En
esta última semana hemos tenido ejemplos de la fama que la inteligencia
israelí, el Moshá, lleva a gala. En territorio iraní, el jefe político de hamás
ha sido asesinado y otro jefe de las milicias libanesas. Israel espera una
respuesta militar de Irán de un momento a otro. El mundo entero ha admirado la
eficacia de los servicios secretos israelíes y la memoria es incapaz de pasar
por alto cómo es posible que los mismos servicios secretos fueran incapaces de
detectar el primer ataque de octubre,
provocando más de 1000 muertos inocentes y unos 200 rehenes, muchos de los
cuales siguen prisioneros y sus familiares reclaman su puesta en libertad al
gobierno israelí, sin resultado positivo hasta el momento. Con esas pruebas de
eficacia y de ineficacia al mismo tiempo, queda claro que la verdad de
cualquier conflicto es pura propaganda y cada parte no busca más que llevar
razón en las tesis que defiende y cada bando defiende el relato que más le
conviene. Todavía nadie ha sido capaz de explicar el sonado fracaso de la
seguridad israelí, que permitió aquella matanza.
La
cifra de palestinos muertos roza ya los 40000, casi la mitad niños y todo el
potencial ofensivo de Israel no ha sido capaz de doblegar a hamás y hacerlo
desaparecer del mapa, como fue su intención, proclamada a los cuatro vientos, desde el primer día. Lo que sí queda
clarísimo es que la franja de Gaza, con algo más de 2 millones de gazatíes,
prisioneros del ejército de Israel a cielo abierto, se han convertido en ruina
y desolación después de varios meses de bombardeos implacables contra hamás
pero destrozando todo los edificios y
negando a sus habitantes la indispensable ayuda humanitaria que les permita la
supervivencia; agua, comida, medicamentos, que esperan en largas colas de
camiones poder entrar en Gaza, pero que Israel impide o permite con
cuentagotas, saltándose a la torera las más elementales leyes de la guerra,
amparadas por la comunidad internacional. Con esta situación, Gaza se parece,
cada día más, un cementerio. Y la solución cada día se aprecia más lejana.
Quisiera
poder detenerme un poco en el conflicto de Ucrania y Rusia, que supera los dos
años de guerra y que también se ve como un diálogo de sordos, lo que en origen
iba a ser un paseo triunfal ruso, no superior a una semana. En ambos conflictos
se antoja una manifiesta incapacidad de entendimiento entre los bloques sin
que, por el momento, se aprecie otra salida que la de mantener la tensión sine díe.
Lo que
sucede es que la mirada interior, es cierto que por ahora no tiene un conflicto
abierto como los que antes hemos mencionado, pero es verdad que las
posibilidades de entendimiento tampoco prosperan en el sentido de una
acercamiento. Por el contrario, nos encontramos, tanto al gobierno como a la
oposición, apoltronados en sus propios argumentos e ignorando por completo los
del vecino, produciendo un enfrentamiento crónico, cada uno protegiéndose en
sus propias razones y permitiendo que la calle funcione como si unos nos
ignoremos a los otros, de modo que el nivel de entendimiento se enrarece como si
los unos ignoremos los argumentos de los vecinos. Las tensiones entre unos y
otros parece que dan como resultado ignorarnos cada día un poco más y esperar
con paciencia que en algún momento seamos capaces de mirarnos frente a frente y
nos reconozcamos como ciudadanos del mismo país, a la espera de ser capaces de
entendernos.
Con las medias verdades alcanzamos una serie de silencios y de malos entendidos que nos hacen que los discursos se fundamenten en los silencios o en las verdades a medias, que lejos de acercar posturas, lo que conseguimos es alejar los niveles de entendimiento y tratarnos como vecinos que necesitan ignorarse, sabiendo que ese camino no logra acercar posturas, cada uno por voluntad pro si habláramos lenguajes distintos.
Es todo tan terrible, inhumano, estúpido y macabro, que no tengo palabras...
ResponderEliminarGracias de nuevo por tu análisis.
Te quiero, amigo mío.
Feliz domingo.
Besos 😘