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domingo, 22 de noviembre de 2020

PREPARATIVOS

 


         Se llegó a decir con todas sus letras, lo comentamos aquí en su día: No vamos a sacrificar al 99% para salvar al 1%. Quienes lo dijeron entonces siguen en la línea de que son los guías mundiales de las mejores medidas posibles para combatir la pandemia y buscan una especie de cartilla, tipo Catón, en la que se recojan las principales indicaciones para que todos terminemos grabándonoslas a fuego para no olvidarlas jamás. En un caso como el que vivimos no se puede dudar ni nos puede temblar el pulso. Se sacrifica lo que haya que sacrificar para que el circo social siga en pie y funcionando. Lo voy escribiendo y me va dando escalofríos de lo que digo. Sobre todo porque no es un chiste, que podría serlo, sino que es verdad. Sólo recojo palabras que salen de sus bocas cualquier día, hoy por ejemplo. Lo último que han decidido ellos, que dicen ser los adalides de la libertad y lo proclaman con todo cinismo a los cuatro vientos, es que van a cerrar a cal y canto Madrid el puente de la Constitución porque no pueden soportar la idea de que las navidades no se celebren como dios, su Dios, manda.



         Ya pasó en verano cuando después de tres meses de durísimo confinamiento se venció la primera curva de contagios y el gobierno, criticado hasta el delirio durante todo el proceso, decidió soltar el mando del estado de confinamiento para compartir la dirección de la pandemia con las comunidades autónomas. A casi todas les faltó tiempo entonces para abrir la mano de playas y de turismo en general como manera desesperada de que no se nos fuera a escapar la gallina de los huevos de oro que, por lo visto, nos pertenecía como derecho divino y que el malvado gobierno central nos lo estaba secuestrando y llevándonos a la ruina, como si la pandemia universal tuviera como único destino España. Hoy estamos sudando la gota gorda para aplacar la segunda curva sin que nadie haya entonado el mea culpa de habernos traído de nuevo a donde estamos, después de otros tres meses de suplicio y de ruina que pudieron haberse evitado si hubiéramos aprendido entonces y actuado en consecuencia.



         Lo de aprender se vendió en verano como algo al alcance de la mano, pero una vez que la primera curva mordió el polvo y bastantes miles de muertos, sobre todo abuelos, se instalaron definitivamente en los cementerios y en la responsabilidad de nuestra ignorancia. Se nos cayó la venda que nos había hecho creer que nuestra sanidad era sólida y competía con las mejores del mundo y nos vimos de la noche a la mañana con los hospitales a rebosar de enfermos, con el personal sanitario sin material adecuado y enfrentando una situación de calamidad para la que no estábamos preparados. Íbamos a aprender entonces porque las lagunas se habían manifestado en toda su crudeza. Pues ahora estamos torciendo de nuevo una curva de contagios que ha llegado más alto que la primera aunque, en honor a la verdad, con algo más de conocimiento y con varios puntos menos de mortandad afortunadamente pero con el mismo nivel de arrogancia para seguir enfrentando una situación que era y que sigue siendo desconocida, si bien con algunos conocimientos que no teníamos al principio.



         Si logramos doblegar la segunda curva, cosa que parece probable, lo lógico sería que con toda humildad pusiéramos en marcha los conocimientos que hemos obtenido de los dos fracasos anteriores hasta ver si, por fin, terminan de llegar las ansiadas vacunas, que ya se dejan ver en lontananza, y nos permiten volver a la normalidad en la que nos hemos criado y de la que no parábamos de echar sapos y culebras cuando la teníamos entre manos. Todo pinta a que la secuencia del verano y su desmadre correspondiente puede aparecer de nuevo entre turrones y peladillas navideños para iniciar una tercera ola, con lo que podríamos tener una nueva demostración de lo cerriles que somos y de lo que nos cuesta ver dónde está la piedra con la que tropezamos una y otra vez, en vez de sortearla discretamente y darnos cuenta, por fin, que hay muchos caminos para sortear las dificultades que esta vida nos presenta.



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