Cerca
de 2500000 personas en España han recibido hasta el momento la primera dosis de
la vacuna y superan ya el millón los que tienen las dos dosis, lo que quiere
decir que se encuentran inmunizados frente al virus. Si se tiene en cuenta que
se trata de los colectivos más vulnerables, ancianos de residencias y personal
sanitario de primera línea, no es de extrañar que los efectos beneficiosos se
noten ya en las cifras totales de infectados. Bien es verdad que los
incumplimientos comprometidos por las empresas farmacéuticas han echado un jarro de agua fría a las
expectativas iniciales, que se han topado con la realidad del mercado que está
suponiendo que las empresas desvíen parte de su producción hacia países
terceros, como Israel por ejemplo, sencillamente porque les pagan más por cada
dosis que reciben. Israel va a la cabeza de vacunaciones mientras Europa
ralentiza su ritmo pese a tener los compromisos de servicio comprometidos y
pagados con antelación. Al margen, los países emergentes, África sobre todo,
que sabe dios cuando podrán contar con la posibilidad de inmunizar a su gente.
Una
vez más en la historia los pobres cuentan poco. Los privilegiados europeos, que teníamos millones de dosis comprometidas y
pagadas, nos quejamos porque no nos están llegando con la velocidad prevista y
empezamos a probar de nuestra medicina consumista, sencillamente porque hay
quien paga más que nosotros y se nos pone por delante en el servicio. Si
recordamos, una vez más conviene recurrir a la memoria, esto mismo pasó al
principio de la pandemia con el servicio de mascarillas y de equipos de
protección. Tuvimos que pagar por adelantado para que China nos sirviera y
llegamos a ver en los mismos aeropuertos cómo llegaba el material y allí mismo
era desviado a otros países, sencillamente porque allí mismo abonaban dos y
hasta tres veces el precio que habíamos pagado nosotros. Una vez más la fábula
del cazador cazado. Los principales defensores del mercado, nosotros, sufríamos
las consecuencias de nuestro propio modelo, justo en el momento en que más lo
necesitábamos. O sea, la ley de la selva.
Con
este ejemplo mundial no podemos escandalizarnos que estemos en España con el
pin, pan, pun de los aprovechados. Se estableció un baremo de prioridades para
recibir las vacunas y ya estamos elaborando una lista pública de personas que se
saltan las normas y se ponen las vacunas antes de que les llegue su turno. Una
situación muy cruel pero no nueva. En España la picaresca forma parte de
nuestra historia de siglos y lo que hace tiempo era sencillamente que las
prioridades se establecían según las estructuras de poder establecidas, hoy,
que afortunadamente hemos podido hacer una jerarquía en función de la
vulnerabilidad para recibir las vacunas, vemos cómo desde aquí y desde allá,
salen aprovechados como chinches que valiéndose de su cargo, se ponen por
delante manifestando una vez más que quien puede, puede. Es verdad que no son
muchos y están en boca de todos para su escarnio, pero la lección que ofrecen
es de abuso y de humillación para quien cumple las normas.
Es
importante que se sigan aplicando los criterios de vulnerabilidad para que las
vacunas se destinen primero a quien más lo necesita. Lo de seguir alerta para
desenmascarar a los aprovechados que se saltan la cola, sencillamente por la
cara, me parece un ejercicio de decencia social que ojalá fuéramos capaces de
aplicar a todos los órdenes de la vida. Visto el relativo incumplimiento en los
plazos del servicio, nos queda el consuelo, eso se está diciendo al menos, de que
a partir de marzo vamos a disponer de unidades suficiente como para vacunar
masivamente a toda la población hasta alcanzar para el verano la inmunidad de
rebaño, una vez que se logre vacunar al 70% de la población como espera el
gobierno y nos hace esperar a todos. Quizá sea excesivo destacar la lección de
los aprovechados por lo que quiero finalizar destacando el cumplimiento de una
amplia mayoría social, que respeta las normas y que espera que le llegue su
turno.
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