Desde
el comienzo de esta legislatura se vio claro la gran complejidad de su gobierno
por la diversidad de fuerzas que habían obtenido representación parlamentaria.
Veníamos de muchos años de bipartidismo durante los cuales, un puñado de
personas alrededor de una mesa eran capaces de ponerse de acuerdo sobre
cualquier asunto porque eran dos puntos de vista los que competían. No digo que
siempre fuera fácil porque dependía de la gravedad de los asuntos en litigio,
pero eran pocos los que tenían en sus
manos las vías de salida. A veces hasta dos personas, en un momento dado,
tenían la solución en sus manos. De hecho, cuando se comprobó que podrían
ser más de 10 las opiniones que tendrían
que ponerse de acuerdo para sacar adelante las leyes, no faltó quien se frotaba
las manos ante una perspectiva nueva y muy compleja para gobernar. El partido
socialista logró aglutinar una mayoría suficiente para que Pedro Sánchez fuera
investido. Desde el primer día la oposición pareció convencida de que la
legislatura estaba cogida con alfileres y podría venirse abajo en cualquier
momento.
No
hace falta tener mucha memoria para recordar que los que, desde el principio
hablaban de que la legislatura llegaría a su término, parecía que estaban
contando un chiste. No había una sola sesión parlamentaria en la que la fragilidad
que sustentaba al gobierno no fuera despreciada por la oposición a través de lo
que pronto empezó a llamarse el ruído,
que no era otra cosa que el desprecio sistemático de las propuestas
gubernamentales. No era raro escuchar cómo se cuestionaba la legitimidad de un
gobierno por la diversidad de apoyos que lo sustentaban. Llegó a llamársele Frankenstein con intención de
ridiculizarlo, porque estaba construido a base de muchos trozos. Por primera
vez se constituyó la mayoría inicial con dos fuerzas parlamentarias, gobierno
de coalición, que, por sí solas, no dispondrían de votos suficientes para sacar
leyes. No digo que las cámaras anteriores hubieran sido balsas de aceite,
porque no sería verdad, pero la noción de ruído
se consolidó en ésta y, desde entonces, hemos tenido ocasión de alcanzar
niveles de escándalo que no se habían conocido.
Estoy
seguro que la complejidad legislativa puede haber sido mayor que cuando sólo
eran dos fuerzas las que dominaban la mayoría del parlamento. Pero la realidad
de la experiencia ha dado como resultado que la semana pasada se aprobó el
tercer presupuesto general del estado, con lo que la presente legislatura
dispone de suficiente soporte parlamentario para agotar su mandato y la mayoría
que ha sustentado cada presupuesto ha sido más amplia a medida que avanzaba la
legislatura. En honor a la verdad también hay que decir que lo que un día se
llamó el ruído, como nueva manera de
comportamiento parlamentario, no ha parado de subir. Parece que las fuerzas de
oposición, a medida que han ido viendo que la legislatura avanzaba y que el
gobierno se mantenía en el poder, su rabia subía y subía y éste es el día en el
que no sabemos en qué punto está el límite de la crítica. El resultado no es
muy edificante, la verdad, pero del
apoyo al gobierno, ese que parecía tan frágil al principio, hoy se ha asumido
que puede terminar la legislatura en tiempo y forma.
Hemos
aprendido por el camino algunas cosas que convendría que no olvidáramos y hemos
dejado de aprender algunas que deberíamos aprender cuanto antes porque estaría
bien que nos fuéramos acostumbrando a reconocer la realidad cuando cada día la
tenemos delante, nos guste o no nos guste. El gobierno que se sustenta en una
mayoría parlamentaria, eso que hemos dado en llamar democracia, es el mejor que conocemos hasta el momento y, sin ser
perfecto porque estoy cada día más seguro que la perfección no existe, se
fundamenta en que sean la mayor parte de los ciudadanos los que apoyen, a
través de los representantes elegidos, las normas de gobierno por las que
debemos regirnos y cada cuatro años tenemos la posibilidad de renovar la
confianza en unas nuevas elecciones, o cambiar de mayoría si no estamos de
acuerdo con la que estaba gobernando.
Muy bien, Antonio.
ResponderEliminarCoincido contigo en esta reflexión sobre nuestra realidad política.
Y con Tchaikovsky de fondo, mucha paz al leer.
Felicidades.
Buenas noches de domingo y feliz comienzo de semana.