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domingo, 4 de febrero de 2024

AGUA

 

         No descubro nada si afirmo que estamos inmersos en  un ciclo de sequía. En otros tiempos también los hubo y, probablemente, las reservas hídricas no eran tan cuantiosas como las que teníamos almacenadas en pantanos. Quizá, por eso, hemos venido anunciando que las reservas descendían, sobre todo en Cataluña y en Andalucía, pero íbamos tirando de reservas hasta que hemos llegado a un nivel en  el que, las hayamos llevado a bajo mínimos y puede que hayamos llegado a un punto en el que tenemos que ver medidas que no conocíamos hasta el momento. Históricamente, si llovía comíamos y si no llovía, nos moríamos de hambre. Con el tiempo nos habíamos dotado de embalses y hemos acumulado reservas que han suavizado las sequías y hemos dado tiempo a que vuelvan las lluvias antes de verle las orejas al lobo, pero vemos que el agua no llega y las medidas tradicionales se agotan. Quizá también hemos llegado a pensar que no dependíamos tanto  del agua como dependemos y, en vez de moderar su uso, hemos llegado a pensar que todo el monte es orégano, y hemos llenado el suelo patrio de necesidades acuíferas y nos estamos quedando a cristo mío porque no llueve lo que necesitamos y porque cada día necesitamos más.



         No me voy a detener mucho en el descubrimiento de los acuíferos, con los que en origen no contábamos y, con el paso del tiempo, supimos que suponían un importante colchón para tiempos de vacas flacas. Aparte del socorrido recurso de salir en procesión para rogar a dios para que se diera cuenta de nuestras faltas y abriera las compuertas de una vez, como si la solución fuera llegar y topar. Ya las rogativas no se ven tanto, pero todavía se hacen presentes de vez en cuando. A pesar de que la ciencia nos ha abierto tantas puertas, todavía acudimos a la magia divina, por si acaso. Mientras tanto, la idea de moderación de las necesidades se ha ido alejando y, de hecho, nos comportamos como si el gasto de necesidades no tuviera límite y parece que nos hemos convencido de que podemos necesitar sin límite y la realidad nos está diciendo que de qué.



         Si las previsiones sobre el cambio climático se confirman, y parece que lo van haciendo, no es que hoy llueve poco y esperemos a mañana, sino que mañana lloverá menos y tendremos que acostumbrarnos a vivir utilizando menos agua porque los ciclos de lluvia se nos están secando, entre otras cosas, porque nuestras previsiones nunca se han moderado, sino todo lo contrario. Ya se habla de acercar grandes barcos a algunas desaladoras que hemos ido construyendo en lugares estratégicos, llenar los barcos de agua dulce y transportarlos a los lugares donde la necesidad es más apremiante. Nos resulta chocante la medida, sencillamente porque, hasta el momento, ni nuestras posibilidades lo permitían, ni disponíamos de sistemas de transporte que hicieran factible tal medida. Quizá un recurso semejante nos pueda permitir unos pocos días de margen para mitigar nuestras necesidades. Tampoco estaría de más que estudiáramos nuestras necesidades y viéramos si no hemos llegado demasiado lejos y pueda haber llegado el momento de pisar un poco el freno.



Las necesidades de gasto han aumentado tanto que no nos va a bastar con un sólo recurso y vamos a tener que usar de todas nuestras posibilidades, haciendo uso de nuevas maneras de ayuda y, al mismo tiempo, moderar los niveles de gasto que se convierten en escandalosos si miramos hasta dónde hemos llegado. No me considero capaz de discernir sobre los complementos que puedan ser necesarios en un futuro próximo o los aspectos susceptibles de moderación que se puedan acordar. Lo que sí parece cierto es que no parece andar muy lejos y los recursos de que nos hemos ido dotando, más los que hemos ido descubriendo, se van agotando por momenos y nuestras necesidades no disminuyen, sino todo lo contrario. Podríamos ser un poco humildes y aprender a  vivir moderando nuestras necesidades en aspectos que sean asumibles y acercarnos a los nuevos ciclos que nos impone la vida. 


 

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