Parece
que por fin hemos dejado atrás el verano. Nos hemos quejado con creces de las
altas temperaturas, no tanto por los valores absolutos, que alguno ha habido,
sino por la gran llanura de los 40º entre el 15 de Julio y el 15 de agosto. Y
este año la particularidad ha sido la sequía. Es normal que las aguas dulces
embalsadas desciendan porque el año hidrológico termina en septiembre pero, lo
de este año ha sido de alarma. Todo el sur de España se encuentra alrededor del
20% de agua almacenada. El espectáculo ha sido contemplar los pueblos, hace
tiempo inundados, con sus monumentos correspondientes, que han surgido a medida
que los niveles de embalse bajaban. Si se tiene en cuenta que la media más
larga se encuentra en el 58% de la capacidad, podemos asegurar sin miedo a
equivocarnos demasiado, que vamos a necesitar varios años, si todo va como
debe, para alcanzar cotas de embalse tranquilizadoras. El calor, en cambio, no
es previsible que lo olvidemos. Más bien lo contrario. Será más probable que
tengamos que acostumbrarnos a convivir con los 40º durante periodos más largos.
La
salida del calor ha llegado en su momento, peo se ha producido a base de
diluvios, bastante localizados en la mayor parte de los casos, pero con un alto
nivel de angustia por las danas, las
granizadas y las torrenteras que nos han hecho pasar
noches agitadas, con riadas de coches y mobiliario urbano bajando por las
calles arrastrado por las riadas repentinas y acumuladas en los espacios de
confluencia con los mares. En Andalucía, por ejemplo, en las zonas medio
desérticas, que son casi la mitad oriental, con frecuencia nos encontramos
cauces completamente secos que pueden pasar años y años sin que el agua los
inunde. La gente termina por construir en esos cauces y, en momentos
determinados, cualquier nubarrón es capaz de acumular un caudal desmedido que
necesita alcanzar el mar a toda prisa y que termina arrastrando lo que
encuentra a su paso. En el fondo, la gente sabe que los cauces secos son un
peligro permanente, pero terminan confiándose, hasta que se produce la
tragedia.
Muy
lentamente empezamos a acumular agua dulce en los pantanos. Tardaremos en
alcanzar niveles tranquilizadores, porque hemos llegado a mínimos alarmantes,
lo que seguramente necesita paciencia y previsión para el futuro. En una semana
hemos abandonado todos los veranillos finales: el de San Miguel, el del
membrillo, el de San Martín y, de golpe nos encontramos con el frío delante de
las puertas. En Granada, concretamente, la semana pasada se encontraba Sierra
Nevada completamente gris y hoy es el día en que la mitad, al menos, luce
blanca, como es previsible, si bien el espesor no es muy alto pero sí parece
que puede ser duradero porque las bajas temperaturas acompañan y eso quiere
decir que la nieve ha venido para quedarse. Con las gotas de sudor todavía en
el recuerdo reciente empezamos a necesitar artilugios de abrigo, sobre todo por
las noches. Durante el día, si no hay nubes, podemos acariciar todavía los 20º
consoladores, pero es fácil que acariciemos de noche los 0º. Una de las
particularidades de esta zona es la amplitud térmica entre el día y la noche
que puede alcanzar con facilidad los 20º y hasta superarlos.
Siempre recuerdo a mi amigo Juan Sáez, de Puerto Rico, que estudió Derecho en Granada y una de las cosas que más le alucinaba era la cercanía de la nieve, durante todo el invierno, él que, cuando llegó, no sabía lo que era un abrigo. Tampoco puedo olvidar el primer contacto de mi hija Elvira, criada en la playa de Salobreña, con la nieve, sencillamente porque la encontraba fría cuando tuvo en sus manos la primera bola. Lo cierto es que nosotros, en Granada, estamos acostumbrados a los extremos y lo que nos extrañaría sería que no existieran. Lo mismo a convivir con los 40º del verano que bajar de los 0º durante los dos o tres meses que nos quedan, desde ahora hasta que alcancemos febrero, en el que, según el refrán, busca la sombra el perro.
Es hermoso.
ResponderEliminarMuy hermoso.
Desde ayer deseaba poder hablar contigo sobre las nevadas de ahí, y el frío.
Extraño nuestras charlas.
Otro Burn artículo, amigo.
Felicidades