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domingo, 24 de abril de 2022

VARIEDADES


         Es posible que no soportemos ningún tema en profundidad. Cuando comenzaron los bombardeos rusos sobre Ucrania fue como un bofetón en plena cara de occidente. Hoy ya son más de 50 días de bombardeos, medio país hecho trizas y miles de muertos y nos vemos y nos deseamos para mantener viva la atención. En España hemos encontrado el asunto de los comisionistas, listillos que en los primeros momentos de la pandemia se aprovecharon de sus contactos cercanos al poder para conseguir encargos de materiales sanitarios: mascarillas, test, epis…, de los que Europa entera adolecía. Tardará mucho tiempo en saberse, si es que llega a saberse, hasta dónde llegó el aprovechamiento de los listillos de turno o, sencillamente de los incompetentes, que de todo hay en la viña del señor, que, con la urgencia del momento consiguieron encargos de las administraciones y los resultados, se están viendo ahora, que más de uno de sus bolsillos se inflaron de lo lindo, hasta con el 40% de comisiones, con lo que han dejado un tufillo de sinvergonzonería, suficiente como para oscurecer el drama de Ucrania y eliminarlo de los grandes titulares en la prensa.



         Si hacemos memoria emotiva y nos ponemos en la situación de hace dos años por esta fecha, con un nivel de ignorancia sobre casi todo lo que se nos estaba viniendo encima con el dichoso covit 19, se nos queda bastante poco aleccionador que algunos aprovechados se valieran de sus contactos personales con  políticos para poner sus bolsillos a rebosar con la excusa de surtirnos de equipos sanitarios que, hasta ese momento, casi ni conocíamos siquiera. Desde el punto de vista humanitario, la lección que nos están dejando estos vivillos no es muy edificante porque al final se reduce al todo vale, primero yo, después yo y, si sobra algo, para mí. Suponemos que no fueron muchos pero el regusto que dejan en la boca es bastante amargo. Su poder, sin embargo, ha sido suficiente para opacar Ucrania entera, en un momento en que la guerra anda desatada y ya se hace difícil contar los muertos que se están quedando en el camino.



         Aunque en niveles distintos de desdicha, dónde merece la pena que pongamos los ojos: en los muertos de las calles ucranianas o en los vehículos de alta gama, hasta doce según las crónicas, comprados con las ganancias de la provisión de mascarillas, defectuosas en muchos casos, con las que tuvimos que apañarnos en los momentos de mayor angustia de la pandemia. Algunos aprendimos a taparnos la boca por primera vez con un trapillo, que nos llegaba de China según decían, para protegernos del bicho, un virus desconocido hasta entonces, que nos ha revolucionado por completo en estos dos últimos años. Lo que ha importado ha sido hacer desaparecer cuanto antes los abultados beneficios de las compras abusivas que han colocado donde se les ha abierto un hueco privilegiado y ahora sabemos que algunos de esos coches de superlujo ya se están vendiendo de nuevo porque, lejos de devaluarse, como le pasa al común de los mortales, suben todavía más el precio de venta, con lo que, beneficio sobre beneficio hasta el juicio final.



         Las portadas de los periódicos parece que no soportan la monotonía de la repetición. Los cadáveres en plena calle tuvieron su momento de gloria pero su interés decae con la misma rapidez que subió hasta las nubes el primer día. Lo que no decae al parecer es el interés por la variedad. Lo que importa es que nos lleguen mensajes distintos y que nos exploten en la cara con la fuerza de lo nuevo. Unos puede que sean más trascendentes que otros, sea en amplitud o en profundidad, pero lo que no pueden prescindir es de la fuerza de la novedad. Como si cada mañana necesitáramos el bofetón de lo nuevo, que nos remueva el asiento y que nos impulse hacia lo desconocido, con lo que alimentarnos las próximas 24 horas. Podríamos valorar el peso de los dos ejemplos que proponemos: guerra de Ucrania o aprovechados sin mucha ejemplaridad social, pero eso puede ser asunto a reflexionar con más tiempo. Por ahora lo que importa es la sorpresa de cada mañana y que la novedad no decaiga. 

   

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