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domingo, 27 de enero de 2019

MAGIA



         Esta mañana a las 12 se celebrará el funeral de córpore insepulto del pequeño Julen que cayó hace un par de semanas en un pozo de 25 centímetros de ancho y de 71 metros de profundidad. Su rescate ha sido una inmensa obra de ingeniería civil  de trece días de duración en los que se ha horadado en el monte de Totalán, en Málaga un pozo paralelo de un metro de ancho más o menos hasta la profundidad en la que estaba el pequeño y una vez alcanzada, con una jaula construida para el caso, los bomberos asturianos han bajado para realizar a mano otro túnel horizontal hasta donde se suponía que estaba el pequeño y allí lo han encontrado sin vida. Una vez visible, ha sido la guardia civil judicial la que se ha hecho cargo del cuerpo a la vez que comenzaba el atestado del caso para dilucidar la cantidad de incógnitas que deja sin resolver y que exigen explicación. Todo el país se siente hoy orgulloso de que no se ha escatimado en medios para llegar hasta donde se encontraba el cuerpo del niño de manera impecable. Yo también, la verdad.

         Dicho esto, los primeros datos de la autopsia realizada al pequeño, cuyo cuerpo ya se encuentra en poder de su destrozada familia, indican, como parece lógico, que murió seguramente el mismo día que cayó, a consecuencia de los golpes en la cabeza. No sé cómo es posible pensar otra cosa porque estamos hablando de 71 metros de caída. Aunque parezca terrible, me consuela saber que su sufrimiento debió terminar pronto. Lo que me parece inusitado y escandaloso es que hasta el último día de perforación el discurso era de que el niño pudiera estar vivo. Es cierto que en otras catástrofes hemos visto situaciones dramáticas en las que el más pequeño hueco de aire ha bastado para que la vida se mantuviera pero han sido trece días de espera y no quiero pensar, una vez que el drama se había producido, la agonía del pequeño si las previsiones que se decían desde fuera hubieran acertado.

         Una vez terminada toda esta catarsis colectiva y que el cuerpo de Julen reciba sepultura en la intimidad como ha pedido su familia, todos debemos recogernos un poco en nosotros mismos y meditar sobre los límites de nuestras ideas que en pleno siglo XXI son capaces de poner en pie un discurso completamente mágico sobre la desgracia de un pequeño y mantener en vilo una tesis a todas luces inexplicable que la verdad ha venido, afortunadamente para el pequeño, a poner en su sitio. Los dramas suceden y nos dejan destrozados. Pienso en su familia y me estremezco, tanto más cuanto que hace algo más de un año ya perdieron a otro hijo de tres años por muerte súbita en un día normal de playa. Pues aun así hay que hacer de tripas corazón y retomar la vida, sacando fuerzas de flaqueza y huir de ideas rocambolescas para que el recogimiento y la realidad sea la que nos vaya reconciliando de nuevo con la vida.

         Estas situaciones tan singulares muchas veces nos empujan a sacar conclusiones como si ellas fueran lo normal. Y no es verdad. Lo normal, a pesar de todo, sigue siendo el día a día, las rutinas sencillas de cumplir un horario razonable, de salir a la calle y pasear con los pequeños sabiendo que la seguridad de sus movimientos nunca puede ser total pero sí se produce con altas dosis de confianza y de que no podemos acobardarnos por más que secuencias como la que acabamos de vivir nos hagan temblar en un momento determinado. Eso y que la justicia sea ahora la que tenga que depurar hasta el final todo el cúmulo de circunstancias que han dado como resultado el que en pleno campo alguien sea capaz de hacer un pozo y que se encuentre abierto a plena luz. Sabemos que no es el único en Andalucía y los poderes públicos deben dedicarse a perseguir estas anomalías en vez de compartir tesis mágicas cuando la realidad se está manifestando  a nuestro alrededor cada día, para mal y para bien.


4 comentarios:

  1. Interesante reflexión ...

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  2. Morbos aparte, el sábado, en el fatidico agujero moría un niño
    y un cierto periodismo vergonzante.
    Nada más.

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    Respuestas
    1. Tus palabras son lúcidas y, por tanto, terribles. En el estrecho, por ejemplo, siguen muriendo niños sin nombre cada día... Un beso

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  3. Triste momento para esa familia. En todo el mundo siempre están ocurriendo tragédias (una aquí en Brasil por estos días, algunos niños con otras personas en Brumadinho, además de los animales, en la represa que se rompió). Un abrazo, Antonio.

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