Cada
domingo es un poema. Me siento delante del ordenador y tengo que decidir sobre
lo que voy a escribir. Durante los primeros años me centré en la educación de
la primera infancia. Había sido mi trabajo durante muchos años y también mi
pasión. Nunca creo que haya aprendido más ni cosas tan esenciales de la vida.
Creí haber encontrado una fuente inagotable de conocimiento y lo sigo creyendo
hoy. Un día, sin venir a cuento entró de golpe la covit 19 de la noche a la mañana, La mente se nos nubló y muchos
empezamos a pensar que había aparecido algo nuevo en el mundo y había que
detenerse en esa pandemia, aunque sólo fuera porque, los que estábamos vivos,
no sabíamos nada de ese asunto. Los recuerdos más recientes eran los de la gripe
española y, de eso, hacía ya un siglo. Seguía y sigo pensando que lo
fundamental de la vida sigue aparcado en la primera infancia, pero me interné
en la pandemia sin dudarlo. Hoy sé que el virus sigue con nosotros, que todavía
llevo mascarillas en los transportes públicos y en los hospitales pero, con las
dosis de vacunas al día, empiezo a pensar que las cosas son como antes, aunque también
sé que eso ya no es posible.
Irrumpió
de golpe en las noticias Ucrania, a la que Rusia quería y sigue queriendo
desnazificar. Ya en 2014 había invadido el sur y el este, pero occidente, mi
lugar de residencia habitual, no prestó mucha atención como no le presta a
tantos otros conflictos como pululan por el ancho mundo y no terminan de
quitarnos el sueño. A este empezamos a llamarlo invasión, que es lo que había
sido desde el principio y empezamos a tomar cartas en el asunto. Hoy le
llamamos la guerra de Putin, hace nueve meses que empezó a gran escala y
seguimos centrando la atención en Ucrania. Asumimos que es un país independiente
de Rusia y le ayudamos con armamento y equipos de supervivencia aunque, los que
siguen soportando a Rusia y a sus bombardeos diarios siguen siendo ellos.
Empezamos a ser conscientes de que el mundo está cambiando y nadie habla de
desarme, como se hablaba hace años, fuera verdad o no.
Ucrania ha sido hasta el momento el importante
tema en el que me he centrado en este blog en el que voy dejando mi vida
consciente. Sé que el país se destroza cada día un poco más y que ya pueden ser
200000 las personas que han dejado su vida en el campo de batalla, por ahora.
No se ven visos de salida al conflicto y el suministro eléctrico se ha
convertido en un drama de primerísimo orden para el hoy, pero, sobre todo, para
el futuro. Los pobres siguen siendo pobres, hemos alcanzado los 8 mil millones
de personas en este mundo y los ricos cada día son más ricos, Mientras, los que
andamos en medio, que podemos comer cada día y que disponemos de un mínimo de
calidad de vida, la clase media vamos, seguimos aquí soportando las vicisitudes
lo mejor que sabemos y podemos, conscientes de que soportamos la vida sin poder
resolver el gran problema de la pobreza ni le cantamos las cuarenta a los
aprovechados de siempre que se arriman al sol que más calienta y se creen los
amos del mundo, como lo han hecho toda la vida.
Cada día quiero participar más en la convivencia, eso que muchos llaman política, pero a mis 76 años recién cumplidos estoy convencido que nadie tiene la verdad ni creo en otra que sea lo que yo pienso ni lo que nadie piense por sí solo. Los salvadores, a su casa a descansar. Me aferro, cada día con más conocimiento, a una verdad pequeña, que nos vaya siendo útil para sobrevivir cada día y que se configure con las aportaciones de la mayor parte de los que vivimos, con la de todos sería lo mejor, aunque sé que nos queda lejos. Esta humilde aportación de palabras cada semana puede ser el testamento más honesto que me sea capaz de dejar. No tengo la verdad ni la quiero para nada pero sé que mi parte de verdad debe ser escuchada y formar parte de una suerte de sinfonía que merecería la pena que sonara cada mañana y que recogiera las aportaciones de cada uno y aprendiéramos a vivir con ese sonido universal, como si esa música fuera la vida.
Gracias 🥰
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