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domingo, 30 de septiembre de 2018

PROTAGONISMO



         Hay secuencias definitorias que uno ha vivido y que le es imposible sacarlas de la memoria. Nunca dejo de recordar que en mi pobre escuela de pueblo había un ridículo cuarto de baño que estoy seguro que fue pensado para los alumnos y que sólo usaba el maestro. Tenía su llave correspondiente, que usaba solo él, mientras los niños orinábamos en plena calle de manera habitual. Nadie, que yo sepa, levantó la voz en ningún momento para poner las cosas en su sitio en todos los años que permanecí en la Escuela. Sé que no es más que un ejemplo pero es que así eran las cosas entonces y en alguna medida siguen siéndolo hoy todavía. Decir que los niños deben ser los protagonistas de la escuela sólo es una frase pero o logramos que eso sea así o la escuela no sirve. Lo podíamos aplicar a otros órdenes de la vida como hospitales o consultas de muchos tipos pero nos quedaremos con la escuela, que es nuestro objetivo.

         Parece de Pero Grullo decir que un pequeño asiste a la escuela o que asiste a su escuela pero la diferencia es como entre el día y la noche. No quisiera ser simplista pero es que hay cosas que se ven a ojos vistas. Tú miras a la cara cómo llegan los pequeños a su escuela por la mañana y puedes conocer en gran medida lo que se vive dentro. Cuando en muchos momentos hemos diferenciado nuestra docencia, que han sido muchos, con la docencia tradicional, siempre he dicho a las familias que miraran los ojos de sus hijos cada mañana cuando se acercaban a la escuela. Unos días han sido de gloria y otros de sufrimiento pero siempre han sido ellos los protagonistas y han estado seguros en todo momento de que ellos eran actores fundamentales de lo que pasaba allí dentro. Esta noción tan simple significa para los pequeños la seguridad de que la escuela es de ellos y que ellos son una pieza angular del acontecer diario.

         No sé si será demasiada credulidad o inocencia pero sí que he experimentado que entre Pepito y un alumno o entre Mari y un alumna hay todo un mundo perfectamente diferenciado. Los apellidos: Rodríguez, López..., ofrecen un cierto carácter militar que siempre me puso los pelos de punta. En Octubre de 1959 llegué a los Maristas por primera vez con mi beca bajo el brazo y me encontré en un inmenso patio con otros 1500 compañeros. A través del altavoz nos iban nombrando a los nuevos para clasificarnos. Recuerdo perfectamente haber escuchado mi nombre y no me moví porque no podía asumir que el que sonaba  fuera yo. A lo largo de la primera mañana todos terminamos distribuidos pero yo no podía pensar que nadie supiera que yo estaba allí si no me miraba o si no me hablaba. Nunca sentí ese colegio como mío y siempre me sentí un invitado, aunque al padre Marcelino lo sigo llevando en mi corazón porque con él me sentía una persona. Me hubiera aprendido el mundo entero si me lo hubiera pedido.

         La diferencia entre una escuela a la que uno se acerca para servirla y otra a la que uno se acerca y la siente suya y está convencido de que está dispuesta para servirte a ti es esencial desde el primer momento. Sería ridículo decir que con eso basta porque el trabajo y el esfuerzo de cada día es esencial en todos los casos, pero la motivación que se produce entre una institución que tú sientes que te ignora y otra a la que sientes como tuya no tiene color. La primera idea ha sido titular este texto ALEGRÍA pero tampoco me ha parecido que fuera lo que yo quería transmitir. En la vida hay momentos alegres y otros no tanto pero lo que verdaderamente importa es encarar unos y otros sabiendo que la institución que te alberga, la escuela, te incluye en sus fundamentos y te trata como una pieza fundamental de su función en la sociedad a la misma altura que los docentes o que las familias, pero nunca como un apéndice que se mueve al son que alguien toca.


4 comentarios:

  1. Como a los maestros nos gusta tanto darle vueltas a las palabras y otorgarles sentidos que no aparecen en el diccionario, ahora estamos con la moda de cambiar la palabra adaptación por la palabra acogida.

    De salida parece clara la intención: no se trata de que ese niño que llega nuevo se meta en el molde escolar, se adapte a él; sino que sea la escuela la que lo acoja, la que se haga más flexible y mullida para que el niño encaje en ella.

    Pero yo discuto el término precisamente por el protagonismo, por quien ejecuta la acción. En el proceso de adaptación todo el mundo es protagonista, escuela, familia y niño hacen esfuerzos por adaptarse unos a otros. Sin embargo acoger sólo lo puede hacer la escuela; ni la familia ni el niño acogen a la escuela, sino que son acogidos por ella. Son sujetos pasivos, no activos. Por eso creo que este palabro del proceso de acogida no ha sido bien buscado.

    Eso sin olvidar que en el mundo de la infancia ya tenemos el concepto de familia de acogida, que no tiene nada que ver. Un padre comentó en una reunión de novatos: "¿cómo que me hijo va a vivir un proceso de acogida, si él ya tiene una familia que lo cuida adecuadamente?"

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    1. No sabía lo de la palabra acogide. Creo que es un término hermoso y de gran contenido humanístico, pero referido, por ejemplo, a los refugiados.
      Estoy de acuerdo contigo una vez más en que adaptación se ajusta más al fenómeno que comentamos porque es multilateral y no sólo de los pequeños. Si recuerdas, algunos llegamos a hablar en los seminarios de adaptaciones, precisamente por la variedad de actores que se ven afectados. No sólo los pequeños, sino todo el conjunto de personas que los rodean y eso parece que no encaja bien con el contenido de acogida. Un abrazo

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  2. De toda la reflexiva exposición, me quedo con que "la escuela es de ellos y que ellos son una pieza angular del acontecer diario"
    Y de no ser así, carecería de sentido el proceso VITAL que aúna Educación con Escuela

    Abrazo, Antonio

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    1. En realidad creo que es en síntesis lo que he querido decir. Lo que pasa es que uno necesita circunloquios para terminar llegando al centro de la cuestión. Un beso

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