Mañana
se cumplirá un año más del asesinato de Federico García Lorca. La orden partió
de Sevilla del general Gonzalo Queipo de Llano y
Sierra, cuyos restos todavía descansan en sagrado, como si fuera un santo:
“Darle café, darle mucho café”, era la clave. Pasó por el Gobernador militar de
Granada, José Valdés Guzmán y
el brazo ejecutor, José María Nestares Cuéllar desde el puesto de mando
del Palacio de Víznar que un día levantó un arzobispo que llegó de Cuzco y se
dispuso a pasar sus últimos años de vida en él. Incluso se hizo construir un
camino desde su palacio hasta la Fuente de Ainadamar, en Alfacar, para sus
apacibles paseos. Todavía los lugareños lo llamamos EL CAMINO DEL ARZOBISPO y
era el último paseo de los condenados a muerte, Federico entre ellos, antes de
recibir su dosis de plomo y de dejar su cuerpos abandonados en sus orillas,
hasta ser recogidos y ordenados, ya como cadáveres, en el Barranco de Víznar.
En este momento están abriendo la fosa y ya llevan más de cien esqueletos
levantados, uno de los primeros, de un niño de entre 12 y 14 años, con un lápiz
en la mano y, junto a él, una goma de borrar.
Toda mi vida he recibido
información de tan infausto recuerdo y nunca he querido dedicar al tema
atención detallada, no sé si por miedo, por vergüenza o, sencillamente, por
desconocimiento. Los lugareños hemos venerado un monolito junto a un olivo en
el Parque Federico García Lorca, que se inauguró hace unos años, con
aportaciones económicas del mundo entero y que allí se encuentra medio
abandonado desde que un día se intentaron encontrar los restos del poeta y al
levantar la zona, junto al monolito, ni se encontraron sus restos ni de ninguno
de sus tres compañeros que cayeron con él la noche del 19 de agosto de 1936.
Menudo chasco. Desde entonces nadie ha dispuesto una nueva cata en los
alrededores y, lo que pensamos muchos de sus vecinos de hoy, es que no sabemos
dónde se encuentran sus restos y que probablemente su familia se hizo cargo de
ellos y puede que se encuentren, aunque no es seguro, a las puertas de la Huera
de San Vicente, su residencia familiar en pleno Parque García Lorca, en pleno
centro capitalino y en plena Vega en vida del poeta.
Renuncio a entrar en más
detalles sobre la peripecia de un hombre y de una guerra civil. Si algo ha quedado
con el paso del tiempo sobre su figura ha sido el asesinato de la inocencia de
su persona, como la de tantos miles como que pesan sobre nuestra conciencia
todavía y que nos llaman desde las cunetas desde tantas fosas todavía por abrir
para encontrar sus restos y ofrecérselos a sus familiares para que, por fín,
aparte de ser rojos, sean tratados como españoles de pleno derecho y devueltos
a sus familias para que reciban un destino adecuado. Yo vuelvo a mi redil,
medio cobarde, medio hijo del silencio y ocuparé mi conciencia haciendo que el
contenido de la obra de Federico nos dignifique un poco a todos y cubra todo el
oprobio que cubrió esta tierra con su muerte inocente y con la de tantos miles
como cayeron como él.
Mi invitación, como siempre, seguirá siendo leer y meditar su obra, sobre la que sigue pasando el tiempo y los años la hacen más ancha, más honda y más grande. Su condición de persona libre no cupo entonces y eso nos tiene que hacer reflexionar a todos para que el mundo que habitemos tenga cabida para todos. Decir que España es de todos los que vivimos en ella y de todos los que murieron por ella. Nadie tiene derecho a apropiarse de ella, excluyendo a quien no piensa como él. Carguemos con nuestra vergüenza colectiva y aportemos dignidad en la medida que sepamos y podamos a esta patria que es de todos, que un día nos vio nacer y que recibirá nuestra muerte como parte de un acervo común. Federico y otros fueron fusilados, pero su figura se agranda y nos dignifica un poco a todos su inocencia.
Infausto y triste recuerdo.
ResponderEliminarGran pérdida de forma terrible que tanto nos continúa afectando y horrorizado
Gracias por tu homenaje a esta gran persona y escritor de todos.
Feliz domingo, amigo.
Besos desde gran Canaria.
No quiero ni preguntar por esa tremenda ola de calor... Resguardarte y cuidarte bien es lo que toca, mi niño.
Que sea leve...
Te agradezco tus mios, que nunca me han faltado. Del recuerdo, nunca quise detenerme demasiado, no sé si por cobardía o por negar el dolor. Un besao
EliminarY pasarán más décadas y siglos quizá, y seguirá creciendo su figura.
ResponderEliminarMuy buen homenaje el que he leído en esta publicación.
Un abrazo.
Estoy de acuerdo. Es verdad que mataron su cuerpo, pero lo hicieron inmortal. Un beso
Eliminar