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domingo, 2 de septiembre de 2018

RENACER



         Ya estamos trabajando mi hija Elvira y yo para que en el menor tiempo posible podáis tener a vuestro servicio  los ocho años anteriores de textos semanales en forma de libro electrónico. No sé la utilidad que pueda tener pero de lo que sí respondo es de que lleva el esfuerzo y la preocupación de cada fin de semana y una prueba más para mí, de las muchas que la vida me lleva aportadas, de lo que significa un corredor de fondo. Este medio que nos ha aportado la tecnología tiene la gracia de que tú puedes pasar a su lado, mirar y pasar de largo sin más en el caso de que no te interese. Es tu derecho sin duda.  Eso me aporta paz. Lo que sí me interesa es que pueda haber una persona, mucho mejor si son muchas más, que se pare y considere que le pueda interesar lo que ahí va escrito. Para esa o esas personas es para las que va dedicado mi esfuerzo. Aquí iniciamos otro ciclo que no sabemos ni cuánto durará ni siquiera cuál va a ser su contenido. La vida que nos trajo hasta aquí nos marcará el camino.

         Como no creo en las casualidades, hoy comienza un nuevo curso, propiamente empezará mañana porque hoy es domingo. Os aseguro que no estaba previsto por mí aunque no me cabe la menor duda que de cualquiera de las zonas de la vida que ignoro por completo ha salido la decisión de que eran ocho años ya y había que hacer y suma y sigue. Así pasan millones de cosas en nuestra vida que las dejamos pasar como si nada pero que obedecen a un juego de armonías que espero que algún día haya personas que puedan desentrañar. Por mi parte reconozco que no alcanzo a encontrarles el sentido pero la vida me ha demostrado y me lo sigue demostrando cada día que..., haberlo, haylo. No encuentro, por tanto, otra salida que ser dócil con esa creencia y mantener el esfuerzo y la orientación mientras el cuerpo aguante con la seguridad de que algo o alguien será capaz de encontrar el hilo que lleve al ovillo.

         Me da miedo formularlo pero es que estoy convencido de que es la verdad y tenemos que acostumbrarnos a vivir con ella cuanto antes. Creo que por primera vez en la historia los pequeños están más lejos en destrezas técnicas que las personas que los tienen a su cargo. Muchos de los conocimientos que se vienen desarrollando año tras año pertenecen claramente al pasado y no aportan nada al presente pero seguramente las personas responsables de los pequeños aprendieron así y no disponen de otros medios para alcanzar las mismas cotas de conocimientos con unos contenidos más acordes a los tiempos que corren. En este momento cualquiera de los alumnos que seguro que no le falta un móvil en su quehacer diario es capaz de dar lecciones a cualquier forma de profesorado porque ha llegado a este mundo en un tiempo en el que se respira tecnología por cada uno de los poros de nuestro cuerpo. Yo sé, por ejemplo, que mi hija Elvira tuvo su primer ordenador con tres años. No ha sido la única ni mucho menos.

         Lo que pasa es que la realidad es tan ancha y tan diversa que junto a la explicación anterior, tenemos que resolver problemas de alimentación inadecuada en muchos casos como tenemos la vergüenza de esos pequeños en brazos de sus familiares corriendo de acá para allá sin destino, habiendo tenido que abandonar sus casas de la noche a la mañana, es posible que para no volver a ellas nunca más, y sin nadie que quiera acogerlos como si fueran unos apestados. Todo este barullo de problemas de índole tan diversa es lo que configura la problemática del momento presente y aquellos que lo vivamos con la profundidad y la extensión que tienen, como es mi caso y estoy seguro que el de muchos más, estamos obligados por nosotros mismos a no pasar por delante y volver la cara como si el asunto no fuera con nosotros. Hemos de pararnos, mirar de frente y afrontar la realidad con las fuerzas que tengamos, sabiendo que cada uno somos el mundo entero.


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