Tenemos
una sequía de las de órdago. Cientos de miles de personas andan surtiéndose de
agua dulce a base de camiones-cuba, en garrafas de plástico y hasta en barcos.
Las zonas más dramáticas son Andalucía y Cataluña sobre todo y, en general todo
el arco Mediterráneo. Ya se hablaba de nuevas desaladoras para afrontar una
sequía permanente, que es lo que se esperaba hasta hace un mes. Casi estaba
diseñado un transporte masivo de agua desde las desaladoras existentes a los
puntos necesitados más dramáticos con barcos, cosa que hasta ahora no hemos
conocido más que de manera puntual. Algunos hemos llegado a quejarnos de que
dispongamos de oleoductos para trasladar petróleo o gas allá donde se precisa y
no dispongamos de acueductos para garantizar el suministro de agua donde es
apremiante. La situación ha llegado hasta el punto de que muchos creyentes han
decidido sacar a la calle procesiones en rogativas, a ver si por este
procedimiento la intercesión divina actuaba y nos mandaba del cielo el agua
como un maná. Esta fórmula se ha usado tradicionalmente, por extraño que
parezca, con resultado desconocido.
Pues
he aquí que llega marzo, que hoy termina, se abren las compuertas de los
cielos, estoy seguro que no por las rogativas precisamente, y el agua baja
hasta nosotros en forma de nieve, de granizo o de chaparrones consecutivos y
abundantes, si bien no por todas partes con la misma frecuencia e intensidad.
Dicho así podríamos pensar que las rogativas pidiendo agua deberían haberse
sentido satisfechas o repetirse en las mismas calles dando gracias a la
divinidad por habernos satisfecho una necesidad tan apremiante, que nos tenía
desesperados. Pero he aquí que la última semana que hoy acaba, los mismos
creyentes que rogaban por el agua desesperadamente, se instalan en su Semana
Santa y necesitan la calle por completo para conmemorar las principales
secuencias de su religión y la propia agua que reclamaban con ardor, les impide
ahora pasear sus vírgenes y sus nazarenos para mostrar los fundamentos de su fe
y, ya de camino, recoger los dividendos del turismo masivo que daban por hecho.
No
diré que la divinidad que reclamaban los ha escuchado y les ha mandado el agua
que pedían, porque en ningún momento he compartido semejantes creencias, pero
sí puedo mostrar mi perplejidad contemplando lágrimas de dolor porque la tan
deseada lluvia se haya hecho presente en forma de borrascas consecutivas que,
cuando menos, vienen a paliar si no resolver, el dramático problema de sequía
al que habíamos llegado. Ahora es el agua tan deseada la que, al parecer,
molesta porque no está cayendo exactamente el día y la hora en que a nosotros
nos interesa. Si ya somos capaces de llegar a semejante nivel de
contradicciones en el que lo que pedimos no es que llueva cuando lo necesitamos
sino que, para sentirnos satisfechos, la meteorología debe ponerse a nuestros
pies y mandarnos el agua cuando nos venga bien, una vez que nuestros lucimientos
personales se vean satisfechos con el despliegue de poder en las calles de toda
la imaginería almacenada en las iglesias o bien nuestros bolsillos se forren
haciendo el agosto, satisfaciendo a los turistas que nos abarroten para
contemplar tanta parafernalia.
Por mi parte no tengo más remedio que dar por buena cada una de las gotas que nos llegan y, a sabiendas de que la sequía no va a desaparecer porque la zona mediterránea, por ejemplo, está recibiendo agua en abundancia, la necesidad acumulada es muy superior y será necesario pensar en medidas a medio y largo plazo para prevenir la desertificación que avanza implacable por efecto del cambio climático y hace falta cubrir las necesidades de la zona y de los millones de personas que la habitan. Quizá, incluso, la experiencia nos pudiera servir para aprender un poco de realismo, suficiente para darnos cuenta de que la meteorología tiene sus propias leyes y todavía no ha llegado el momento en que podamos mandar en los vientos y en las tempestades. . ¡Un poco de humildad, por favor!.
Ya lo dice el sabio refrán, nunca llueve a gusto de todos. Pero lo que está claro es que no aprendemos, ni planificamos para lo que ya lleva mucho tiempo avisando. El cambio climático es un hecho que puede destrozar nuestra geografía y por ende, nuestras vidas.
ResponderEliminarQuerida Tere, nuestra arrogancia hace que no aceptemoos esta maravilla de lluvia que ojalá nos colme de la cantidaad que nos falta, que es muccha. Un beso
EliminarSabes?, en todas partes se cuecen habas, prerrogativas porque venga la lluvia, o racionar el tan anhelado elemento. Por mi parte aportaré un granito de arena utilizando lo necesario, y aprovisionarse soluciona momentáneamente algo pues dicen que hasta agosto se prevé está lamentable situación. Y que pensaremos cuando aparezca el fenómeno de la niña??? Definitivamente tienes todas razón, la metereología tiene sus propias leyes.
ResponderEliminarA nuestros conocimientos les falta la humildad necesaria para entender que nuestra capacidad es limitada y que la naturaleza nos supera con cada uno der los fenómenos que nos aporta. Gracias por el comentario.
EliminarTienes razón, como siempre, querido Antonio.
ResponderEliminarAquí estamos acostumbrados desde siempre a comprar agua embotellada y de garrafa.
Además del agua desalada.
Conciencia de la importancia de este líquido elemento es algo inherente para los canarios.
Ojalá continúe lloviendo mucho.
Aquí, caso nada... Como es habitual.
Besos y felicidades a todos.
Casi nada, quise escribir...
ResponderEliminarAunque el teclado vaya a su bola...
Cuídate mucho ☺️🫂😘