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domingo, 6 de marzo de 2022

GUERRA

 

         Cuando ayer me dispuse, por error mental, a escribir el texto de esta semana, el primer nombre fue la guerra. Al momento me di cuenta que el artículo la determinaba como si sólo fuera una y lo eliminè para dejarla en el aire, como estado permanente, que me pareció más preciso. Así, por encima, con los últimos olores a muerto de la Segunda Guerra Mundial comenzó la de Indochina, le siguió Vietnam, Afganistán I, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, Sudán, Afganistán II y Ucrania…, por ahora y sé que me olvido de más de una. Ninguna novedad, por tanto: muertos a mansalva, refugiados en chorro, gritos de espanto, mujeres, niños y ancianos buscando dónde guarecerse y propaganda obscena de los bandos en conflicto para ganar el relato mientras la verdad va quedando pisoteada por los caminos sin que parezca importarle a nadie. La de Ucrania empieza a ser la guerra de Putin, como si eso pudiera ser cierto. Europa, esta vez unida, ya era hora, abre en canal sus espitas de acogida para los refugiados ucranianos, esa que venía cerrando a cal y canto para sirios, subsaharianos y tantos otros parias desplazados.



         Estábamos empezando a respirar del covit 19 cuando de nuevo las estampas del tórrido invierno y miles de personas despavoridas huyendo de sus hogares buscando una frontera donde librarse del hambre y de la muerte, sin saber dónde van a dormir esta noche ni qué van a comer mañana. Mientras tanto, esta vez Putin, transformando Ucrania en una ruina sin que sus 40 millones de habitantes sepan qué va a ser de ellos en el futuro inmediato. Y nosotros mirando como lelos cómo sobreviven nuestros vecinos, con la mala conciencia y la esperanza, debidamente mezcladas en los noticieros, de que esta vez parece que no nos toca pero con el alma en un hilo porque mañana o cualquier día, el Putin de turno nos esgrime sus potentes pectorales y nos mete de patitas en cualquiera de los líos reales o inventados, casi da igual, y salimos de acá para allá buscando cobijo como conejos.



         Los noticieros nos hablan de decenios de paz que ahora se truncan de la noche a la mañana. Me gustaría saber qué piensan de eso en Afganistan mientras fabrican sus burkas de nuevo, o los irakíes que seguirán buscando como locos las armas de destrucción masiva que habían anunciado a bombo y platillo el trío de las Azores y que parece que nadie ha encontrado a día de hoy. Entre posiciones geoestratégicas, fidelidades a los pactos asumidos, OTAN en este caso y complejos de resucitar la madre Rusia como gran imperio, una vez desaparecida la Unión Soviética, les ha tocado a los ucranianos bailar con la más fea y tirarse a los caminos sin saber ni dónde ni cuándo parar. No es verdad lo de la paz. Nunca lo ha sido. Otra cosa muy distinta es que la muerte llega por partes y nosotros, no sé muy bien por qué, por ahora vivimos para contarlo. ¿Quién recuerda al pequeño de tres años que hace nada apareció en una playa boca abajo? ¿Quién a la pequeña subsahariana de dos años medio caída en el suelo mientras el buitre esperaba ansioso a sus espaldas que terminara con lo que le quedaba de vida y el fotógrafo inmortalizaba para siempre la imagen?.



         Mis 75 años cumplidos me dicen que voy llegando y que no me debe faltar gran cosa a estas alturas para entregar la cuchara, como decían en mi pueblo. Ya no sé cómo llorar…, ni por quién. Puedo quedarme, por ejemplo, con una niña de 12 años, que vi el otro día, que había cruzado la frontera de Ucrania, sola y que hablaba con su familia de acogida en Gijón, España, a miles de kilómetros.., a ver si encontraban una forma de encontrarse, bien acercándose ella o tomando la familia gijonesa un coche y recogiéndola. O ese par de gallegos que se ponen en camino con su furgoneta, se acercan a la frontera, sin pajolera idea del idioma, y recogen a un grupo de personas para encontrarles un destino provisional, donde ellos digan, pero lejos de la angustia de la guerra, que les pisa los talones. Estas pequeñas grandezas de los seres humanos me agrandan el corazón y me dicen que no todo es humo, fuego, muerte y miseria.    

   

2 comentarios:

  1. Sin palabras.
    Comulgo contigo.
    Enhorabuena por otro gran y preciso artículo.

    Parece otro mal sueño.
    Besos

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  2. Música adecuada y maravillosa.
    Muchas gracias.
    El corazón duele tanto, que no se puede expresar de otra manera.
    Buen domingo, amigo.

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