Dos
acontecimientos suceden este fin de semana que atraen mi atención y que me
dicen que no debo pasar por ellos sin pararme, mirarlos y echar mi mente a
rodar, consciente de mis grandes limitaciones para ser capaz de aportar alguna
reflexión que merezca la pena ser compartida, pero con la conciencia bastante
clara de que si paso de largo, como si tal cosa, voy a tener sentir que estoy
dejando ir una parte de la realidad que considero de alto valor y no me atrevo
a meterle el diente. He dudado antes de entrar en este par de asuntos y, al
final, he optado por entrar en ellos.
Europa
está mirando expectante la segunda vuelta de las elecciones francesas porque
cabe la posibilidad de que la extrema derecha se convierta en la primera
fuerza, cosa que ya pasó en la primera vuelta, y hasta de que alcance la
mayoría absoluta, si la recomposición de las fuerzas de centro-izquierda
reagrupadas en un solo bloque no consiguen ponerle freno y superarla.
Seguramente, a estas alturas, no cabe hacer otra cosa. Pero reflexionar nunca
es malo y hace años que estamos viendo cómo la extrema derecha se va imponiendo
en toda Europa, sobre todo en Francia,
conocemos también los principales argumentos en los que se fundamenta, y vamos
dejando pasar su capacidad de penetración, que no cesa, como si no fuera con
nosotros. Solo en momentos como éste, en el que le vemos las orejas al lobo,
nos revolvemos para parar el golpe, ya veremos si somos capaces de lograrlo,
pero me temo que con muy pocas ganas de tomar el toro por los cuernos y entrar
en los contenidos que nos han traído hasta aquí y darnos cuenta que, por este
camino, si no pasa esta vez, pasará la siguiente porque la evolución está a la
vista y no se arregla de la noche a la mañana.
Ya,
dentro de nuestra casa, ayer vimos cómo Madrid se llenaba por completo de
banderas Arcoiris y de más de un millón de personas, y no es la primera vez,
para reivindicar libertad para sus distintas formas de amarse porque sienten
que, aunque la evolución social se va abriendo en distintas direcciones,
respondiendo a las distintas realidades que se vienen manifestando, un acto
como el de ayer nos dice que son muchos los que consideran que no se hace
suficiente y que no vale dormirnos en los laureles como si los olvidos que la
sociedad asume no pueden hacerse eternos y requieren respuestas en las
costumbres ancestrales porque hay personas, muchas personas como ayer pudimos
ver, una vez más, que se sienten sin espacio reconocido y que tienen los mismos
derechos que cualquiera para disponer de un
lugar en este mundo que los respete, que los valore y que reserve paras
ellos un espacio donde se sientan miembros de pleno derecho.
Reconozco que este tema me tiene en mantillas porque, como cualquiera, soy hijo de mi historia y mi historia ha tenido muchas deficiencias que yo arrastro sin duda. Seguramente no soy solo y cada uno va arrastrando su mochila como puede. Quizá una actitud razonable puede ser la de arremangarnos todos un poquito, reconocer nuestras limitaciones y dedicarnos a aprender sobre quiénes somos y qué queremos porque situaciones como las que ayer se manifestaron en Madrid no tienen pinta de ser casuales y seguro que necesitan la colaboración de todos.
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