asunto, que se repite una
y otra vez aunque Virginia no lo sepa, me parece denigrante para todos.
Desde
que empezamos a trabajar con pequeños, allá por 1978 ya teníamos el problema
del control de los esfínteres como un asunto de primer orden. Nunca hemos
dejado de atender este servicio porque hemos pensado que formaba parte de la
educación como cualquier otro tema y todos nos hemos responsabilizado de
atender a la limpieza de los pequeños con la misma intensidad que cuando hemos
jugado con ellos o cuando hemos salido de paseo por la calle o cuando nos hemos
enfrentado a la comida puesto que todos comen en la escuela porque sus familias
trabajan. Sencillamente este tema del control de esfínteres ha sido un capítulo
educativo como cualquier otro. Cuando se inventó en España la Educación
Infantil, en el Congreso de Barcelona de 1983 para sustituir a la antigua
Preescolar, la administración se emperró y logró dividir la etapa de 0 a 6 años
en dos ciclos, de 0 a 3 y de 3 a 6, cosa que algunos insistimos sin resultado
que sería fuente de conflicto y división en aquel presente pero sobre todo en
el futuro.
El
modelo nos venía de Italia y allí ya estaban funcionando las batas azules que eran personas que no
necesitaban ser maestras, cuya función era la de ayudar, no ser tutoras y sobre
todo cobrar menos, que yo creo que era lo más importante para la
administración. En aquel momento el problema no era muy grande porque la
mayoría de los pequeños empezaban su escolarización a los 4 años. Hoy, con el
descenso de natalidad y el aumento de los servicios tenemos capacidad para
escolarizar a todos los de tres años y hasta de menos. El problema de los
esfínteres se ha resuelto a base de ayudantes de refuerzo en cada ciclo que las
tutoras reclaman cada vez que algún pequeño lo necesita, con lo que hemos
creado de hecho dos categorías de docentes: los tutores, que cobran más y
atienden los programas educativo y los auxiliares o limpiaculos en lenguaje
chabacano pero real que cobran menos y que están a lo que ordenan los tutores.
En las oposiciones del año 1981, por las que entré en el Patronato, tuve que contestar a una pregunta sobre lo que yo haría si estando en la clase un niño se cagaba. En mi respuesta planteé que el cambio de pañales era una oportunidad inigualable para desarrollar la psicomotricidad relacional. Tanto le gustó mi respuesta al entonces director de la Escuela Normal de Magisterio, que su esposa -profesora también en ese centro- se lo contaba a todas las promociones que pasaban por sus manos; como me iba enterando cuando venían alumnas a nuestras escuelas y, al oírme hablar de la importancia pedagógica del cambio de pañales, me decían: "¡Ah eras tú el que nos contaba nuestra profesora!"
ResponderEliminarDesgraciadamente yo no pude convencer a mis compañeros del sindicato de que el supuesto logro de meter a personal de apoyo, cuando empezaron a abrirse las aulas de tres años, era en realidad un retroceso.
Y es que, como decía mi madre (maestra ella también): "Yo no te he pagado una carrera para que estés limpiando culos".
Lo que cuentas, Manuel Ángel, no me extraña porque nos conocemos, pero lo que me parece más importante no es que lo dijeras en un examen, por más repercusión que tuviera, sino que lo has practicado durante muchos años y que sigues en ello aunque tanto tú como yo hemos perdido en nuestros respectivos ámbitos, pero los dos sabemos que llevamos razón y que si alguien quiere hacer las cosas bien pedagógicamente hablando, tendrá que hacerlo de este modo. Muchas veces no importa perder en la vida sino estar de acuerdo con uno mismo y creo que esta es una de ellas. Un abrazo
EliminarMuy de acuerdo, de siempre. Y aunque yo solo he tenido alumnos de 4 años, durante un curso, cuando los he tenido de 6 años y han tenido algún problema de esfínteres, diarreas o vómitos... los he atendido como se merecían. Algo que pienso valoraba tanto el afectado como el resto.
ResponderEliminarGracias Manuel por ver tu imagen aquí y leer tus palabras. Permíteme que no te responda a tí, sino a quien pueda leer esto. Este hombre ha compartido conmigo más de treinta años de militancia pedagógica y hoy tengo la satisfacción de podéroslo mostrar y deciros que para mí es un privilegio que aparezca entre nosotros. Siempre ha trabajado en la escuela pública y hoy sigue dando testimonio de su compromiso desde la jubilación. Amigo Manuel, sigo dispuesto a< intercambiar palabras e ideas contigo y lo considero un honor, como siempre. Ojalá continuemos. Un abrazo inmenso
EliminarInteresante ...
ResponderEliminarSaludos
En absoluto desacuerdo con introducir personal auxilar dentro del aula, cuya misión única sea atender casos puntuales como los expuestos.
ResponderEliminarMe alegro porque coincidimos plenamente pero en su momento nos quedamos en franca minoría y no logramos que los sindicatos, nuestros sindicatos, nos apoyaran y ahí están constituídas las personas destinadas a ayuda. Un beso
Eliminar