La
pandemia mejoraba hace un mes y la confianza subía por momentos en la gente.
Dos años de virus, que es lo que hace ahora que comenzó, es mucho tiempo y las
costumbres ancestrales tiran poderosamente. Todos queremos volver a nuestro
estilo de vida conocido. A nuestras rutinas de siempre, por más que cuando las
hemos tenido no hemos parado de quejarnos. En cierto modo, así es la vida. Pues
en medio de la bajada, cada vez más lenta a medida que los números descendían y
la confianza rallaba las nubes, un día cualquiera nos despertamos con que Rusia
invade Ucrania. Según su nomenclatura, se trata de una operación especial,
según la cual se hace imprescindible desnacificar el país. En Román paladino,
lo que el resto del mundo vemos es un ejército invasor que entra a saco en otro
país y empieza a bombardearlo a son y sintrón. Con lo cual, el virus y sus
consecuencias desaparecen casi por completo de las noticias y las primeras páginas
pasan a ser del asunto Rusia contra Ucrania. Según nos cuentan, la idea parece
que era, en unos días aplastar Ucrania, derribar el gobierno, poner otro amigo
de Moscú y, cuando el mundo quisiera darse cuenta, el asunto hubiera terminado
y cada uno a su casa.
Pero
el fenómeno está vez ha tenido una variable imprevista. Resulta que Europa, que
en casos semejantes, decidía responder cada uno de los países por su cuenta, en
esta ocasión ha pensado que Rusia pretendía tomarle el pelo y ha formado un
bloque con la OTAN y ha respondido con una sola voz, no haciéndole frente a Rusia,
cosa que hubiera significado recurrir a las armas nucleares y, seguramente, a
la desaparición del planeta entero. Pero sí a mandar a Ucrania grandes
cantidades de armas defensivas y ofensivas para que puedan defenderse de una
invasión tan desproporcionada. Y estamos a día de hoy, que hace casi un mes que
los tanques rusos entraron en Ucrania, el paseo que parecía triunfal se ha
atascado y la situación se alarga sin que se vea una solución a corto plazo.
Aquí
estamos recolocado a estas alturas a más de tres millones de refugiados
ucranianos y creciendo cada día, nadie sabe con precisión hasta cuantos. La
respuesta a Rusia ha consistido en promover acciones económicas en su contra,
con la idea de asfixiar su economía y obligarla, por esa vía, a que salga de
Ucrania y se lleve sus tanques y sus bombas a sus lugares de origen. Mientras
tanto, los días pasan y las principales ciudades ucranianas están soportando un
bombardeo asfixiante por tierra y por aire y su ejército, mucho más pequeño que
el ruso, pero cada día más equipado, respondiendo con más furia de modo que el
país va quedando hecho una ruina y el ejército ruso se está viendo repelido con
mucha más fuerza de la que esperaba. Los muertos por ambos bandos, mientras
tanto, van llenando el suelo de cadáveres y todos nos vamos cubriendo un poco
más de vergüenza, por vernos dentro de un conflicto bélico, cuando estábamos a
las puertas de salida de otro protagonizado por el covit 19.
La guerra y la destrucción de Ucrania se alarga, nadie sabe hasta cuándo, la pandemia se ha estancado de nuevo y las cifras de incidencia comienzan a subir, por ahora de manera incipiente, pero con señales inquietantes cuando nos las prometíamos muy felices pensando que esta ola, la sexta para nosotros en España, podría ser la última. Lo poco espanta y lo mucho amansa, dice un refrán. Si no teníamos suficiente con el virus, ahora nos vemos obligados a asumir, antes de quitarnos de encima el virus, la tragedia de Ucrania, que la tenemos aquí cerca, en la puerta de al lado, y las consecuencias de las medidas contra Rusia que nos provee de gas para calentarnos y de grano para alimentar a nuestro ganado. La conclusión de cualquier guerra es que, independientemente de que unos salgan victoriosos y otros derrotados, todos salimos perdiendo, tanto en nuestra dignidad como en nuestros bolsillos y ya se está viendo en las condiciones de vida, que van a cambiar hasta niveles imprevisibles.
Así es.
ResponderEliminarY nadie se atreve a decir cuánto va a acabar todo esto.
Ni la guerra, ni la Covid... Séptima ola ya comenzada.
No tengo palabras para tanta angustia y desesperación con la guerra en Ucrania.
Con tanto genocidio impune.
Con tantos intereses económicos repulsivos...
En Ucrania y en todas las demás guerras olvidadas, pero presentes.
Mi álma no puede con tanto.
Es demasiado nauseabundo si sumamos las mafias de todos los signos, también en los diferentes países, que se están lucrando, usando a los seres humanos como mercancía.
Nos están bombardeando a todos.
Es una pesadilla.
Felicidades de nuevo por tu artículo.
Besos.
Muy hermosa está música ucraniana.
ResponderEliminarMagnífica.
Esconde mucha tristeza enquistada desde hace siglos.
Gracias.
Besos