En la
actualidad no gasto ningún tipo de oraciones porque he dejado de creer en nada
que no sea la tierra. Recuerdo haber escrito sobre cualquier guerra, y la de
Ucrania lo es diga Putin lo que diga, que lo que importaba era el primer
muerto. Hoy todo eso está ya lejos y la vida no vale nada. No sabemos los
muertos que han caído a estas alturas, sencillamente porque nadie sabe contarlos.
La semana pasada hablamos del relato de cada uno de los contendientes y en ello
estamos. Si aparecen muertos por las calles, y cada día son más, a nadie le
importa saber quiénes son o como se llaman. Lo que preocupa es que cada bando logree
imputar esas muertes al otro bando. Es verdad que ya sabemos que hablamos de
miles, tanto los rusos como los ucranianos, pero eso ya importa muy poco. Los
primeros días se buscaba a Valentina, una abuelilla que pululaba por las
calles, da igual de qué ciudad. Alguien
la localizó debajo de unos cascotes, muerta naturalmente, y apenas si se
pronunció su nombre. Hoy ya ha desaparecido, como tantos otros. Hoy dan igual
los muertos porque nadie sabe contarlos ni hablar de ellos.
En los
tiempos en que leía la biblia recuerdo la oración del Huerto como uno de los
pasajes más impactantes, cuando aparecen los soldados a detener al maestro que
estaba rezando, mientras sus discípulos se habían dormido. Cuando fueron a
prenderlo, uno de los apóstoles se enfrentó al romano y el maestro le dijo: DÉJALO, PORQUE ESTE ES EL TIEMPO DEL PODER DE LAS TINIEBLAS. El
maestro estaba sudando sangre, pero nada le valió para que se lo llevaran del
Huerto de los Olivos detenido. Este es un tiempo de tinieblas. El holocausto de
Valentinas y demás vecinos que están cayendo como chinches, ya no importa a
nadie. Ahora estamos en si Rusia extermina por completo a Mariúpol para
controlar el pasillo sur hasta unirlo con Crimea y con Odesa o si Ucrania ha
hundido el Moskva, buque insignia ruso.
Por supuesto Rusia dice que es mentira y que lo que ha pasado es que se ha
declarado un incendio a bordo y todos los tripulantes han sido evacuados. Puede
que algunos hayan muerto, pero pocos.
Cuando
llega el tiempo de las tinieblas todo se ve oscuro. Nadie necesita ver la luz
porque lo que importa es que mi relato se imponga por encima de todo. Este es
el tiempo de las tinieblas. Apenas supimos que aquella abuela que pululaba por
las calles bombardeadas se llamaba Valentina y seguramente buscaba comida o un
trozo de madera para calentarse, pero ya murió y ahora descansa en el olvido
bajo los cascotes. Como la verdad, como cualquier forma de diálogo que no sea
mentira. Las delegaciones de negociadores se reúnen y no buscan otra cosa que
ver quién engaña a quién y mañana, en los mil frentes abiertos, más muertos y
más destrozos que tirarse a la cara unos a otros. Por ahora no hay más verdad
que la mentira. Nadie sabe contar muertos, ni los suyos siquiera y las
tinieblas cada vez se tornan más espesas, de modo que sólo vemos lo oscuro.
Unos con sus corbatas engominadas y otros con sus trajes de campaña andan por
los pasillos de mármol con telarañas en los ojos.
Me consta que lo de Ucrania tampoco es para tanto. Nunca nos han faltado guerras que echarnos a la cara. Esta parece que se nos ha puesto tan cerca que nos cuesta más ignorarla pero, en realidad, es sólo una más en medio del ancho mar de tinieblas en el que nos movemos. Parece que solo estamos cómodos si nos rodeamos de muertos por todas partes. A veces es en el océano, bajo cuyas aguas alcanzan el olvido millones de valentinas de muchos colores. Hoy nos basta cruzar hacia el este y allí nos espera la Valentina de turno que ha pagado con su vida el atrevimiento de haberse cruzado en medio de un conglomerado de tinieblas que nos tiene el entendimiento oscurecido y que nos está cruzando la cara de parte a parte a ver si terminamos de entender que no hay más verdad que la mentira y que aquí estamos todos frente a frente para corroborarlo cada día…, ¿dónde estás…, Valentina?, ¿dónde te has ido?.
Nadie nos librará de beber de este cáliz de dolor y olor a muerte.
ResponderEliminarGracias por ponerle y recordar su nombre. Valentina.
Aborrezco los números , abstractos, sin sentido ni sentimientos. Fríos. Hiela el alma.
Las estadísticas me asquean cuando se trata de muertos. De seres humanos. Y tampoco hay que ir tan lejos. A nuestro lado hay muchas Valentinas. A veces sólo es necesario mirarse al espejo. Es la visión de la desesperación. La supervivencia natural pura y dura. Impotencia... Valentinas y Valentinos tenemos s cada paso. Sin salir de casa.
Música que entristece todavía más, hasta doler. Es un llanto seco. Resignado...
Gracias, amigo.
Felicidades.
Besos.
Tienes mucha razon el.peor defecto de la humanidad es la 8ndiferencia. Y al igual que Ucrania en Mexico hsy muchos muertos lo del COVID Nos llego corto,pocos lo.yomamos en serio. Porque hay mas muertos en asesinatos por la guerra de espacio, poder y ventas ilegales...y de esta guerra nadie habla. ¿Y los.muertos? Los vemos con la indiferencua delnwue ya no esta...quebtruste vivir asi...
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