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domingo, 29 de septiembre de 2019

IDIOMAS



         Por más que los estudios comparativos internacionales nos digan que andamos en conocimientos más bien regular estamos centrados en fórmulas cuantitativas y de resultados rápidos que no hace falta ser muy sabio para vaticinar que no nos van a hacer prosperar porque la prisa no es la mejor consejera precisamente. Hago referencia a los idiomas por centrar la atención en algo concreto. Podría referirme a  cualquiera de las muchas deficiencias que nos embargan. Cada día, afortunadamente vamos siendo más biligües, bien porque vivimos en zonas con lengua propia o porque uno de los progenitores nació en otro ámbito ligüístico. En ese caso no hay que dudar. Esos pequeños deben crecer usando la lengua del lugar más la materna. Como norma tardarán un poco más en digerir la diferenciación y el dominio de ambas pero terminarán por desenvolverse en las dos y santas pascuas. Son sus particularidades y cada uno tiene las que tiene.

         Otra cosa muy distinta es lo que se entiende como segundo idioma, hoy el inglés. Me parece un error que en los primeros años se intente introducir la segunda lengua cuando todos los estudios solventes lo que nos indican es que lo primero que deben hacer los menores es afianzar la lengua materna y eso no suele pasar antes de los cinco años. No puedo ser muy preciso con los bilingües naturales porque mi experiencia con ellos ha sido muy corta. Mezclar antes de los cinco años una segunda lengua no es más que confundir a los menores y hacer que no asuman la nueva y, sin embargo, tampoco puedan asumir la materna con la solvencia precisa. Decir a los locos por la prisa que no por mucho madrugar amanece más temprano parece un empeño inútil por más que esté cargado de razón porque no hay peor sordo que el que no quiere oír y parece que lo más sencillo hoy y siempre es que los pequeños acumulen conocimientos en tiempo record cuando sería mucho más razonable templar el ritmo y permitir que interioricen lo que aprenden en la medida en que lo requiera su capacidad de maduración.

         Insisto en que he tomado el tema de los idiomas como podría haber tomado cualquier otro. Nunca se resuelve, por ejemplo, el tema del aprendizaje de la lectura y por más que la ciencia nos machaque con la inutilidad de hacer que los pequeños lean cuanto antes, más para satisfacer a sus familias o a la sociedad que para otra cosa, parece que no hay modo de que entendamos que tenemos que retrasar la edad de aprender a leer si queremos que la mayoría aprendan cuando es su momento y con la capacidad de comprensión adecuada y no tengamos que hacer la ridiculez, doy fe de que es cierto, de que, una vez que los pequeños leen tengamos que poner en práctica una asignatura nueva que se llama lectura comprensiva, sencillamente porque hemos adelantado el proceso y es verdad que muchos pequeños terminan leyendo pero no se enteran de lo que leen. Creo que situaciones así no son más que la constatación de un fracaso metodológico que no tendría por qué pasar si nos paráramos un poco a mirar a nuestros alumnos y a ofrecerles un sistema de trabajo que vaya a favor de sus capacidades y no contra ellas.

         Pongo el ejemplo de Lola y de Keity, madre e hija. Lola me dice que su hija se ríe de ella y le dice que no sabe hablar, sencillamente porque me confiesa que le habla a la niña en castellano y no sabe hablarlo muy bien porque ella es británica. La niña, por el contrario, domina el castellano y el inglés. Por supuesto que el asunto cambió por completo cuando el miedo de la madre porque su hija no aprendiera el español se disipó y cuando Lola le habló a su hija en su propia lengua. Sencillamente Keity tenía que tomar conciencia de que era una niña bilingüe y esa iba a ser su vida siempre. Para nada tenía que competir con su madre sobre quién de las dos sabía hablar mejor que la otra sino que cada una sabía lo que tenía que saber. Keity podría explicar a su madre palabras del español que ella no supiera y Lola podría hacer lo mismo con su hija con las deficiencias en inglés que detectara. Me sorprendo que estas cosas que la ciencia tiene sobradamente demostradas sigan siendo materias pendientes en nuestra práctica, con argumentos espurios que no se corresponden con la realidad.


1 comentario:

  1. La entrada del inglés en la escuela infantil supuso ceder una parcela de nuestro trabajo a alguien ajeno al grupo que constituimos los niños y el maestro de una clase. Hemos vivido diferentes formas de hacer, pero el resultado siempre es el mismo: no da tiempo a crear una buena base de entendimiento, de conocimiento mutuo, de relación afectiva. Es el único momento del tiempo escolar en que el saber, la asignatura, el aprendizaje está por encima de la relación personal, de lo educativo. Por eso yo he estado siempre en contra de los especialistas, ya sea en psicomotricidad, en educación artística o en inglés.

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