Dicen
las noticias que Djokovic se encuentra muy tocado tras el resultado de su
encontronazo con Australia y sus normas. Quiero suponer que estará valorando
las consecuencias que puede significar para su prestigio y para su bolsillo si
se extiende la idea de que más países se empeñen en que hay normas que todos
debemos cumplir, incluido él. No entiendo cómo el sentido común tarda tanto en
entrar en algunas cabezas y lo siento por él porque considero que su mente se
encuentra en este asunto un poco fuera de la realidad. No rezaré por él porque
ya no gasto de ese recurso, pero sí que me gustaría que su mente volviera a
este lado de la ley, aunque solo fuera para tener el privilegio de volver a
verlo dar esos raquetazos memorables y quedarse tan fresco. Hasta sus
estentóreas manifestaciones de su mal genio tienen ese sentido de equilibrio
rompiendo raquetas. Quizá le falta un punto de persona y le sobra otro de divo.
Si nos
salimos un poco de actuaciones unipersonales parece que andamos en lo que los
técnicos llaman meseta, que es tan
simple como haber alcanzado el pico más alto de infección, con las
imperfecciones informativas de algunos territorios, y estarnos paseando por la
zona alta un cierto tiempo hasta encarar la bajada cualquier día de estos y
permitir que, una vez más, asome la esperanza a nuestras vidas por si esta bajada pudiera ser la última y nos
permitiera reencontrarnos con aquella normalidad que hoy soñamos, aunque cuando
la hemos tenido entre las manos la hemos ignorado y hasta despreciado como si
se tratara de un estado que mereciéramos por nuestra bella cara y no nos
estuviera reclamando niveles de responsabilidad individual que mantuvieran en
alto las pequeñas exigencias de colaboración como miembros de este colectivo que se llama
humanidad. Las diferentes olas que ya hemos vivido, seis en nuestro caso, no
dicen mucho en nuestro favor. Nuestra capacidad de aprendizaje no parece muy
alta y nuestra memoria es más bien floja, pero siempre se puede aprender y éste
puede ser un buen momento.
La
meseta es una situación ambigua que nos dice que estamos en el punto más ato de
contagio aunque también nos muestra que, tras ella y salvando picos de
normalización informativa, lo que nos queda es bajar. Si valoramos lo que nos
ha costado llegar al pico, tenemos que pensar que, al menos, nos quedan un par
de meses de bajada titubeante, equivalentes a lo que nos ha supuesto la subida.
Y eso suponiendo que el ritmo coincida, cosa que nadie puede garantizarnos. Es
cierto que, a estas alturas, cuando llevamos en el cuerpo casi dos años de
incertidumbre, de desconcierto y de angustia por esta pandemia, no es fácil que
el grueso de la población asuma las recomendaciones que se nos van dando y que
en ningún caso son verdades consolidadas y sí propuestas cambiantes que pueden
ser útiles para hoy pero no sabemos si mañana nos seguirán siendo útiles o
tendremos que volver atrás para encontrar un camino más seguro.
Nuestra capacidad de aprendizaje está siempre a prueba y, en situaciones como la que atravesamos, especialmente. En el caso de la vacunación colectiva, España ha respondido con un alto nivel de responsabilidad. El 90% de la población se encuentra vacunada con pauta completa y, aunque no se nota en el nivel de contagios, que quedan fuera de los atributos de las vacunas, sí que nos hablan de la menor gravedad en los infectados, de manera que teniendo más infectados que nunca, por la enorme capacidad invasiva de ómicron, que es la variante que tenemos encima en estos momentos, las infecciones graves y los fallecimientos son hasta veinte veces menores que los de hace una año. Es cierto que cualquier caso individual es un drama y una historia que se trunca sin remedio. No valdría, por tanto, ningún consuelo basado sólo en el número, pero del mismo modo sería inexacto ignorar la realidad de los números que, al menos, nos permiten situarnos en un punto entre el cero y el infinito y orientarnos.
Excelente, como siempre, este artículo meticuloso y esclarecedor, de dos situaciones diferentes, pero relacionadas con la Covid19 y vacunaciones. Otra crónica impecable de nuestra historia actual que ya nos parece interminable.
ResponderEliminarMuchísimas felicidades y mil gracias, querido y admirado Antonio.
Sería muy interesante que también los enviaras a los periódicos.
Serían muy útiles para todos sus lectores
Calidad, claridad y muy oportunos.
Besos desde Gran Canaria hasta Granada.
Olvidé agradecer el toque musical, en este caso de Manuel de Falla, espectacular.
ResponderEliminarMelodía triste, concordante con lo que has escrito
De una sensibilidad y maestría fuera de toda duda.
Intensa y maravillosa.
Aquí sigo, recreándome en su fuerza, coraje y soledad...
Cuenta historias.
Y las imagino.
Preciosa.