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domingo, 2 de junio de 2024

ENCUENTRO


         Muchas veces intento eludir los avatares que van apareciendo en estas propuestas de cada domingo. No es porque no me interesen los vaivenes de la vida; lo que pasa es que sé que hay muchos medios que la cuentan y lo que uno puede hacer desde aquí, es demasiado pequeño. Una repetición apenas y en peores condiciones que una primera página de cualquier periódico, con la diferencia de la importante difusión que toma cualquiera de ellos. Termino aludiendo, desde mi humildad, por participar como ciudadano del mundo de los aconteceres más sobresalientes con que nos vemos inundados. Echo mucho de menos prestar más ojos a la vida pequeña y profundizar en sus interioridades para obtener lecciones de menos extensión que las primeras páginas, pero puede que de más profundidad en las lecciones que cada uno vive de su peripecia individual. Hoy quiero ahondar un poco en nuestras particularidades y dejar de lado los grandes acontecimientos.



         Recibo hace unos días un mensaje, de un número que no conozco en el que alguien me cita a acudir a un restaurante de Pinillos Genil en donde ayer estarían reunidos algunos alumnos del Ave María de los que yo fui su superior hace mil años porque todos alcanzan ya los 70 años, por lo menos. Me recuerdan de entonces y quisieran verme. Se me pide que responda con la presencia, pero que no diga nada para que sea sorpresa. El grupo que no sabe nada de esta trama me manda esta foto y este texto: Antonio, te recordamos con mucho cariño… Con mucho, mucho cariño. ¿Sabrías quiénes somos?. Coincidimos en 3º A. Ave María. A lo que yo respondo: Demasiado guapo veo por aquí. No puedo precisar tanto porque ya no me da ni el tiempo ni la memoria pero en fin para agradarme y para mandaros un abrazo, seguro que sí. Ahí va.



La cosa hubiera quedado así y ellos hubieran cumplido y todos tan contentos. Pero algo me dijo que el encargo de aquel teléfono había que seguirlo y decidí presentarme.

         Y allí me planté sin que ellos lo supieran. Ya me barruntaba que el teléfono era de Miguel López Melero, con el que me he visto pocas veces desde entonces, pero nos hemos seguido por cuestiones familiares que no vienen al caso. Me llevó mi hijo Nino, me soltó con ellos y se fue. Allí estuvimos contando batallitas varias horas y seguro que estaríamos todavía porque había mucho que contar y no parábamos. En un momento determinado, después de inmortalizar con una hermosa imagen, cada mochuelo volvió a su nido. Por lo que vi, ya empezaron a planificar el siguiente encuentro que, por lo que pude escuchar de aquí y de allá, pretende comenzar en Santiago de Cuba, ya acordarán cuándo. Miro la foto y lo primero que veo es que no hay más que hombres pero es que la vivencia que se conmemora es solo de hombres. Por no complicarme demasiado la vida, me paro aquí, pero me guardo sensaciones y hasta amoríos propios de la adolescencia que sólo podíamos exteriorizar de unos con otros.



         Agradezco la conexión que propició Miguel, que pretendo que continúe por razón de que nos une nuestra dedicación a las personas con capacidades diferentes, él desde el punto de vista académico desde la Universidad de Málaga y yo desde mi representación familiar en las Hermanas Hospitalarias, ahora que terminamos la fusión que emprendimos hace dos años.

         No puedo terminar este texto sin dedicarle una foto a José María que me sorprendió con un entrañable y emotivo abrazo, que yo no esperaba pero que valoro y agradezco. Él me aludió a un personaje, el padre Brown y a su creador, G.K. Chesterton que yo debí propiciarle entonces, allá por 1965 o 1966 y ayer me dejó conmovido por la intensidad de su abrazo y por la lección de vida que nos impulsa a valorar las cosas que hacemos, muchas veces sin darles demasiado valor, sin darnos cuenta de que para otras personas han podido tener una importancia decisiva. Gracias, José María. Tú reacción de ayer no se me va a olvidar.     



6 comentarios:

  1. Qué bien!
    Que sean muchos más.
    Felicidades 😊

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    1. Como fue sorpresa, no se espera y por eso impresiona más. Un beso

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  2. Gracias por el emotivo e inspirador relato. Puede imaginar mi corazón lo que sería ese encuentro. Besos a mares

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  3. Gracias por tu presencia Antonio. El mensaje con la foto te lo envié yo; se lo dejé a leer a Miguel L. Melero y aun así no me dijo que te había invitado. Canalla. Echamos un buen rato. Algunos no nos veíamos desde que teníamos trece años. Como puedes suponer la comida estuvo llena de recuerdos y anécdotas. Muchos relacionados con tu persona y el cariño que te profesamos. Pues eso, Antonio. Que muy bien.

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    1. Los dos sabemos quién es Miguel y de lo que es capaz. Un beso, guapo.

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