He
recibido algunas objeciones al texto de la semana pasada, en el sentido de
haber matizado un poco más los méritos que acumulaban los nombres
ejemplarizados. Como imagino que la
referencia no sería por Cervantes, de sobra conocido, entiendo que se refieren,
tanto a Maimónides como a Averroes,
ambos andalusíes, nacidos en Córdoba en el siglo XII y ciudadanos del mundo,
Maimónides para los judíos y Averroes para los musulmánes, pero ambos verdaderas cumbres de
la cultura, cuya importancia sigue viva en el presente, en la ciencia médica en
el caso del primero y en haber traducido a Aristóteles para moccidente, en el
caso del segundo. A ambos se les estudia todavía hoy en cualquier universidad
que se precie. Nunca he entendido la negación de Al Ándalus y su influencia en
este país y en el mundo de su época. Me pareció que ambos personajes, junto con
Cervantes, converso por padre y de madre y proveniente de Córdoba también, como
si la cultura musulmana, presente durante ocho siglos en esta tierra, se la
pudiera eliminar se un plumazo, así como así.
Juan Latino fue un esclavo negro, comprado
por la Duquesa de Sessa, hija del Gran Capitán, para acompañar a su hijo
Gonzalo a lo largo de toda su vida, tanto en Baena desde 1516, de niño, como en
Granada a partir de los 12 años más o menos. Primero se llamó Juan de Sessa como
todos los esclavos, que tomaban el apellido de sus amos. Cuando Gonzalo, el
duque, estudiaba, Juan no podía entrar a clase y aprendía de lo que oía
escuchando desde fuera. Sus dotes individuales le permitieron aprender lo que
escuchaba tras la puerta, llegando a dominar el latín de forma magistral hasta
hacerse bachiller en la materia, para lo que tuvo que alcanzar la libertad como
requisito imprescindible, y se dedicó a dar clases particulares a los hijos de
la nobleza granadina. De una de ssus alumnas, Ana de Carneval, hija del
administrador del ducado de Sessa surgió el amor entre ambos y gracias a los
buenos oficios con el arzobispo Guerrero y a su buena relación con Juan Latino se planificó la boda y el
arzobispado le ofreció a Juan la cátedra de latín, que estaba bajo su
competencia y el duque le ofreció una dote de 6000 maravedíes para doblegar las
reticencias del padre de la novia, que no estaba muy por la labor.
Juan
se integró por completo en la sociedad granadina y ejerció su docencia en la
universidad durante 20 años. El matrimonio vivió felizmente, que se sepa.
Tuvieron cuatro o cinco hijos. En el conflicto de los moriscos de las
Alpujarras, Juan tomó partido por el duque de Sessa, que acompañó a Don Juan de
Austria en la represión cruenta de la rebelión. Sin la influencia del ducado de
Sessa la proyección de Juan como primer catedrático negro de Europa no creo que
se hubiera producido. En honor a la verdad, eso no le quita un pelo de mérito a
la singular inteligencia de Juan y a sus dotes de persuasión frente a las
fuerzas vivas de la época, que llegaron a integrarlo como uno más de ellos
durante la segunda mitad del siglo XVI, en la que Juan desplegó su singularidad
intelectual, fuera de toda duda, y su capacidad de adaptación a la sociedad
granadina de su época, sin que el color de su piel fuera un inconveniente
insalvable para su desenvolvimiento.
Una vez fuera de la universidad por cuestión de edad y se su ceguera sobrevenida, vivió una vida longeva hasta su muerte en 1590. Tanto su cuerpo como el de su esposa y sus hijos, reposan en la iglesia de Santa Ana, junto al río Darro y a la Chancillería, en plena Plaza Nueva. La experiencia de Juan Latino nos vale como un ejemplo de integración individual que no le quita ningún mérito a él como persona, cuya capacidad intelectual y de integración social resulta meritoria sin duda ninguna. Pero no podemos extrapolar el fenómeno como si la sociedad granadina hubiera sido un ejemplo de sociedad abierta, salvo el caso de Juan, que nos queda como ejemplo destacado de su capacidad de adaptación individual, que de posibilidades objetivas de integración social de la sociedad de su época, como pudo verse sobradamente con el tratamiento de la sublevación morisca y su sangrienta represión, de la que Juan formó parte, y de su posterior persecución hasta las pragmáticas de 1609 y siguientes, que supusieron el drama final, que todavía perdura.
Gracias Antonio por traernos esta mañana un fragmento de la Historia, de nuestra historia. Un abrazo
ResponderEliminarNo conocía a esta persona. Gracias Antonio. Pero nada, no aprendemos.
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