Quiero
pedir disculpas a las personas que me leen porque habitualmente edito los
domingos por la mañana y hoy es por la tarde cuando aparece este texto. Quiero
ser muy serio en el cumplimiento de este compromiso autoimpuesto, pero hay
veces que uno no puede controlar todos los elementos que hacen posible la
realidad. Esta mañana he asistido al 50 aniversario de la promoción de
magisterio del Ave María de la que yo formé parte, no como compañero que fue el
año pasado sino como superior, una
especie de responsable, vigilante de los tiempos libres del internado por cuyo
trabajo me ganaba el derecho a no tener que pagar mis estudios. Hemos paseado
por el que fue nuestro cole, hemos comido juntos y ahora, una vez descansado,
me dispongo a contaros el hecho, que me parece que forma parte de los rituales
educativos, aunque no sea más que en el recuerdo y como parte de la historia
que nos configura como profesionales.
Me han
citado a las diez de la mañana y el primer acto era la misa. He llegado a las
diez y media y en vez de asistir a la misa me he dado un paseo solitario por
Valparaíso exactamente bajo la Alhambra y el Generalife, completamente verde y
muy floreado por la abundancia de agua que hemos tenido hasta el momento. Me he
parado para constatar que nosotros cuando estudiábamos teníamos la Alhambra y
su verde bosque delante de los ojos todos los días y a todas horas, lo que daba
como resultado que llegábamos a vivir esa maravilla de paisaje como parte de
nuestra estructura de vida. Sólo he podido destacar ese fenómeno en un día como
hoy, mientras me acercaba a la iglesia a esperar que salieran los compañeros
porque hoy sí que valoraba ese lujo para la vista tener delante y casi poder
tocar el principal emblema de Granada y del Islam de occidente que nos sigue alumbrando
hoy, después de 500 años de su desaparición.
Una
vez terminado el acto religioso me he dirigido con el grupo hasta la cueva
donde Andrés Majón, fundador de las escuelas puso la primera Miga y Joaquín
Valderrama, compañero e insigne matemático ha tenido la ingeniosa idea de irnos
explicando el valor de nuestra historia común mezclada con los procedimientos
matemáticos y haciéndonos grato el conjunto de conocimientos que nos ha transmitido
sobre las cualidades histórico educativas de la función educadora del fundador
para los más desheredados del momento histórico que le tocó vivir, los primeros
cuarenta años del siglo XX. Le hemos agradecido sus ingeniosas y rigurosas
explicaciones que nos han resultado instructivas y agradables. Tanto él como Pepe
Revelles han sido los principales organizadores del encuentro. Fueron, junto a
Paco Rios, al que le hemos mandado un saludo porque hace unos días tuvo que
encamarse con un ictus del que afortunadamente se va recuperando, los que me
pidieron que asistiera y, francamente, he considerado que tenía que estar
presente si para ellos pude significar algo hace cincuenta años.
Antes
de terminar el encuentro con una comida de confraternidad en el mismo comedor
de siempre, hemos celebrado un acto en el que hemos recordado algunas de las
vivencias comunes que hemos considerado destacables. Yo he querido leer un
texto que tenía escrito El Arcángel
Moreno a la muerte de Pepe Heredia Maya, insigne poeta y compañero nuestro,
que junto a otras intervenciones
haciendo semblanzas de estos cincuenta años desde que terminamos nuestros
estudios hasta esta mismo mañana, han supuesto un suspiro si se cuenta el
tiempo global y se nos ha ido la mayor parte de la vida si se mide el tiempo
con el baremo de una persona. La prueba ha sido el alto número de ausentes a los
que ha habido que mencionar. Sus nombres sonaban como aldabonazos en los que
nos íbamos identificando los que un día fuimos sus amigos y hoy teníamos que
asumir su ausencia.
Me alegra haberme asomado por última vez hoy al ordenador, echando en falta tu entrada y saber que era por un motivo grato.
ResponderEliminarDe las múltiples escuelas a las que asistí como alumno, en la que más tiempo estuve fue en un internado de Ronda, donde justamente han hecho el encuentro anual este fin de semana; pero yo no he podido ir porque estamos pendientes del final del embarazo de mi hija Alba.
Sí he ido bastantes años y sí, siempre hay alguien que añadir a la lista de los que no volveremos a ver.
Es la parte más deprimente del encuentro pero se compensa con el intercambio de peripecias vitales, unas vividas y otras soñadas, que de todo hay. Un abrazo
EliminarRealmente interesante ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Qué ternura se destila en todo el texto.
ResponderEliminarMe ha emocionado, aun sin ser parte integrante del grupo a que aludes.
Y por las numerosas coincidencias con mi particular trayectoria profesional, en diversos aspectos, coincidente.
Pues es que en tí y en personas como tú es quién estaba pensando para escribirlo. Así es que lo que me dices me conmueve y de gratifica porque a lo mejor resulta que es verdad que uno está aprendiendo a comunicar lo que quiere comunicar. Aquí llevar u beso que lleva tu nombre
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