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domingo, 18 de diciembre de 2022

CATACUMBAS

 

         En mis estudios de Bachiller, hablamos de los años 60 del siglo XX, había una asignatura que se llamaba Religión que todos teníamos que estudiar y de la que nos examinábamos y se nos ponía nota, como de cualquier otra. Junto con Música y Educación Física componían la triada de las Marías porque, a pesar de disponer de los mismos atributos que las otras, en realidad eran más fáciles de aprobar porque no se sabía muy bien cómo responder a los exámenes de sus materias. Pero había que estudiarlas y, formalmente, eran parte del currículo como las demás. Hoy me trae aquí una de ellas, concretamente Religión que, ni que decir tiene, era las Católica y entre su contenido, estaba la historia, más concretamente, el modo de vida de los primeros cristianos. La prensa de estos días me la ha traído a la memoria cuando he visto imágenes de esa vergüenza llamada Ucrania, más concretamente, la forma de vida de muchos miles de sus habitantes, que han de guarecerse en los túneles del metro, como aquellos primeros cristianos que pasaban su vida en las catacumbas de las que nos examinábamos entonces,  como si fuera una rareza de la historia primitiva.



         Esta lección del actual modo de vida de tantos ucranianos, en el día de hoy, nos habla de que la historia pasa, pero nunca pertenece al pasado porque, en cualquier momento, la podemos encontrar detrás de la puerta, como si el tiempo no hubiera pasado por encima de nosotros. En un momento en que las guerras disponen de tantos artilugios para matarnos unos a otros, resulta ser el frío el arma que se ha convertido en hegemónica para combatirse. Rusia ha encontrado un recurso que  espera que le sirva para someter a los ucranianos. Ahora que llega el invierno las temperaturas se desploman en muchos lugares. Ucrania es uno de ellos, como lo es la propia Rusia, y no es difícil que sus habitantes hayan de sobrevivir muy por debajo de los 0º. El objetivo de sus bombardeos son las estructuras de calefacción sin las que la gente, sencillamente no puede salir adelante.



         La guerra, como casi todos los aspectos de la vida, dispone de reglas escritas en las que fundamenta la convivencia. Pero estas normas existen si los contendientes de cualquier conflicto aceptan respetarlas. No hay regla escrita que justifique que la población civil forma parte de ningún conflicto, pero todo el mundo puede saltarse las reglas y dedicar sus bombas a destruir sistemáticamente los generadores de calor y forzar a la población a recluirse en los sótanos del metro, allá donde lo haya, o en cualquier otra catacumba de la que se disponga para que, a falta de otra dignidad que actúe, sea de nuevo la madre tierra y sus mil y un sótanos de los que pueda disponer, la que permita un modo de vida aceptable para la población más vulnerable, para que esta guerra infame, como todas, toque a su fin de una vez y permita que la gente vaya y venga por las calles, con frío o con calor, pero siendo testigos de los días y de las noches, que para eso existen y son de todos.



         Al final terminamos buscándonos la vida como podemos y mientras podemos y ahora encaramos unos meses de frío que para los que no dispongan de un mínimo sistema de calefacción garantizado, su vida va a ser un infierno con temperaturas gélidas hasta que, los que logren sobrevivir alcancen la lejana primavera que, hoy por hoy, parece una quimera en forma de catacumba. Una lección más, de tantas como nos da la vida cada día, para que aprendamos lo lejos que nos llegamos a situar cuando decidimos saltarnos las convenciones que se escriben y se votan en los distintos foros internacionales, pero que se convierten en papel mojado cuando cualquiera de los contendientes decide saltarse a la torera. Ya no contamos muertos porque se nos ha llenado la boca de miles en ambos bandos. Los muertos no podrán pedirnos cuentas a los que queden vivos. El problema, como siempre es el de la vergüenza de la que no sé si moriremos pero no sé qué haremos cuando se nos termine de caer la cara y no haya catacumba que nos esconda.  



1 comentario:

  1. Que realidad tan triste pero tan cierta. Jamás aprenderemos a vivir cuidándonos unos a otros. La asignatura de religión ya nadie quiere darla, y en los tiempos que corren se puede entender, pero aprendíamos cosas importantes, como el amor por los demás.

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