Siempre
me hizo gracia cuando en medio de cualquier reflexión, uno de los contendientes
arguye que sus palabras no pretenden ser políticas. Como si eso fuera posible.
En este momento estamos viviendo una operación política de primer orden y de
ámbito mundial con el trasfondo de si vacuna sí, vacuna no. Se desarrolla en
Australia y está simbolizada por Djokovic, número uno del mundo en tenis que
está confinado en un hotel y que pretende que se le permita participar en el
open que se celebra en ese país con el argumento de que tiene derecho a decidir
si se vacuna o no cuando lo que hay detrás es que ni está vacunado ni quiere
ponerse la vacuna pero sí quiere participar en un país que no permite entrar a
quienes no están vacunados. A la puerta del hotel un grupo de personas lo defienden
y pretenden que se le permita participar en el torneo, pero no bajo las
condiciones del país, que el resto de los participantes han aceptado, sino bajo
las condiciones que él pretende imponer. Su padre, su principal defensor, explica
que sufre persecución como la sufrió en su momento Jesucristo y que la libertad
que simboliza la actitud de su hijo terminará imponiéndose.
En el
otro lado está Nadal, que ha dado una rueda de prensa en la que explica que las
actuaciones humanas tienen todas unas consecuencias. Que Djokovic sabía que
entrar en Australia significaba tener que vacunarse y que él lo ha podido hacer
como cualquiera y tenía el campo libre para poder entrar cuando quisiera. Pero
que esa no era la cuestión. La cuestión era y es que Dokovic quiere participar
en el torneo pero imponiendo él las condiciones. Nadal explica con toda
sencillez, pero también con toda firmeza, que nuestras opciones siempre tienen
unas consecuencias y que no es posible adoptar una opción y pretender ignorar
las consecuencias que esa opción lleva aparejadas y que eran conocidas por
todos desde el principio. En la normativa impuesta por Australia resulta que
para participar en el torneo hay que estar vacunado y Djokovic no lo está. Su
familia ha recurrido a los jueces para que les permitan imponer sus
condiciones, que son distintas a las que impone el país y todos los demás
acatan.
Es,
sencillamente, un juego de poder, como tantas otras cosas en la vida. Djokovic
es un gran tenista, en este momento el número uno del mundo. Eso es verdad y
nadie lo discute. A Australia le interesa mucho que Djokovic participe, pero no
puede aceptar que sea el propio Djokovic el que imponga unas condiciones para
él que vayan en contra de las que el país impone para todos y todos las aceptan
menos él. Y en ese punto estamos en este momento. Los defensores de Djokovic,
no ya los que hay en la puerta de su hotel con su padre al frente, sino hasta
los patriotas españoles de Vox deciden atacar la postura de Nadal, español
donde los haya, que defiende que hay que aceptar las normas y vacunarse si
quieres participar en el torneo, y se alinean con Djokovic que, al grito de
libertad, pretenden que tenga derecho a imponer su criterio y se le debe dejar
participar, aunque no cumpla los criterios que todos los demás han aceptado.
En los próximos días veremos cómo se dirime este conflicto internacional, en realidad mundial, con una humilde vacuna como objeto de discordia y con un pulso de fondo sobre quien tiene que imponer las normas en cada caso. Australia no puede aceptar de ninguna de las maneras las condiciones que Djokovic pretende imponer porque le va su prestigio en ello y quedaría por los suelos si lo aceptara. No entiendo la lucidez de los asesores de Djokovic para permitir que, delante del mundo entero pretenda echarle un pulso a Australia o a cualquier otro país soberano. Por más que la participación del serbio le interese, y le interesa sin duda, no puede aceptar las condiciones que éste le impone porque su fuerza normativa quedaría a la altura de un zapato ante el mundo entero. Todos veríamos cómo un individuo sería capaz de doblegar cualquier norma a su albedrío personal. Una lección más de la pandemia que veremos resuelta en los próximos días.
Más claro, imposible.
ResponderEliminarMuy buen y sabio artículo.
Felicidades de nuevo.
Feliz domingo.
Abrazos.