Hoy el
enemigo público de llama móvil o cualquiera de los elementos informáticos al
uso pero en realidad no ha sido el primero ni el único. Cada época ha tenido
sus bestias negras en las que los pequeños se han ido resguardando para no
terminar de caer en las redes de los adultos por completo. Pero la guerra ha
sido siempre la misma. El adulto busca dominar la voluntad del menor y el menor
huye que se las pela por cualquier vericueto que encuentre a la mano con tal de
no encontrarse perdido en la voluntad del mayor. Ambos saben que se necesitan,
es más, les encanta necesitarse porque el juego de afectos por el que la vida
se mueve así lo dice pero ninguno de los dos quiere perderse en la voluntad del
otro y desaparecer por completo. Y en ese juego de afectos en el que todos
ganan y todos pierden es en el que se va fraguando la educación. Los pequeños
alcanzando cotas de autonomía a base de presionar y los mayores regocijándose
en ver cómo crecen sus retoños aunque a la vez lamenten cómo se les van de las
manos por momentos.
La
alimentación ha sido tradicionalmente el reducto de las madres, como parte de
ese submundo del que ellas mismas han formado parte tradicionalmente,
conscientes todos de que se trataba de un mundo imprescindible en el que nos iba
la vida y la muerte pero con el que nos hemos permitido todo tipo de libertades
y desprecios porque hemos vivido seguros de que no nos iba a faltar en ningún
momento. La evolución de la cultura ha querido que tengamos que poner la
alimentación y todo su proceso en primera línea de atención. Los hombres han
tomado cartas en el asunto y ya tenemos la alimentación ocupando un puesto
preponderante en la sociedad. Hemos alcanzado hasta la universidad , con toda
justicia a mi juicio, pero cuando ya su destino ha salido de las manos de la
mujer en donde nació, para convertirse, ahora sí, en un sector clave de la
vida, como en realidad fue siempre, pero con todo el prestigio social que
merece y que nunca tuvo.
En
algún otro lugar he debido tratarlo, ya sabéis que los mayores con la memoria
no andamos muy precisos. Sí estoy seguro que comenté que nuestro taller preferente
era el de cocina. Se celebraba los lunes y que lo formaban un par de miembros
de los tres cursos mayores, de 3, 4 y 5 años. También me referí a la
colaboración habitual con una asociación de mayores que se ofrecían para
intervenir en distintos asuntos de la docencia y entre ellos, desde luego la
cocina. Para los que lo hemos experimentado, desde el primer día no hemos
tenido duda de que estábamos tocando veta en educación. Que con el contacto
directo se eliminaban toda una serie de mitos y malas costumbres que no tenían
más fundamento que la lejanía. En cuanto los pequeños tocaban los alimentos con
sus manos, allí los tenías comiendo de todo en crudo, por ejemplo, cosa que
fuera del espacio del taller hubiera sido impensable. Al final es la magia del
directo la que producía el milagro. El contacto con las cosas nos da su
conocimiento, su cercanía y su dominio.
Hoy no
hay televisión que no se jacte de tener en su parrilla algún programa que tenga
que ver con la cocina, con la alimentación, con los beneficios que obtenemos de
una buena forma de comer y hasta los oficios relacionados con la comida son un
sector laboral que se encuentra en auge. Yo me alegro porque siempre pensé que
con los alimentos estábamos tocando algo esencial de la vida pero me sigue
repugnando nuestra incapacidad para relacionarnos con las cosas de manera
placentera. Todo lo hemos convertido en competición y ya no cuenta hacer una
magnífica comida y aprender a disfrutarla sino que todo se reduce a un concurso
en el que ha de ganar uno o una a costa de que todos los demás pierdan. Nada
nuevo por otra parte porque en todos los órdenes de la vida parece que,
lamentablemente, no somos capaces de
hacer las cosas de otro modo.
Bien planteado ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Hasta los enemigos públicos cumplen su cometido!
ResponderEliminarInteresante escrito
Por eso me parece importante no rehuir ningún tema para que podamos contemplar los contenidos en toda su amplitud. Un besso
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