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sábado, 23 de agosto de 2025

FUEGO

 


         Desde que empezaron me dije que algún día habría que tocad el tema, pero, en los comentarios de la semana pasada, mira por dónde, tanto Julia, de Cantabria, como Inma, de Valencia, me ofrecen el texto de Millas sobre Arde lo público. Para quien crea en las casualidades, pues una casualidad. Para quien no, como es mi caso, al momento decido que hay que apoyarse en Millas porque, en su contenido, hay tomate. Y aquí estamos.



Juan José Millas

14 AGO 2025

Arde lo público

Arde el monte abandonado, arde la encina centenaria dejada de la mano de Dios, arde la mezquita de Córdoba, utilizada de almacén, arden las Médulas, sin un plan de protección integral contra el fuego. Arden las vigas de la historia, arden las cuadernas de la nave en la que veníamos sorteando tormentas y tifones sin fin desde el homínido hasta el supuesto Sapiens. Arde el país como una carta vieja de amor en la chimenea de la pereza.

Arden las listas de espera: tres meses para el médico de asistencia primaria, seis para la operación, un año para la asistencia psiquiátrica, dos para el entierro. Arde la universidad pública. Arde la beca que no llega, arde el profesor que se jubila y no es sustituido, arde la biblioteca cerrada por falta de personal. Se abrasan Shakespeare y Cervantes y Lope de Vega y Calderón y Joyce y Kafka e Idea Vilariño y Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou y San Juan de la Cruz y Gabriela Mistral y hasta Rubén Darío arde recitando para sí mismo los versos de Lo fatal: "Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, / y más la piedra dura porque esa ya no siente, / pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, /ni mayor pesadumbre que la vida consciente".



Arden los versos y la prosa, arden los servicios subcontratados, las responsabilidades externalizadas, arden los trabajos precarios y las nóminas. Arden el precio de la cesta de la compra, el de la cultura y arde el alquiler de la habitación, arde el artículo 47 de la Constitución que consagra el derecho a una vivienda digna. Arde el piso de los padres que hay que vender aprisa y corriendo para pagar sus últimos cuidados.

Arden las ayudas a la dependencia, tan lentas que llegan cuando el dependiente lleva seis o siete meses enterrado. Arde la burocracia que pide para todo un papel que no existe (si existiera, inventarían otro irreal). Arde el funcionario que cierra la ventanilla con el gesto del que baja la guillotina. Arde también la xenofobia, el miedo al otro, a lo otro, y hasta a la otredad que habita en cada uno de nosotros. Todo es fuego lento o dinámico, de brasas frías o enérgicas, país en llamas macroeconómicas pomposas y en combustión microeconómica silente. Ardemos en medio de un humo de resignación. Arde lo público y en sus llamas se abrasan los contribuyentes y sus bienes.

         Le di una vuelta a la prensa, por si acaso y me gustó una frase de Benjamín Prado que, sin ninguna casualidad de por medio, considere que podría cerrar el texto de hoy y aquí lo incluyo.

Benjamín Prado

18 de agosto de 2025 20:48h



Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y de los bomberos cuando arde el bosque. No sé bien si alguna vez tuvimos remedio, pero ahora no: en estos tiempos se vive para el presente y no podía ser de otro modo cuando la ambición es el motor que mueve el mundo y se vive para hoy sin pensar en las consecuencias ni de nuestros actos ni de nuestras omisiones: el que venga detrás, que arree, dice el proverbio, y lo seguimos tan a rajatabla que somos el único ser que destruye su propio hábitat y hacemos cosas tan raras como ir a buscar agua a la Luna o a Marte a la vez que envenenamos los ríos de la Tierra, porque una cosa y la otra son buenos negocios para alguien.







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