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domingo, 11 de febrero de 2024

ADOPCIONES

 

         Esta semana hemos sido conmocionados  por la noticia de que dos hijos, de 13 y 15 años, han matado a su madre adoptiva de una puñalada en el cuello y, después, intentaron huir. Lo primero que se me ha venido a la mente ha sido el asesinato de Asunta Basterra, aquella niña gallega de 12 años, a manos de sus padres adoptivos, hace unos años. En ambos casos se hizo hincapié en la cualidad de adoptados de los menores. Las noticias no afirmaban en ninguno de los dos casos la condición de adoptados de los menores como determinantes en la tragedia pero el mismo hecho de que lo mencionaran sin más, hace que el sentido de la información, hace que quien  lo lee fije su criterio en esa cualidad, en el primer caso para responsabilizar a los padres de Asunta como si la niña no estuviera suficientemente querida y hasta envidiada por el punto de genialidad que, al parecer, manifestaba. En el caso de los dos hermanos ha quedado la imagen de que puede haber sido la excesiva rigidez normativa de la madre la que puede haber desencadenado la tragedia porque los rendimientos académicos de ambos, al parecer, eran muy buenos.



         Creo que sería justo desligar la idea de la adopción de los trágicos resultados finales en ambos casos porque, desgraciadamente, entre uno y otro caso, hemos tenido noticias de menores maltratados y muertos por sus progenitores con los argumentos más diversos, sin que la paternidad sea cuestionada por más que los resultados, en esos casos, hayan resultado lo mismo de trágicos. Tradicionalmente venían apareciendo en los medios el psicólogo de la Fiscalía de menores de Madrid Javier Urra o el Juez de menores de Granada Emilio Calatayud como expertos universales que nos hacían una serie de comentarios para informar al público ignorante sobre estos comportamientos extremos que nos conmueven durante el tiempo de vida que dura una noticia, cada vez más corto por cierto. En este último caso, el juez Calatayud no se ha hecho presente, a pesar de que sigue ofreciendo comentarios y hasta algún libro sobre las sentencias originales que en algún momento lo pusieron de actualidad..



         Estos hechos que nos alarman en un momento determinado, por su excepcionalidad y dramatismo, creo que debieran tratarse como situaciones posibles del mundo en que nos movemos, hablar de ellos, si se quiere, alejando lo más posible las situaciones extremas con  las que se muestran en los medios porque estoy seguro que si analizáramos con una cierta profundidad y rigor, podríamos aprender que protagonizar situaciones tan límite son las menos y se diluyen si las integráramos como partes de la normalidad de la vida, por más que en el momento en que se produzcan, nos puedan parecer insólitas. El transcurrir de la vida nos lleva y nos trae por situaciones que debiéramos compartir con detenimiento sin tener que ponernos las manos en la cabeza a cada paso, sobre todo porque la actualidad nos destaca cada vez más detalles que nos pueden sorprender y que en realidad se nos convierten en motivos de deslumbramiento repentinos, pero que terminan influyendo muy poco en nosotros, que vamos acostumbrándonos a todo, o, incluso, destacando siempre los picos atractivos de las noticas y menospreciamos el acontecer cotidiano de la vida, en el que  estamos la mayoría de los que vivimos.



         Mi propuesta sería que aprendiéramos a interesarnos lo más posible por los muchos ámbitos de normalidad, tanto si los conocemos por la prensa, cosa que veo difícil si adolece de algún motivo de impacto, o los conocemos cada uno por las propias experiencias que vivimos en nuestro ámbito más cercano. Seguro que podremos comprobar que son la inmensa mayoría de los casos. No digo con esto que las excepcionalidades, que cualquier día nos impresionan por su crudeza, debamos ignorarlas. Seguro que nos pueden ser útiles para saber que la vida nos puede sorprender en cualquier momento, pero sin  olvidar que el grueso de la información con la que vivimos, está compuesta de situaciones sencillas que nos ilustran y nos sujetan al mundo.     



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