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domingo, 1 de septiembre de 2019

COMIENZO


         El mes de septiembre que hoy comienza será, como siempre en este país, en el que arranca el nuevo curso. Parece que los ciclos formativos van por semanas de menor a mayor, lo que quiere decir que mañana empiezan los nuestros, los más pequeños. Atendiendo a la gran profundidad del cambio que supone iniciar la vida en común con los iguales, los previos que debían llevar en sus cabezas son un correcto conocimiento del nuevo espacio en el que se van a desenvolver, las nuevas personas que van a estar a su cuidado y los nuevos compañeros con los que van a convivir a partir de ahora. Hay fotos que suelen aparecer en la prensa del comienzo del curso de los más pequeños con las que no me gustaría encontrarme: llorando y casi arrastrando de la mano de sus familiares, cargados con mochilas que les cubren toda la espalda, en filas como si fueran a la guerra, y otras con las que sí: podrían entrar junto a sus familias, en pequeños grupos hablando entre ellos como quien va a llegar a un lugar que conoce y no teme sino que desea, maestros y maestras esperando en la puerta, con la sonrisa en los labios, dispuestos a darles la bienvenida y llamándoles por sus nombres propios y no por sus apellidos.

         No sé si será suficiente con los que he dicho para modificar la imagen del comienzo del curso de algo terrorífico a los que llevan a los pequeños arrastrando como si fueran a un matadero por otra en la que se les ve llegar a un lugar que ya conocen de antemano y en el que esperan encontrar a personas mayores que los van a cuidar, que saben cómo se llaman y que los llaman por sus nombres desde el primer momento y a un montón de compañeros y compañeras, algunos ya conocidos, con los que van a compartir la vida desde mañana y van a jugar y a crecer juntos en ese espacio amigo impresionante, que se ha dado en llamar escuela. Desde luego lo que me parecería una tortura es verlos arrastrando hasta la puerta y escuchar las barraqueras desde el quinto pino mientras los adultos lo asumen como algo normal ignorando que de semejante secuencia va a depender gran parte de la visión de la escuela y de lo nuevo que ese menor está interiorizando.

         Yo creo que la noción se encuentra dentro de la memoria colectiva y no hace falta insistir mucho en ello pero, por si acaso, el primer día, como tantas primeras experiencias que la vida nos depara: nacimiento, primer amor, primer beso o primer día de escuela se van a gravar en nosotros para siempre. Razón de más para que en todos los casos dediquemos tiempo y esfuerzo para que esas experiencias, especialmente profundas, dejen en los pequeños un dulce sabor que interioricen con placer y que deseen repetir una y mil veces. Su vida posterior estará marcada por esta primera lección, tanto si es positiva, como deseamos fervientemente, como si, desgraciadamente, es negativa y después habrá que mantener en el subconsciente durante años cuando la realidad pudo ser muy otra, a poco que las personas responsables: maestros o familiares, se hubieran preocupado de que la primera experiencia hubiera sido positiva. Por qué no pueden entrar los pequeños a la escuela riendo y jugando, me sigo preguntando yo.

         En este país hace muy pocos años que se empezó a perseguir por parte de las autoridades las llamadas novatadas que eran jugarretas y bromas pesadas y hasta crueles con las que los compañeros de cursos superiores recibían a los nuevos. Estoy seguro que se siguen dando, porque la crueldad está muy arraigada en la naturaleza humana por desgracia, pero ahora, por lo menos, se encuentran con el aparato del poder enfrente y no de cómplice. Esto se produce con los más mayores, sobre todo con los universitarios. Los más pequeños, tradicionalmente ignorados, resultan ser los más permeables a las primeras experiencias, tanto positivas como negativas. Razón de más para que empleemos un tiempo precioso en preparar la recepción del primer día por la enorme trascendencia  para el futuro de que el contenido sea grato o terrorífico. Viva la sonrisa, vivan los compañeros, viva la escuela y viva el futuro. Ojalá esa sea la lección que aprendan los pequeños su primer día de escuela.

1 comentario:

  1. Mañana empezamos los maestros y cocineros a dejar la escuela lista para el lunes 9 en que entrarán los niños. En esa preparación tienen una especial atención las familias nuevas, con las que nos vamos a reunir en dos ocasiones: una entrevista inicial con el tutor de su hijo para que nos cuenten cómo ven a su niño y una reunión de todas las familias nuevas con los maestros del grupo para conocerse entre ellos, comentar entre ellos y con nosotros sus dudas e inquietudes y explicarles el sentido que tiene el período de adaptación.

    Cuando empiecen a venir el día 9, lo hará cada niño con su madre o padre y sólo un niño por tutor cada día de entrada. El día siguiente ya se queda el niño sin familiar, sólo un par de horas, y progresivamente va ampliando su horario. Esto organizativamente es un follón, porque tenemos familiares por la escuela durante casi un mes, o bien porque están en el día de acompañamiento, o bien porque vienen a recogerlos antes. Sin embargo, seguimos creyendo en la virtud de esta medida para suavizar el tránsito de la vida familiar a la escolar.

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